Corrupción y autocrítica
Quizá aquí tengamos unos jueces demasiado propensos al espectáculo y un sistema que debe corregir todavía muchos defectos
LA corrupción no es exclusiva de esta época, ni de España ni de la política. Existe desde la noche de los tiempos. Da la impresión de que no hay ley ni conciencia que detengan a un hombre que vislumbra la posibilidad de hacerse rico mediante un atajo. Los recientes casos de Vitaldent y el presunto comportamiento ilícito del banco chino ICBC vienen a demostrar que los corruptos no solo habitan en los cargos públicos. La corrupción anida en el corazón de la misma sociedad y se expande allí donde le resulta fácil crecer y ocultarse. No somos más estafadores que Francia, donde todos los presidentes de la República han terminado en los juzgados. Quizá aquí tengamos unos jueces demasiado propensos al espectáculo y un sistema que debe corregir todavía muchos defectos: desde la puesta en escena de los registros a la dilación de los sumarios, sin eludir la hipocresía del conjunto de la ciudadanía. Ya sabemos que una injusticia nunca justifica otra, pero igual de cierto es que ese clima de linchamiento frente al delito de cuello blanco requiere acompañarse de un serio ejercicio de autocrítica general. ¿Qué hacemos mal para que ocurra esto?