CAMBIO DE GOBIERNO

Susana Díaz y el nuevo jefe del Ejecutivo, obligados a entenderse

Mantener la Junta de Andalucía es clave para el PSOE y mucho más con el Gobierno debilitado en la Moncloa

Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, y Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español ABC

Stella Benot

Andalucía es crucial para el proyecto del PSOE. Eso lo tienen claro tanto en Ferraz como en la calle San Vicente y en ambos lados lo afirman tajantemente. Pero una cosa es asumir esa realidad y otra muy distinta la manera de llevarla a cabo.

Porque Susana Díaz y Pedro Sánchez son como el agua y el aceite. No tienen química, no comparten el modelo político para el partido, ni para España ni para Europa. Pero saben que tienen que entenderse porque no les queda otro camino. Susana Díaz era, hasta el viernes, la socialista con más poder institucional en España y Pedro Sánchez es, desde el viernes, el presidente del Gobierno.

Y eso los sitúa en un plano muy diferente que tendrán que aprender a gestionar. Hasta ahora habían evitado los roces que saltan en cuanto se ven dedicándose cada uno a su propia tarea. Sin molestarse. Sin interferir ninguno en el plano del otro.

Susana Díaz pedía manos libres para gestionar el PSOE andaluz con la promesa de no opinar en ningún asunto del federal. Tan es así que el pasado 28 de mayo fue al Comité Federal, aplaudió a Sánchez, hizo una intervención moderada y en la misma línea que había marcado el partido, y se marchó inmediatamente para no generar más noticias.

Ni una sola palabra ha salido del PSOE andaluz sobre la moción de censura. Es más, la presidenta andaluza impuso la ley del silencio tras la celebración de la Ejecutiva Regional previa al Comité Federal. Andalucía no tiene opinión sobre lo que decida Pedro Sánchez.

Hasta ahora. Porque Sánchez se ha convertido en el presidente del Gobierno y todas las decisiones que tome afectarán también a Andalucía. Sobre todo, a las reivindicaciones de Andalucía que eran uno de los principales argumentos políticos de Susana Díaz. En sus intervenciones públicas, la presidenta defendía su gestión social, sin recortes y cumpliendo con las medidas económicas impuestas por el Gobierno central como contraposición a las «políticas de la derecha que tanto daño han hecho».

Las cosas han cambiado y Susana Díaz tiene que reivindicar su papel ante un presidente del PSOE que, además, tiene las manos más que atadas y ella sabe de sobra que con muy poco margen de maniobra.

Ya se lo advirtió cuando la eligieron secretaria general del PSOE andaluz en julio de 2017, «no me hagas elegir entre Andalucía y el PSOE» . Pero entonces, ella no pensaba que iba a tener que ejecutar esa amenaza tan pronto.

O quizás no pueda llevarla a cabo. En el Gobierno andaluz y en el PSOE regional preocupa mucho que una mala gestión de Sánchez —obligado por las circunstancias o por propia incapacidad— arrastre a Andalucía que será la primera comunidad autónoma en tener urnas. Por eso saben que tienen que navegar en un río muy estrecho manteniendo las demandas de Andalucía —otra cosa no se entendería— pero sin hacer demasiada sangre.

El equilibrio es muy complicado y han intentado poner algunos pilares de entendimiento. Los respectivos números dos, Juan Cornejo y José Luis Ábalos, al menos, hablan por teléfono y se ven en algunas ocasiones. Pero no es suficiente. Sobre todo porque, a partir de ahora, habrá muchos sanchistas con poder en Andalucía. Un poder que antes, sólo tenían los que eran de Susana.

Susana Díaz y el nuevo jefe del Ejecutivo, obligados a entenderse

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