TERREMOTO EN INDONESIA

Dos sevillanos en el terremoto de Indonesia: «Estuve siete horas en alta mar; la situación era de pánico»

Otra joven de Dos Hermanas, que estaba en Bali, vivió momentos de angustia: «La piscina tenía unas olas enormes. Se podía hacer surf en ella»

Javier Soltero, sevillano afectado por el seísmo de Lombok ABC

Antonio R. Vega

«Estuvimos siete horas en alta mar sin poder atracar en el puerto cuando el Gobierno de Indonesia alertó del terremoto y luego dio el aviso de tsunami. Mientras, el número de muertos no paraba de crecer: primero fueron tres, luego 19 (ahora van por 91). Vivimos escenas de pánico en el barco . Había gente llorando, con ataques de ansiedad y nervios».

Así vivió Javier Soltero las que probablemente sean las 24 horas más angustiosas de su vida en plenas vacaciones en Indonesia. El terremoto de magnitud 6,9 que sacudió este domingo la isla de Lombok , en el país asiático, sorprendió a este periodista sevillano de 38 años en el islote de Gili Trawangan, donde había acudido a hacer una excursión desde la cercana Bali.

En este enclave paradisíaco notó la primera réplica del seísmo. El de mayor magnitud lo experimentó a bordo de un barco, de regreso a Canggu , un pequeño pueblo situado en el sur de la isla de Bali, muy popular entre los surferos, donde comparte casa de alquiler con otros turistas.

«En Gili, donde estaba en un hotel, nos dijeron que no podíamos salir de la isla. Estaba cerrado el puerto. Nos ofrecían quedarnos un día más, pero queríamos llegar cuanto antes a Bali ante la amenaza de terremoto. Nos dieron la opción de llevarnos a Lombok en un pequeño barco y luego desde allí podíamos ir en carretera hasta otro puerto donde se podía coger un barco lento que tardaba seis horas. Así lo hicimos», relata Javier Soltero por teléfono.

No sólo él pensó en poner los pies en polvorosa. Otros 200 turistas decidieron emprender la huída en la misma inestable barquita. «De repente, notamos el temblor. Luego, por el móvil nos enteramos de que había habido muertos. Estábamos en alta mar y la gente empezó a ponerse nerviosa. Pasó un tiempo hasta que desde el barco nos dijeron que efectivamente se había producido un terremoto muy gordo en Lombok, que podía haber un tsunami y que estábamos más seguros en alta mar que cerca de la costa», recuerda.

«Todo el mundo estaba en el monte y yo en medio de la nada», cuenta Javier Soltero

« Los barcos se apiñaban en el puerto de Bali, que estaba cerrado por el oleaje . No podíamos desembarcar. Nadie nos daba información. No llegué a temer por mi vida, pero sí tenía mucha incertidumbre. Después de seis o siete horas pudimos llegar por fin al puerto», expuso. En tierra firme la situación no fue más tranquilizadora. Era como estar en una isla fantasma, como en el escenario de una película apocalíptica. No había un alma.

Los locales y turistas habían huido hacia el monte prácticamente con lo puesto, buscando un lugar más seguro. «Estábamos perdidos y el conductor que teníamos contratado para llevarnos desde el puerto a nuestra casa, nos dejó tirados. Lo llamamos y nos dijo que primero estaba su vida y la de su familia », afirma. «Todo el mundo estaba en el monte y yo en medio de la nada», se lamenta.

«Así que nos pusimos a andar hacia el interior de la isla para alejarnos del puerto hasta que conseguimos parar un coche y le pagamos para volver a casa como fuera, pese a que los precios eran abusivos», rememora este joven periodista.

«Mis compañeras gritaban como si se les fuera a caer la casa encima», cuenta Pepa Blanco, de Dos Hermanas

En la casa le esperaba, entre otros amigos, Pepa Blanco, sevillana de Dos Hermanas de 26 años . Esta joven experimentó las fuertes sacudidas encerrada bajo las cuatro paredes de la villa con piscina que tenían alquilada junto con otros diez inquilinos en Canggu. «Estábamos cenando en el salón viendo una serie cuando, de repente, el sofá empezó a vibrar. Las compañeras que estaban arriba gritaban como si se fuera a caer la casa encima», cuenta.

Un vecino indonesio acudió en su rescate. «Vino a tranquilizarnos y nos sacó de la casa porque era peligroso por si había algún derrumbe. Recuerdo que la piscina tenía unas olas enormes. Se podía hacer surf en ella durante el terremoto . Fueron unos minutos que no olvidaré », relata.

De aquella noche de pesadilla, Pepa Blanco tiene grabadas en la retina las imágenes de los coches y motocicletas parados en medio de las carreteras y el ladrido angustioso de los perros de Bali como si pidieran auxilio. «Nosotros nos quedamos fuera en el patio incluso cuando dejó de temblar la tierra. Nos daba miedo meternos en la casa ».

La isla ha recobrado la rutina en medio de los cascotes y escombros. En Kuta Lombok, al sur de la isla, y una de las más afectadas por el seísmo, se veía hoy la playa atestada de surferos, navegando sobre las olas.

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