Ecología

¿Podremos comernos o untarnos las incómodas algas asiáticas que colonizan el fondo marino andaluz?

Expertos creen posible la retirada del alga en las zonas más afectadas y su posterior transformación en productos

Nace el «Foro Alga Invasora» con el objetivo de unir investigación, empresa y administración en la lucha contra su expansión

Efecto del alga invasora en una playa de Cádiz

Fernando del Valle

El alga asiática lleva por lo menos cuatro años colonizando sin control los fondos marinos andaluces sin que hasta la fecha apenas se haya hecho algo por evitarlo. Comenzó por el Estrecho pero la especie, previsiblemente a punto de ser catalogada administrativamente como exótica invasora por el Gobierno de España, ha sido ya avistada en el litoral almeriense arrasando con los ecosistemas nativos.

Los expertos son unánimes en una cuestión: hay que evitar que la invasión continúe con medidas de detección preventiva allí donde aún no se ha implantado. Es más barato, aducen todos, prevenir que curar.

Porque además curar, para algunos, es materia más que complicada. La investigadora María Altamirano , la primera en identificar la especie cuando empezó a hacerse fuerte en Ceuta en 2016, ya avisaba entrevistada por ABC que en los fondos donde está muy asentada es imposible hacer nada .

La profesora de la Universidad de Málaga aludía al espesísimo «tapiz» que genera el alga, que definía como «un ejército de clones » por su facilidad reproductora, y llega hasta cotas de 30 metros de profundidad en varias hectáreas de superficie. Además del efecto visual para las playas a las que llegan grandes arribazones de algas (especialmente grandes han sido en Tarifa o Algeciras), esta tupida «malla» está teniendo una enorme afección en las capturas de pesca de los fondos afectados.

Sin embargo, no todos los investigadores opinan lo mismo que Altamirano. Precisamente para intentar hacer algo acaba de constituirse en Málaga pero con vocación nacional e internacional el denominado «Foro Alga invasora» .

Se trata de la unión de varios estamentos investigadores universitarios como el Instituto de Biotecnología y Desarrollo Azul-Ibyda de la Universidad de Málaga (UMA), el Campus de Excelencia Internacional Global del Mar , el Instituto Español de Oceanografía y la Cátedra de Ciencias del Litoral de la UMA , que se han unido al Clúster Marino-Marítimo de Andalucía , agrupación de empresas relacionadas con el medio marítimo.

Integrantes del Foro Alga Invasora, el día de su constitución ABC

¿Qué es lo que se pretende con esta unión de expertos en la que destaca la participación del sector empresarial? La idea primordial es actuar contra el problema «de manera coordinada» con la administración , según uno de sus promotores, el empresario Javier Noriega .

Para ello quieren poner en común las distintas investigaciones que se están llevando a cabo en torno a la especie invasora en las diferentes universidades andaluzas. Cuando pase el verano celebrarán un encuentro científico «para afrontar el problema desde los diferentes vectores», indica Noriega.

La prevención es fundamental. La propagación del alga es geométrica y hay que tomar medidas para que no siga siéndolo. Porque los efectos económicos pueden ser incalculables y no tener sólo a los actuales sufridores como protagonistas, «Como España no espabile, los puertos americanos pueden decidir no dejar pasar a barcos que hayan estado en Algeciras por si traen el alga, aduce gráficamente el catedrático de Ecología y director del Ibyda Félix López Figueroa , otra «alma mater», del Foro Alga Invasora.

Félix López Figueroa, catedrático de Ecología SUR

Pero en el foro se quiere ir más allá y no se descarta la posibilidad de aliviar aunque sea en parte el daño ya hecho por Rugulopteryx (nombre científico del alga asiática) en aquellas zonas que ya tiene colonizadas. Así lo expresa López Figueroa , quien confronta directamente con la tesis de Altamirano:«decir que no se puede hacer nada es una invitación a las administraciones para que no hagan nada », asevera.

¿Cómo hacerlo? Es lo que hay que estudiar ahora. López Figueroa sabe que no tienen una «varia mágica» y es consciente de que «recolectar algas a 40 metros de profundidad» no es viable , pero sí sugiere otros métodos para al menos poder erradicar las que se encuentren en cotas menores en los lugares donde la presencia del alga es masiva como en el Estrecho de Gibraltar.

Y para ello no descarta en poder contar incluso con la ayuda del colectivo que al que más está afectando la frenética irrupción del alga asiática: los pescadores . Se trata de una idea que ya ha sido formulada —sin que hasta la fecha se haya llevado a la práctica— para otras incómodas invasiones, como las que de manera frecuente realizan las medusas en las costas andaluzas.

Ya que el sector está sufriendo una merma de sus ingresos notable por la presencia del alga , que además estropea sus artes de pesca, quizás podría interesarle recibir una aportación económica a cambio de retirar la incómoda invasora con sus redes.

También se podría estudiar, añade Noriega, la posibilidad de que alguna especie depredador a pudiera contribuir a «devorar» el alga que todo se está comiendo. Aunque esta solución no parece del todo clara. «En el tracto digestivo de algunos peces se ha encontrado el alga —incide López Figueroa— aunque hemos de tener en cuenta que la introducción de un depredador podría traernos otros problemas ; no podemos considerarlos una cosechadora».

Otra de las líneas de investigación que desde el Foro Alga Invasora se quiere promover es la transformación de Rugulopteryx en un producto . Al igual que las medusas, sus propiedades podrían hacerlas óptimas para la fabricación de cosméticos e incluso productos alimenticios .

Ocurre que si el alga termina engrosando el Catálogo de especies exóticas invasoras su explotación con fines comerciales se prohíbe . Pero el catedrático López Figueroa sí recuerda que la ley permite la investigación con proyectos que vise la administración, por lo que ve ahí una posible vía. Tesis distinta a la de la profesora María Altamirano, que advierte de que dotarlas de interés económico podría hacer a algunos «no querer acabar efectivamente con la especie».

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