Rúa mar

La osadía de vivir del mar: la vida por boquerones a sesenta céntimos de euro

La tragedia del Rúa Mar aviva la herida de los pescadores y sus familias por la dureza de un sector cuya debilidad económica representa otro gran riesgo

EL marinero José Joaquín Vázquez, en su barco Sergio Rodríguez

R. Maestre | S. Fernández | M. R. Font

Dicen que aquella salida a faenar cuando la borrasca rondaba en el caladero del Golfo era algo arriesgada. Después del naufragio, la Policía Nacional ha confirmado que el Rúa Mar, cuyos restos sigue buscando Salvamento Marítimo una semana después de la tragedia frente a las costas de Marruecos, estaba investigado por presunto tráfico de drogas. Cuatro hombres de la tripulación siguen desaparecidos. Todas las hipótesis abiertas y una sola causa: el riesgo de vivir del mar. El Rúa Mar, su hundimiento y la sospecha de su doble vida entre la pesca y el narco, es la trastienda más oscura de un sector cuyas condiciones de trabajo son durísimas, para el que solo la soledad y el horizonte son certeza.

Alfonso Reyes: patrón mayor de la cofradía

Subirse a un barco de pesca es como comprar un décimo de lotería para una lesión. Muy poco espacio, muchas personas e hierros en algo que se mueve y balancea continuamente. Pues hasta marzo del año pasado, cuando inauguraron el nuevo hospital de La Janda en Vejer, los marineros de Barbate, ciudad pesquera donde las haya, tenían que irse a Sevilla o a El Puerto para hacerse una radiografía. Encima de su ambulatorio, La Casa del Mar, se encuentra la Cofradía de Pescadores. Allí, el presidente, Alfonso Reyes, casi «maldice» el día que se le ocurrió meterse en este oficio. «Esto es la ruina, nos están pagando el boquerón y la sardina entre 60 y 80 céntimos el kilo y luego los ves en los supermercados a tres euros y medio», se lamenta. «La gente -añade- no come pescado porque se ha vuelto un artículo de lujo». «Aquí, en Barbate, el último barco que se fletó no me acuerdo bien si fue en 2002 o 2006; este año se han mandado al desguace tres grandes, a 15 personas de media por buque, 45 bocas que se quedan sin comer», asevera el patrón mayor.

Barbate vivió las mieles de la pesca hace 40 o 50 años, cuando no existían las cuotas de captura, la mano de obra no era tan cara y el pescado no tenía tantos intermediarios. Muchos pescadores invirtieron sus ahorros en promociones de pisos en Atlanterra y Zahara de los Atunes. Hoy ya empieza a no haber ni ganas ni relevo.

«La gente joven no quiere trabajar en esto, es como la mina de duro, y al menos cuando bajas sabes que hay material, aquí puedes volver con las manos vacías porque el mar tiene sus trucos, la temperatura, las corrientes, las tormentas... Aquí está lleno de desgracias, fatalidades, imprevistos, vías de agua, colisiones, por no hablar de lo que le ha ocurrido a los del Rúa Mar», afirma Alfonso Reyes. Cuando se le pregunta por las condiciones laborales de los trabajadores sus salarios asustan: entre 120 y 150 euros a la semana. Así se entiende que cada vez embarquen más peruanos y marroquíes en barcos gaditanos. Los primeros por falta de mano de obra. Los segundos porque lo exige el convenio con Marruecos si queremos pescar en sus aguas. «Sí, son experimentados los peruanos y los marroquíes suelen ser tres por barco de 15», responde Reyes a las preguntas. A la vez sigue insistiendo en la dureza del oficio, «trabajo discontinuo, nocturnidad , todos los días cuando sales te juegas la vida y si no vuelves tu familia ya no contará contigo más, los políticos no tienen ni idea cuando nos exigen chorradas como lo del control horario», afirma sin pelos en la lengua. «Lo que tienen que hacer es vigilar más las lonjas, porque se están metiendo cajas y cajas por detrás y, faltan inspecciones».

José Joaquín Vázquez, marinero en Algeciras

Tiene 27 años y echó los dientes en el mar. Hijo de armador, este joven de Algeciras sabe muy bien lo duro que es vivir del mar y los peligros que entraña su trabajo. «Llevo saliendo al mar desde niño y en activo, desde los 16 años. He mamado el mar. Esto es lo que hay y no me planteo trabajar en otra cosa», nos cuenta en el muelle del puerto de Algeciras, donde los ánimos están por los suelos tras la tragedia del Rua Mar, a cuya tripulación conocía muy bien.

Asegura que el mar es vocacional y que se trata de una profesión muy dura. Se dedica a la captura del atún en el Estrecho de Gibraltar y a la pesca de cerco en la Bahía de Algeciras, aunque en momentos complicados tiene que salir a la Costa del Sol a faenar. Horarios intempestivos, días sin ver a su familia, mucho trabajo y poco tiempo para la diversión pese a su juventud: «Esto muy duro, te tiene que gustar mucho y hacerte a la idea. Si no, no lo aguantas. En verano ni piso la playa. Salgo un domingo a las doce de la madrugada y llego a mi casa el viernes» .

A esto hay que sumar que los ingresos no son regulares, que fluctúan dependiendo de la época y las capturas: «Hay que adaptarse, esto es el mar. Hay meses que puedes ganar 3.000 euros y otros, 300 o no pasas de los 500. El marinero gana un porcentaje de la venta y aquí no hay sueldos fijos. La verdad es que esto no está pagado».

Joaquín tiene pareja y quiere formar una familia en un futuro, aunque reconoce que será complicado: «Mi pareja lo lleva como puede. Socialmente es un trabajo difícil . Me planteo tener hijos, hacerme con un barquito y poder trabajar más cerca de casa». Cuando se embarca, reconoce que no piensa en la posibilidad de no volver a puerto: «Si lo piensas, no sales».

Marineros en el puerto de Barbate Sergio Rodríguez

Carlos David González, patrón del «Marbella»

Este algecireño lleva desde los 14 años trabajando en el mar. Es patrón del pesquero Marbella , con base en el puerto de Algeciras y uno de los que cuenta con autorización para faenar en Marruecos. Tiene cuatro tripulantes a su cargo.

«El patrón es como el capitán del barco. Es el que decide dónde ir a faenar, distribuye el trabajo de cada uno y lo lleva todo. También tiene que controlar que el barco tenga todos sus papeles en regla, sus inspecciones y sus seguros, porque de lo contrario, te viene a ti la multa, al dueño, nunca», afirma.

Cada año, la embarcación debe superar una inspección que es verificada además periódicamente por Capitanía Marítima. «Lo miran todo. Que haya chalecos salvavidas y balsas según tripulantes y anchura, bengalas ….»

Cuando se le pregunta si su trabajo es igual de duro que el de sus marineros, asegura que más: « Tenemos que saber dónde pescar para que la gente esté contenta , si no hay pescado hay que saber animar y buscar otra zona más lejana donde faenar. Es complicado».

El Marbella es un barco de fibra, lo que imposibilita su hundimiento como le ha podido ocurrir al Rúa Mar, que es de hierro. Eso sí, conlleva otros riesgos, ya que es muy voluble en caso de incendio. Si se produce una emergencia , lo primero que debe hacer es pulsar el botón del S.O.S. y contactar con radio si es posible, así como alertar a la tripulación y que se pongan los chalecos salvavidas «aunque, si la tripulación está durmiendo no lleva los chalecos puestos . El tiempo de reacción es mínimo», nos cuenta.

Adolfo Serrano, director de Salvamento Marítimo

Adolfo Serrano dirige el centro de Salvamento Marítimo de Tarifa con el Estrecho de Gibraltar como reto, una zona de intenso tráfico marítimo y realmente complicada.

Buscar a personas en el mar con condiciones meteorológicas muy adversas es lo más complicado: «Esto supone búsquedas prolongadas y en áreas muy extensas». Por ello, la coordinación es fundamental. Y tragedias como la desaparición del Rúa Mar lo ha puesto de manifiesto: « Todos los trabajadores de Salvamento Marítimo son conscientes del trabajo que realizamos y tenemos presente que tratamos de ayudar a personas desaparecidas y a sus familias en situaciones difíciles. Ponemos nuestro máximo esfuerzo, tanto desde el centro de Salvamento de Tarifa, que coordina los medios propios, como medios de otras Administraciones del Estado».

Miguel Cordonero, marinero en Punta Umbría

«Hay muchas preguntas sin respuestas, no había nadie para saber qué ha ocurrido». Miguel Cordonero, marinero de Punta Umbría , vive con incertidumbre y preocupación la búsqueda de los compañeros desaparecidos en el hundimiento del Rúa del Mar.

Conoce en primera persona lo que son las largas salidas a faenar, cuando pasaba semanas pescando en aguas de Marruecos, donde en una ocasión, el barco en el que trabajaba llegó a sufrir un naufragio provocado por una vía de agua. « Nosotros lo vimos venir y nos dio tiempo a pedir ayuda, salimos bien . No es lo mismo que la situación del Rúa, cada caso es distinto».

Cordonero confiesa que «el miedo siempre está y se lleva por dentro» en cada salida, aunque se tape por la familia de cada uno, y «los que se quedan en casa , silencian ese pensamiento cuando nos vamos . Lo más importante, considera, es «guardar respeto al mar, cuando se pierde, suceden las cosas…porque para la mar, no hay barco, da igual el tamaño».

El marinero espera que aparezcan los cuerpos de todos los desaparecidos en el hundimiento . «La tragedia ya está pero no puede haber dolor más grande que no poder darles sepultura».

María del Carmen Donoso, viuda tras un naufragio

«He sentido la necesidad de abrazar a la mujer de uno de los desaparecidos del Rúa del Mar cada vez que la veo en la televisión, pero no he podido ir… Mi dolor está con ellos ». A María del Carmen Donoso, el mar le devolvió el cuerpo de su marido cinco días después de que el barco propiedad de la familia -de Punta Umbría- se hundiera en el Golfo de Cádiz en un suspiro sin dejar rastro.

Ocurrió en diciembre de 1999, cuando al Blanca de Prieto se lo tragó el mar con cinco tripulantes a bordo, todos de la misma familia. El mar fue escupiendo los cuerpos durante cinco meses para devolverlos a una familia desgarrada. El cuerpo del padre jamás apareció.

«Nunca el mar ha provocado una tragedia como la nuestra, una familia entera», continúa lamentando la viuda dos décadas después, convencida que no fue un golpe de mar sino el de un gran buque el que desató el hundimiento y que no se investigó . «Nos cerraron puertas. No se investigó ni se hizo justicia…» Se encontraron unos flotadores y dos años y medio después, se localizó bajo las aguas parte de la popa. «El pesquero estaba partido ¿eso lo hace un golpe de mar?. Eso demuestra que fue un accidente », afirma.

La familia Díaz compró el Blanca de Prieto en Sanlúcar de Barrameda después de que le tocaran cinco cupones de la ONCE a los que sumaron un préstamo para cerrar la operación, y fueron a probarlo saliendo de Puerto de Santa María . «En dos horas ya no había nada, ni señales ni móviles».

«A la tripulación del Rúa tienen que seguir buscándola, los cuerpos siguen rodando en el mar. Yo sentí rabia, un dolor que no se puede describir pero una paz interna de saber que, aún muerto, me devolvieron a mi marido».

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