Entrevista

José Rodríguez de la Borbolla: «Los españoles no podemos aceptar privilegios para Cataluña»

El expresidente de la Junta de Andalucía rechaza que el Estado abra un diálogo bilateral con los nacionalistas, que «no tienen hartura», y reclama acuerdos entre los grandes partidos

José Rodríguez de la Borbolla: «La mejor dieta para un político es no tener que comerse sus palabras»

El expresidente andaluz y exdirigente socialista José Rodríguez de la Borbolla en su despacho RAUL DOBLADO

Antonio R. Vega

El despacho de José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán (Sevilla, 1947) es un viaje a la historia reciente de Andalucía sin máquina del tiempo. En su DeLorean particular, situado en un aséptico edificio de oficinas, los libros y archivadores colonizan todos los rincones: en las estanterías, apilados sobre las mesas y creando pequeñas montañas. Las paredes están pobladas de recuerdos de otros tiempos, carteles electorales de la Transición, viñetas de Tintín, fotos dedicadas por Susana Díaz, su antigua alumna en la Facultad de Derecho , y por el excomisario de la Expo 92 de Sevilla, Manuel Olivencia, y artículos periodísticos de Antonio Burgos, Ignacio Camacho o Félix Machuca enmarcados.En una de las instantáneas, el expresidente andaluz (1984-1990) mira a un esquivo Jordi Pujol , «el hombre que nunca miraba a los ojos».

A sus 72 años,el veterano dirigente socialista tiene la cabeza tan bien amueblada como el despacho. Al dejar la Junta de Andalucía se hizo el propósito de «no reinar en el pasado». Y procura cumplirlo. No ajusta cuentas con nadie, pero tampoco se calla cuando le preguntan. Reclama un entendimiento «transversal» de los grandes partidos para dar estabilidad a las instituciones frente al vuelo corto de la inmediatez política.

Miquel Iceta, primer secretario del Partido de los Socialistas de Cataluña, sostiene que «hay ocho naciones» y que él las ha contado. En 2005, usted aseguró que «la Nación española existe, no es un invento del franquismo». Su discurso ahora rompe con la opinión de muchos cuadros de su partido.

Miquel Iceta puede decir que hay ocho naciones y Anselmo Carretero pensaba que había muchas más. Es pura elucubración historicista. La Constitución no recupera instituciones del pasado. Hay una corriente romántica nacionalista y otra carlista, que defiende los fueros. Pero con el franquismo se funden en un unitarismo nacionalista motivado en gran medida por la táctica del Partido Comunista de integrar movimientos identitarios para legitimarse en la Transición. Ahora lo que importa es el impacto inmediato. La legitimidad de las autonomías la marca la Constitución Española. Y eso lo sabía Tarradellas, que además lo aceptó y lo dice en sus memorias. Aquello fue una operación de Adolfo Suárez, que se trajo a Tarradellas para evitar que en Cataluña gobernara la izquierda. Tarradellas había reconocido que la legitimidad procedía del momento constituyente, no de la historia.

¿Ese orden constitucional está ahora en peligro?

No tendría que estarlo. Habría que generar tranquilamente pero sin pausa un relato transversal que agrupara a distintas fuerzas políticas con respaldo histórico y económico, estudiando sin prejuicios la doctrina constitucional. Las autonomías nacen de la Constitución, que reconoce a todos los territorios por igual. Esto es un país de ciudadanos, que son el objetivo final de los gobiernos, no los territorios.

La frase del insomnio de Pedro Sánchez por pactar con Iglesias fue desafortunada. La política hace extraños compañeros de cama

Pedro Sánchez ha llegado a un acuerdo de investidura con ERC para abrir un diálogo bilateral sobre el «conflicto catalán». ¿Los andaluces acabaremos pagando los privilegios que se concedan a independentistas?

Yo diría que los españoles vamos a salir capitidisminuidos de un posible entendimiento con el nacionalismo catalán. No serían aceptables privilegios por Andalucía ni por ningún otro territorio. Sería combatible mediante la política y otros medios. En democracia la política son las leyes o, al revés, en democracia la política es la ley. En el régimen absolutista la política es la voluntad del rey y en el dictatorial, la voluntad de un caudillo.

La ley puede cambiarse. El Gobierno de Sánchez plantea ahora rebajar en el Código Penal el delito de sedición, por el que fueron condenados los líderes del «procés» catalán.

Digo lo que dijo el presidente manchego, Emiliano García-Page (PSOE). ¿Tenía que ser ahora cuando se planteara la reforma del delito de sedición?

El Gobierno del PSOE y Unidas Podemos necesita el apoyo de ERC para aprobar los presupuestos.

Están en minoría. Tienen que jugar con las reglas que hay no con las que se inventen ahora.

El PSOE andaluz también defiende ahora que una consulta sólo en Cataluña «está dentro de la ley».

¿El PSOE andaluz?

Sí. Lo manifestó su secretario de Organización tras una ejecutiva regional reunida el 8 enero pasado.

Yo no lo entiendo. Tendría que ver el documento, pero no lo entiendo. Andalucía tiene una legitimidad doble en la construcción del modelo de Estado. La primera es que fue el único territorio que ganó una batalla contra los poderes centrales en la historia de España. La segunda es que los andaluces hicimos un modelo autonómico no pensando en Andalucía sino en España. Nosotros perderíamos gran parte de las posibilidades de condicionar España si nos quedáramos en una mera posición de agravio comparativo y no defendiéramos el equilibrio de poderes de todos los territorios de España entre sí y con el Gobierno de la Nación. Yo creo que los problemas de España actuales necesitan un gran acuerdo.

¿Que el PSOE andaluz apoya la consulta en Cataluña... No lo entiendo. Tengo que ver el documento, pero no lo entiendo»

Tras las pasadas elecciones, usted firmó un manifiesto junto a Nicolás Redondo Terreros, entre otros exdirigentes, que rechazaba el pacto del PSOE con Podemos y reclamaba la vuelta al centro político. No les hicieron mucho caso. ¿Por qué una gran coalición es tan difícil en España?

Los partidos están ahora muy pendientes de las encuestas electorales del día siguiente. No piensan en el medio plazo. Sería necesario un acuerdo sobre el modelo de Estado. Lo hubo entre UCD y PSOE para el desarrollo de las autonomías en 1982. Caben acuerdos transversales para grandes proyectos sin necesidad de formar un gobierno. Pero estamos en una sociedad que no es líquida sino vaporosa. Ayer en una cafetería de Sevilla me pasó una cosa. Un señor de mi edad se me acercó y me dijo «yo también he votado al PSOE pero a mí me han engañado».

¿Y usted qué le contestó?

Mire usted, no será el único. A mí también. Es que pasar del A al B de un día para otro no se olvida. En Italia no se les ha olvidado a los votantes y han echado a un lado a dos partidos populistas. Primero, se vive mucho en el titular, en la inmediatez y en que esto es un juego y da igual lo que hagas. Segunda cuestión: los líderes actuales son excesivamente caudillistas. Un partido debe ser un lugar para los consensos sucesivos. El líder tiene que pastorear. Tercera cuestión: hablando el otro día con el periodista Teodoro León Gross sobre el catedrático de Derecho Procesal Salvatore Satta concluimos que todos los líderes políticos de la historia han sido incompletos, pero los líderes actuales no son conscientes de su incompletitud. Por eso hacen las cosas que hacen.

A propósito de pasar del A al B, Pedro Sánchez declaró que el 95% por ciento de los españoles no dormirían tranquilos con Pablo Iglesias, como vicepresidente. A las 48 horas del fiasco de la repetición electoral, pactó con él. ¿Usted es de esa «mayoría» de españoles que sufre insomnio?

Hay muy pocas cosas que me produzcan insomnio. La frase del insomnio fue desafortunada porque, como decía Manuel Fraga, la política hace extraños compañeros de cama. Ya decía Lope de Vega que en horas veinticuatro, pasaron de las musas al teatro.

¿Ese cambio de opinión tan repentino puede tener un efecto electoral?

Hay un gobierno constituido por dos partidos que han firmado unos acuerdos. Lo único que puedo pedir es que busquen las mejores políticas para satisfacer las necesidades de todos los españoles, no para resolver problemas políticos o judiciales ni para pacificar lo que no se va a pacificar nunca, porque los nacionalismos no tienen hartura, se lo digo en andaluz.

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