Javier López: «Ahora leer la prensa es un signo de distinción. Como veranear en Cannes»

El periodista acaba de publicar un libro ameno y divertido sobre la Transición española que vivió

López con su libro «El año que Eva María se fue» ABC

Romualdo Maestre

Javier López, sagaz periodista y escritor, colaborador de esta Casa, acaba de publicar su quinto libro «El año que Eva María se fue. Elogio de la Transición». En sus 148 páginas, y en forma de pequeños artículos amenos, divertidos, muchas veces sarcásticos, hace un ejercicio de memoria de lo que fue y vivió esa generación del ‘baby boom’ a la que pertenece.

Da la impresión cuando se lee su libro de que nuestra generación y la que nos precedió podría ser más pobre, pero más satisfecha desde otros puntos de vista.

Fuimos una generación de niños pobres y felices que nos hemos convertido, con el tiempo y las crisis, en hombres pobres y felices. A otras generaciones les va a ir peor.

¿Podría ser que tuviera, aunque suene paradójico, más tiempo y libertad?

En lo que a mí respecta, me crié en un maravilloso pueblo de Jaén, Villanueva del Arzobispo, y no supe quién era Franco hasta que se murió. ¿Cómo no iba a ser libre?

Jarcha, Mocedades, Serrat, Sabina, todos salen reflejados, ¿cree que sobrevivirán mucho tiempo en el recuerdo?

Más que Tangana, seguro. En los setenta la formación intelectual del adolescente incluía el ámbito musical. Y lo que se adquiere en esa época no se olvida. Las letras de Sabina y Serrat no caducarán mientras exista el desamor. En cuanto a Jarcha, con las dos Españas enfrentadas de nuevo, su canción es hoy más necesaria que nunca.

Dos canales de tv y en la memoria aún perviven las series de Kung Fu, la gabardina del inspector Colombo o La Clave de Balbín. Ahora se pueden ver 200, ¿recomendaría a sus hijos alguna serie o programa?

Sí, Crónicas de un pueblo, por su interés sociológico. Antonio Mercero reflejó en su serie, con más luces que sombras, la vida rural de un tiempo injusto, pero decente. Así es como lo definía mi padre, un socialista de los de antes. Otras series han envejecido peor. Visto desde la distancia el mensaje de Kung Fu no es más que literatura de sobre de azúcar.

Usted atribuye la crisis de la prensa al «descenso de la calidad lectora», que un cualquiera con una red social activa se atreve a cuestionar a un Pérez-Reverte en Twitter, por ejemplo.

Claro. Si el más tonto hace relojes, es que los relojes no son Rolex. Si hoy cualquiera se cree periodista es porque cualquiera se cree lector. Y no es así. Puede que lo fuera en los setenta, cuando la lectura de periódicos era una tendencia popular. Ahora leer la prensa es un signo de distinción. Como comprarte un Aston Martin o veranear en Cannes.

¿No cree que Zapatero quitó con la Memoria Histórica la te mayúscula de la Transición? ¿Nos hizo volver otra vez las dos Españas, la de los buenos buenísimos y la de los malos malísimos?

El maniqueísmo no es una invención de Zapatero: todos los dirigentes creen estar situados en el lado bueno de la ideología. Pero a él hay que atribuirle la revisión sectaria de la historia reciente de España que amenaza con acabar con la concordia, una de las vigas maestras de la Transición. En su descargo hay que admitir que no podía hacer otra cosa. De un político con tan pocas luces no puedes esperar el discurso de Gettysburg.

Puede ser, como usted deja constancia, que el PSOE empezó a hacer bandera del antifranquismo estando el dictador de cuerpo presente y por eso lleva ese retraso…

El congreso de Suresnes suple la ausencia de maquis. Aunque fueron los comunistas los que se enfrentaron al régimen desde dentro, fue el PSOE el que capitalizó el voto de la izquierda. Sin embargo, después de González, el PSOE añora derrocar a Franco. Por eso le mantiene vivo.

«El sectarismo ha impedido a media España admirar a Mingote y a la otra admirar a Forges», afirma. Y ellos se respetaban sin convertir sus chistes en panfletos...

En una viñeta de Mingote publicada en ABC un hombre le dice a otro que su hijo mayor asegura que todos los rojos son gentuza y el menor afirma que todos los fachas son escoria. El del medio también es gilipollas, concluye. Ese chiste lo explica todo.

A usted, como católico que presume de serlo, ya le habrán asignado su cuota de facha ¿no?

Claro, pero como mi pobreza es casi franciscana y soy proclive a la caridad les cuesta cuadrar el adjetivo. Soy 50.000 euros al año menos facha que muchos de los que me llaman así.

Con esto de la corrección política ¿no es más fácil que salga un homosexual del armario que uno de Comunión Tradicionalista Carlista?

Por fortuna, los homosexuales no necesitan ya esconderse en el armario. Y el resto, no debería hacerlo porque el armario es una cárcel con alcanfor. Hay que combatir la corrección política, que es un totalitarismo sutil, no con la incorrección, sino con la libertad.

¿Puede diferenciar el feminismo del hembrismo?

El feminismo es necesario. Sin la lucha de las bostonianas no existiría el sufragio femenino ni suscitaría escándalo el trato que profieren los talibanes a la mujer. El hembrismo, sin embargo, es un machismo a la inversa que combate la masculinidad, el gen bueno del hombre.

Echa de menos las revistas del papel cuché, donde Interviú nos recordaba con sus desnudos que esto de la libertad iba en serio. ¿Cree que hoy en día las permitiría el Ministerio de la Igualdad?

La carga política del desnudo de Marisol en el 76 era evidente. Interviú no simbolizaba el destape, sino la apertura. Ese número vendió un millón de ejemplares. Y no había tantos mirones en España. Si el tardofranquismo permitió su publicación es porque el advenimiento de los nuevos tiempos era imparable. Como los actuales pretenden acabar con lo que supusieron es probable que el Ministerio de Igualdad reniegue de esas revistas.

Usted recuerda a su padre como el trabajador que tuvo que emigrar a Suiza para ganarse la vida; ¿no están volviendo los jóvenes a esta situación, donde ya ser mileurista es un privilegio?

La emigración es siempre la evidencia de un fracaso, pero el desarraigo del que partía en los setenta era mayor que el de que parte en la segunda década de este siglo. Las nuevas tecnologías suavizan mucho el impacto que ocasiona dejar a los tuyos en tu tierra. Mi padre nunca se hizo a Suiza. Le gustaba el sueldo, pero echaba de menos a mi madre. Por eso volvió.

Me quedo con una frase suya, «como católico irradio, pues, una luz que no me pertenece en propiedad, pero a la que tengo derecho en usufructo».

Es la luz de Dios. Cuando la recibes y la compartes el Magnificat se convierte en Paquito El Chocolatero. Es como llevar dentro la alegría de cinco verbenas. Incluida la del sábado.

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