PERFIL
Javier Guerrero, el «jovial» solucionador de problemas que fumaba Marlboro
El exdirector de Trabajo fue el «señor Lobo» de los gobiernos socialistas, el que apagaba los conflictos laborales con ayudas
Francisco Javier Guerrero (El Pedroso, Sevilla, 1956) era el «señor Lobo» de la Junta de Andalucía. De haberlo conocido Tarantino, habría podido inspirarse en él para retratar a aquel singular personaje de «Pulp Fiction» capaz de arreglar cualquier problema por complejo que fuese .
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La misión del director general de Trabajo –fallecido este domingo– consistió precisamente en eso: en apagar los conflictos laborales que ponían en jaque la hegemonía del PSOE en el latifundio andaluz . Con este objetivo, la antigua cúpula autonómica ideó, alimentó y mantuvo durante diez años un sistema de ayudas que le permitió repartir 567 millones de fondos públicos sin rendir cuentas a nadie. No había publicidad ni concurrencia ni unas mínimas bases reguladoras. El método era su santa voluntad y las indicaciones que recibía de sus superiores para beneficiar a tal o cual empresa. « Guerrero era un Dios para mí », dijo de él un empresario de Huévar al que había concedido más de un millón.
Habló en la Misa del Gallo de su pueblo en 2013 para pedir que Dios castigase a los que lo han difamado
Este tipo «jovial» –como se definió a sí mismo–, con don de gentes y desparpajo, cumplió la tarea que le encomendaron a la perfección . Con lo que no contaban sus superiores es con que una juez, Mercedes Alaya, iba a poner patas arriba el bastión socialista después de que el exdirector general de Trabajo alertara a la Policía de la existencia de «un fondo de reptiles» en la Junta para socorrer a «criaturas necesitadas de ayuda sociolaboral», entre ellas su propia suegra y amigos de su pueblo. Y lo que se terciara solucionar.
Guerrero no sabía decir que no. Cuando abandonaba la sede de la Junta por la tarde, el bar del barrio sevillano de Nervión conocido como «Caramelo» se convertía en una prolongación de su despacho. Con una copa de balón de gintonic en la mano y un cigarro Marlboro en los labios, el ex alto cargo socialista despachaba ayudas entre alcaldes, amigos, abogados, empresarios y conseguidores . En 1999 trabó amistad con Juan Lanzas, el sindicalista de UGT que negoció en 1999 las ayudas para los extrabajadores de Cárnicas Molina, la malograda fábrica de embutidos de Jaén donde comenzó a gestarse el «método ERE».
Guerrero se dedicó a leer a Kafka y a jugar al ajedrez
Los desmanes de aquella época de crisis industrial le llevaron a la prisión en dos ocasiones, donde se dedicó a leer a Kafka, a jugar al ajedrez y a mantener animadas tertulias con su amigo Lanzas y otros presos sobre los ovnis.
De todo lo que se ha dicho, lo que más le desagradó fue que su antiguo chófer le acusara de gastarse las ayudas que le había concedido en cocaína para él. « No soy cocainómano ni alcohólico, pero me gusta el Marlboro y los gintonics de Beefeater», aclaró. Fue de los pocos que hizo sonreír a la juez cuando le contó que se reunía con empresarios y sindicatos en un pub y se tomaban una copa. «Allí invitaba al chófer a un refresco y yo me tomaba una coca... cola», bromeó en medio de un interrogatorio.
Ni corto ni perezoso, el 24 de diciembre de 2013 tomó la palabra durante la Misa del Gallo en su pueblo para pedir que Dios castigase a quienes le habían difamado. Ante la mirada atónita de los fieles, apeló a la Justicia divina. «Dios perdona, pero no juzga», proclamó.