VIOLENCIA DOMÉSTICA

Hijos que pegan a sus padres: cómo sobrevivir a la violencia en casa

Los casos de menores agresivos con sus progenitores crecen cada año. Andalucía es la segunda región de España con más denuncias de este tipo

M. MOGUER

Denunciar a un hijo es la última frontera. Para la vergüenza de sentirse fracasado como padre en primer lugar; para el drama de convivir con un agresor a la espera de un juicio, en segundo. Por eso, coinciden todos los involucrados en la violencia filioparental, hay tan pocos expedientes judiciales de este drama que «aumenta exponencialmente en Andalucía en los últimos años», según Gonzalo Cañestro, presidente del colegio de Trabajadores Sociales de Sevilla. Psicólogos, pedagogos, educadores, políticos y hasta las familias explican que de todos los casos de violencia de hijos a padres, se denuncia una minoría. Y de esa minoría, muchas denuncias se retiran antes de llegar a juicio.

«A mí jamás me ha pegado mi hijo. Pero me llama “puta” y me escupe». Es una respuesta real de una madre cuando desde la Fundación Ariadna-Mentoris se le preguntó por la situación en casa. Un síntoma de lo complicado que es identificar este problema social. A los progenitores les cuesta ver qué es violencia y cuándo son víctimas de sus hijos. «Hay que saber ver que en muchos casos violencia no es solo que tu hijo te pegue. Hay violencia verbal y agresiones que tendemos a ocultar», explica la educadora Cosette Franco, una de las responsables de la Fundación Mentoris, especializada en la mediación familiar.

Otro de las dificultades a la hora de abordar este problema es definir qué es maltrato. «Una pelea puntual no lo es» , aclara Franco. Tiene que ser «una actitud prolongada en el tiempo y que produzca miedo, un cambio de actitud en los padres», añade. «Cuando le preguntas a los padres si en su casa hay violencia hay quien te dice que no muchas veces. Pero luego confiesa que su hijo rompe sistemáticamente los cristales. Eso es maltrato».

Pero en muchos casos no hay denuncias. La vergüenza; la confusión del cariño con la sobreprotección; el mal rato de contarle a un agente de la Policía que se ha «fracasado» como padre y que tu hijo te da miedo. «El 70% de las denuncias en Andalucía se retiran» , detalla Franco, quien habla de un «factor emocional» que frena a los padres para llamar a la Policía cuando su hijo les pega.

«Estás hablando de tu hijo. Es muy difícil. Además, piensa que desde que se denuncia hasta que se produce un juicio hay que convivir con el hijo, a la espera de que lo llame un juez. Es muy duro». No acaban ahí las dificultades. «Está el qué dirán, los vecinos...». Todo se pone cuesta arriba porque, comparan muchos involucrados en este asunto, la violencia de hijos a padres es hoy lo que hace 20 años era la violencia machista : un problema silenciado y escondido tras la vergüenza de las víctimas. Faltan denuncias y que se hable del tema sin complejos.

Precisamente el mayor problema a la hora de calibrar el alcance del maltrato de hijos a padres en Andalucía es la falta de estadísticas . Según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)y la Fiscalía General del Estado, la Comunidad es la segunda región de España con más casos de menores que agreden a sus progenitores, con 926 denuncias por este asunto en 2015, solo detrás de Valencia (con 1.056). Muy lejos están Madrid en tercer puesto (406 denuncias) y Cataluña (310). Y, hay que tener en cuenta, explican desde la fundación Amigo, que «solo se denuncian los casos más graves», cuando «los padres se hartan», añade Cosette Franco.

El maltrato filioparental «no es cosa de barrios marginales, de clases sociales bajas» , aclara Franco. De hecho ellos, en su proyecto Mentoris de ayuda en casos de agresiones a padres, tienen familias de barrios normalizados de Sevilla como Los Remedios o Nervión. Y tienen casos tan «marcianos» como el de un padre que le quería montar una plantación de marihuana a su hijo para «acercarse a él». «Le dijimos que no debería, pero es una muestra de que el problema no es el menor, es la forma en que se le educa. Un menor agresivo es el síntoma de una enfermedad mayor, que está en la familia».

Franco arroja una mensaje positivo: de esto, se sale. Hace falta a veces denunciar, acudir a un especialista y comprometer a toda la familia en el proceso, pero se sale. «El mayor hándicap es no denunciar la situación. Si cuesta denunciar a la pareja, qué no costará denunciar a un hijo», razona.

Pero lo grave, destacan desde el Colegio de Trabajadores Sociales y desde la Oficina del Defensor del Menor de Andalucía, es que los agresores cada vez con más jóvenes. Si antes los menores denunciados tenían entre 16 y 17 años, hoy llegan a los Juzgados con entre 14 y 16 de media , señalan. La Oficina del Defensor ya alertaba de este problema en 2005. Un fenómeno «en auge», aseguran. De hecho, hablan de tasas de crecimiento de «más del 60%».

Pero, yendo a la raíz del asunto, muchos expertos destacan que puede estar –cuando no hay adicciones o patologías mentales–, en la educación. « Antes los padres tenían habilidades parentales más estructuradas. Ahora, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, las nuevas tecnologías, la velocidad a la que va la vida...», explican desde la Fundación Mentoris. Coincide el Defensor del Pueblo en señalar a la educación como un problema básico. Pero todos insisten en arrojar esperanza a padres e hijos:este es un problema con solución.

Atención a las familias

Desde la Consejería de Justicia de la Junta de Andalucía explican la administración tiene medios para ayudar a atajar y tratar este problema. «Los programas de violencia intrafamiliar tratan de mejorar la capacidad de estos menores para responder de manera adecuada ante cualquier situación de conflicto y reducir las conductas desajustadas», detallan.

Así, «sin perder el referente de la finalidad del sistema de justicia juvenil, y sea cual sea la medida que se adopte», desarrollan fuentes de Justicia, «es preciso, en estos casos, actuar no sólo con el menor sino también con la familia , por ello lo más eficaz y conveniente es la implantación de programas familiares integrales para restablecer las relaciones paterno filiales, asumiendo compromisos por ambas partes».

Para dar esta atención, la Junta ha creado los Grupo de Convivencia Educativo , especializado en las intervenciones de violencia filioparental. Además, cuenta con servicios de mediación familiar y servicios integrales de medio abierto (donde la intervención en este programa se lleva a cabo con el menor/joven y con sus progenitores a través de una concepción integral y multidisciplinar, estando involucrados, por tanto, profesionales de diferentes áreas de trabajo: Psicológica, Sociofamiliar y Educativa).

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