Las elecciones en Andalucía... ante la impaciencia de Mañueco en Castilla y León

La convocatoria electoral adelantada de Castilla y León evita que Andalucía sea laboratorio de pruebas pero añade tensiones al Gobierno de Juanma Moreno y Juan Marín ante otro previsible fracaso de Ciudadanos

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moeno, entra al Parlamento andaluz EP/ Joaquín Corchero

J. J. Borrero

Andalucía podría haber señalado el 13 de febrero como fecha electoral. En los altos despachos de la sede madrileña del PP se hubiera aplaudido la ocurrencia, pero Juanma Moreno fue inmune a las presiones. La vista de Génova se puso entonces en Castilla y León donde Fernández Mañueco se ha hecho un Ayuso para adelantar elecciones aprovechando un presunto devaneo de su socio de Gobierno. Lo de menos es la justificación , porque el contexto político de asfixia a Ciudadanos es más que evidente.

El adelanto electoral en Castilla y León exime a Andalucía de ser laboratorio de pruebas. Salvando las distancias, permitirá a Juanma Moreno tener una referencia, pero sus resultados podrían tensionar las relaciones con Ciudadanos que se han demostrado a prueba de bombas de todo tipo.

La lealtad demostrada por Moreno y Marín en defensa de su Gobierno debe pasar a la historia de la política por extraordinaria en estos tiempos de golpes bajos. La imagen de Moreno dirigiéndose el jueves al salón de plenos con su paraguas bajo el aguacero es elocuente. Nada perturba al «cambio».

Una encuesta de Gad3 otorga al PP en Castilla y León una amplia mayoría sobre el PSOE, al que sacaría entre 7 y 9 escaños. Vox pasaría de 1 a 10 escaños, mientras Ciudadanos, tras su paso por el Gobierno regional, perdería otros tantos diputados para jugarse incluso su supervivencia en ese parlamento.

Un nuevo desastre electoral de la formación naranja pondría en jaque a Arrimadas, que vincula las circunstancias que lastran a su partido a las urgencias de Casado. En ABC, la jerezana tachaba esta semana de «frivolidad» el adelanto electoral y advertía al popular de que puede echar en falta a Ciudadanos en sus aspiraciones para llegar a la Moncloa.

«Que deje de atacar a sus aliados», clamaba Arrimadas, como podría hacerlo cualquier miembro del Gobierno andaluz. Un Ejecutivo que se ha demostrado resistente a la lluvia ácida de las estrategias genovesas por hacerse cuanto antes con el botín de los votos desencantados de los liberales. Moreno ha demostrado estar al margen de esa estrategia e incómodo por sus efectos colaterales. Pero el entorno de Casado es insaciable y aprieta a la vista del desafecto que se está extendiendo sobre el jefe de filas y las dudas sobre su capacidad de liderazgo. Necesita reivindicarse en las siglas con otra victoria clara frente al socialismo. Y Mañuecos se ha ofrecido. Si, además, ese triunfo relativiza el de Ayuso, mejor para Casado, sostienen.

Ajeno a esas cuitas, Moreno se aferra al paraguas para aguantar el chaparrón de los que desean decirle eso de «te lo dije». Su hoja de ruta solo tiene un variable, la que marque la pandemia. Las elecciones serán entre finales de mayo y primero de octubre y lo que pase en Castilla y León servirá para marcar una estrategia electoral que tendrá como primer objetivo ganar con amplia mayoría las elecciones para evitar cualquier dependencia de Vox .

Si las encuestas del Barómetro de Bendodo no mienten, Ciudadanos aquí pierde diputados por trimestres. Pero aún tiene vida para participar, al menos, de una estrategia común electoral, con el ‘cambio’ como reclamo, por encima de siglas . Con listas separadas, pero un proyecto común, reeditar el pacto. Y un emblema, la moderación. El secreto de la resistencia del paraguas de Moreno frente a los chubascos.

Espadas pretendía jugar esa baza, pero su entrega al sanchismo lo ha marcado. La vuelta de Mario Jiménez al estrado parlamentario demuestra el oxímoron de un PSOE moderado. Mientras, Vox recapacita. Su bloqueo a los presupuestos le salió rana. Por eso dijo sí al decreto de simplificación. Andalucía es diferente, tiene la sensibilidad que no demostró Ortega Smith en su último mitin. Y eso no se improvisa.

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