Transplantes
«Cada vez que te suena el móvil te da un vuelco el corazón»
Adolfo Paz Este recibió su hígado nuevo en medio de la crisis sanitaria por el coronavirus
Adolfo Paz salió del hospital tras su trasplante el 3 de junio , día nacional del donante de órganos. Salió «muy muy muy agradecido al equipo médico», explica. «Qué personas más buenas, más humanas. Me han hecho sentir bien, me han ayudado». Pero la historia de este vecino de Córdoba de 59 años arranca un par de años, cuando le diagnosticaron algún problema en el hígado.
«Me dijeron que lo tenía graso. Me hicieron varias pruebas y vieron que tenía pólipos cancerosos». La noticia, un «mazazo», recuerda, la recibió solo. Había ido al médico pero pensaba que le dirían algo menor. «Creía que me recomendaría perder peso o algo así. Yo escuchaba al médico y me iba escurriendo. Según me lo decía, yo me iba cayendo de la silla hacia abajo. Qué mal rato», rememora.
Él, que presume de estar «casado y muy bien casado», ha vivido cómo su mujer Lola también pasaba un cáncer a la vez que él . «Los dos el mismo año... Ha sido duro», señala. Sus tres hijos y su nieta al principio solo supieron del tumor de Lola, no del suyo, por no asustar hasta que estuviera confirmado.
Pero llegó un momento en que hubo que contarlo. «Mi mayor preocupación era que no hubiera metástasis, ya ves tú, no que me tuvieran que trasplantar». Pero el tratamiento contra el cáncer no dio el resultado esperado y le anunciaron que entraba en la lista de trasplantes. «Yo solo preguntaba: ¿Pero tan grave estoy?», se ríe ahora.
Adolfo entró en lista el 20 de marzo pasado. Ya había estado de alarma, crisis de coronavirus y una situación delicadísima en los hospitales por la llegada de pacientes con Covid-19. «Yo pensaba como todo el mundo, que se estaba mucho tiempo en la lista de espera», recuerda. De hecho, ni se planteó que tuviera que operarse en medio de una pendemia mundial .
Pero le llamaron. Recuerda absolutamente todos los detalles de ese día : «Fue el 22 de mayo a las cuatro de la tarde cuando me sonó el teléfono. Era un número que no tenía. Ya te dicen que será así y te pasas desde que entras en lista con un susto cada vez que suena el móvil y no tiene el número en la agenda te da un vuelco el corazón», señala. Colgó y se fue el hospital a toda prisa. «Cogí la moto y en 20 minutos estaba ya allí. La doctora hasta se sorprendió», indica.
Al final era compatible con el donante y sobre las siete y media de la tarde le dijeron que le trasplantaban. Esa noche le bajaron a quirófano y a las diez y media de la noche ya le habían operado
Él, que se quería ir este verano a ver a su nieta Alba a Oviedo, donde vive con sus padres y que creía que una pandemia iba a hacer imposible estrenar hígado, había tardado apenas dos meses en que le llamaran y solo unas horas en tener un nuevo órgano.
Al acabar la operación le llevaron a la UCI. Y era justo el día del alumbrado de la Feria de Córdoba. Tampoco se perdió la fiesta. Cuenta que todo el personal de cuidados intensivos le atendió «de cine». «Hicieron un alumbrado, montaron como unas casetas, había música...» Se emociona al recordar. «Todo el personal fue fabuloso de verdad. Y esto ha sido mientras ocurría todo lo del coronavirus, que era más trabajo para ellos. Son gente alegre y que te contagia eso», señala.
Adolfo tardó poco en recibir el alta y está en casa desde la pasada semana. Desde allí bromea con que el hígado que le hayan puesto sea el de Julio Anguita, político al que admira ba por su cultura y su facilidad de palabra.
Además, este cordobés al que la generosidad de una familia donante le ha dado una nueva vida, asegura que está deseoso de poder ayudar a otros: «Estoy feliz, me encanta la idea de ayudar a otros . Si tengo que hablar con otros pacientes para contarles qué es esto y cómo se pasa, yo encantado», explica.
Aunque se operó en medio de la crisis del coronavirus, siempre se sintió en las mejores manos: «Hay que confiar en los médicos , en el personal de Enfermería, en todos. Ellos saben. Si te dicen que se puede operar, se puede. Yo no admito ahí discusión».
Lo que tiene decidido es que él va a donar sus órganos cuando le toque. Se lo tiene dicho a Lola, su mujer y también a sus tres hijos. «Cuando muera, que donen todo . Que qué más da, si de todos modos me van a quemar, me van a incinerar, que por lo menos valga lo que quede para darle una segunda oportunidad a alguien, como alguien me ha dado a mí. Merece la pena ser donante», indica.
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