Alcohol, música y juventud, el cóctel que hace crecer los brotes del coronavirus en Andalucía
Los «beach club» y las discotecas se sitúan en el punto de mira de las autoridades por ser posibles focos de expansión del Covid-19
El ocio, tanto nocturno como diurno, se ha destapado como un dilema para el control de la pandemia. El cóctel, que conforma el alcohol con la juventud liberada tras meses de encierro obligatorio y la música para bailar, es tá siendo un problema en las costas andaluzas . Áreas turísticas de Almería, Málaga o Huelva han estado en el ojo del huracán por sus zonas de ocio en discotecas, clubes de playa o botellones. Los rebrotes, que se acercan al centenar en Andalucía, tienen otro tanto de personas contagiadas por coronavirus, y la fiesta juvenil apunta a un importante vector de propagación . ¿Dónde está el justo equilibrio entre la necesaria prevención y la diversión?
Los primeros casos de fiestas descontroladas y botellones comenzaron a verse en Matalascañas (Almonte) y desataron la protesta de asociaciones de propietarios. Luego la alarma se trasladó a pueblos del interior, como Escacena, donde más de un centenar de jóvenes participó en un «macrobotellón» denunciado por el mismo Ayuntamiento. «Fuimos contundentes y la situación se arregló», afirma el secretario del Círculo Empresarial de Turismo de Huelva, Rafael Barba. Las multas por este tipo de aglomeraciones se han ido dando desde entonces en Lepe, La Antilla, Punta Umbría, Rincón de la Victoria en Málaga o Vera en Almería.
La vecina Mojácar ha sido en el último tiempo el paradigma de los contagios en la región del sur en discotecas, después de los 117 positivos al principio del verano en una sala de fiesta de Córdoba . Se temía la llegada de turistas a un lugar en el que, en los momentos más crudos de la pandemia, las infecciones no fueron un problema excesivo.
Pero en pleno verano, el calor trajo a los visitantes, las discotecas abrieron sus puertas, la fiesta se adueñó de la playa y el coronavirus encontró una vía de entrada idónea . Cerca de 950 pruebas PCR para detectar la enfermedad han hecho los rastreadores de la Junta entre los visitantes de las discotecas Mandala, Moma y Lua entre los días 24 y 30 de julio en Mojácar. Hallaron 70 positivos con una media de edad de 33 años. « Por culpa de algunos sinvergüenzas estamos perdiendo lo poco que teníamos », denuncia un empresario de la zona, que prefiere no revelar su identidad. Además, añade que son muchos los que cumplen las normas y han invertido en poner en marcha todas las medidas, pero si otros empresarios no lo hacen, y permiten que los clientes no cumplan con las medidas, «habrá que cerrar».
Organizar fiestas legales
Es la misma sensación que hay entre los empresarios de playas de Málaga, que se alejan de las polémicas suscitadas en la Costa del Sol. «El 99 por ciento de los chiringuitos tiene su actividad tradicional y cumplen con todas las medidas, pero hay siete que se dedican a organizar fiestas, cierran a las 21.00 horas y son los que generan polémica », señala Manuel Villafaina, presidente de esta patronal, quien lamenta la imagen de descontrol que están dando los llamados «beach club».
«El que no cumpla que lo cierren», sentencia Villafaina, conocedor de que las redes sociales se llenan por las tardes de imágenes, cada vez más furtivas, de fiestas en torno a las piscinas de estos establecimientos en la Costa del Sol. No hay mascarillas, ni distancia, se consume alcohol y se baila al son que marca un pincha discos contratado para la ocasión. Las camas balinesas y las cachimbas se están convirtiendo en un riesgo de contagio grave , que ha llevado a las autoridades a cerrar ya uno de estos «chiringuitos» por una fiesta descontrolada. Ocurrió en Torremolinos la semana pasada. Las imágenes mostraban a Fran Sotomayor, del dúo de pinchadiscos Les Castizos, escupiendo Jägermaister al público, repartiendo de la botella de este licor, de la que estaba bebiendo a morro, entre una muchedumbre que no cumplía ninguna medida de seguridad .
La Junta investiga los hechos para imponer una sanción, que según la nueva normativa, podría llegar a los 600.000 euros por facilitar un contagio masivo . Hasta el momento, el establecimiento está clausurado por el Consistorio de forma cautelar, hasta que se resuelva este expediente. Es la misma determinación que se tomó en la discoteca Olivia Valère, después de que una decena de empleados dieran positivo en los testeos que llevaron a cabo los rastreadores en el hospital Costa del Sol. El emblema de la noche de Marbella ha tenido que apagar la música durante unos días en sus establecimientos para desinfectar y revisar todas las condiciones de seguridad contra el coronavirus.
También en la Costa del Sol se produjo el cierre de la dicoteca Goa, de Benalmádena. Allí los inspectores encontraron a gente bailando en la pista de baile, lo que está prohibido.
Estos ejemplos han llevado a la Junta a endurecer una normativa que ha enervado a los empresarios de la noche andaluces, que aseguraron sentirse un «chivo expiatorio» ante la llegada de una segunda ola de la pandemia . La Junta planteó reducir aforos y endurecer las medidas de seguridad, ante las reservas de los empresarios. «Si con las condiciones que teníamos estábamos prácticamente en pérdidas, con la limitación horaria y que no se puede bailar, vamos a tener que cerrar», explica Juan Rambla, vicepresidente de «Andalucía de Noche».
Tarifa, en Cádiz, es sinónimo de verano, diversión, deporte y relax en un entorno único y con unas playas paradisíacas. Este municipio gaditano, de algo más de 18.000 habitantes, llega a cuatriplicar su población en temporada estival. Este año no es una excepción y, pese al Covid, la ocupación hotelera vuelve a estar al cien por cien.
David Álvarez es el propietario del chiringuito El Tumbao, un establecimiento señero en el verano de Tarifa, con 13 años a sus espaldas y que ha tenido que reinventarse debido a la pandemia. Ha renunciado a organizar conciertos y actuaciones en directo. No quiere que la situación se descontrole: «Somos un referente a nivel nacional. Un concierto es para que la gente se divierta y se lo pase bien, y no para estar todo el tiempo advirtiendo a los clientes de que se pongan la mascarilla o se sienten. Nos da mucha pena no poder ofrecer trabajo a los músicos, pero es que sería realmente complicado. Por eso hemos optado por música muy tranquila, chill out y clásica».
Botellones en la playa
David reconoce que el de 2020 está siendo un verano «muy extraño» y que se le está haciendo muy difícil: «Somos muy estrictos con las medidas. Todo el personal lleva mascarilla, tenemos el aforo muy controlado y los espacios para mantener la distancia. Advertimos todo el tiempo por el micro sobre lo que hay que hacer, pero está resultando realmente complicado. Vendemos diversión, hay alcohol… Ahora, además, la gente no puede estar en la barra, hay que atender en mesa, y controlar eso también requiere una atención constante. Cada día te vas a casa con una ansiedad enorme. Al final, el poco dinero que gane me lo voy a tener que gastar en psicólogos . Es una tensión diaria. No podemos más», indica.
Este empresario se lamenta además del contrasentido de que en su establecimiento se sigan las normas a rajatabla y que enfrente, en la playa, haya demasiados bañistas y botellones, reuniones en la que no hay mascarillas ni distancia social. «Se supone que las normas son las mismas para todos pero no hay suficiente gente para controlar las playas, las autoridades tampoco dan abasto », se queja.
Por ello, critica que se haya puesto en la diana a los locales de ocio y que sobre estos establecimientos penda constantemente la amenaza de sanciones y cierre «cuando, en nuestro caso estamos siendo muy estrictos. Es muy fácil cerrar un local cuando hace algo mal y un contrasentido que la playa esté atestada de gente sin cumplir las normas . Unos sí y otros no. Esto nos está matando».
Es tal la afluencia de personas en Tarifa y tan estricto el control que se impone en «El Tumbao», que el chiringuito ha tenido que poner una valla con pinchos para que quienes no cumplen las normas se la saltaran: «Cerramos a una altura y la gente saltaba la valla. Hemos tenido que colocar pinchos de alambrada para evitarlo , de locos. No podemos hacer más. Cuando hay levante y la gente no puede estar en la playa se viene al chiringuito y se forman colas. ¿Cómo controlamos eso? Tengo ganas de que termine ya el verano. Estoy pensando incluso no abrir en septiembre», concluye.
Con información de J.J. Madueño (Málaga), Raquel Pérez (Almería), Rosa Font (Huelva) y Soraya Fernández (Cádiz).
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