Pretérito imperfecto
El Plan de Córdoba
Teorizar sobre las ciudades es, a veces, construir castillos de naipes a los que un soplo inoportuno devuelve su fragilidad
La flor de Medina Azahara
La Mezquita, al juzgado
Teorizar sobre las ciudades es, a veces, como construir castillos de naipes a los que un soplo inoportuno devuelve su fragilidad. Llevamos décadas leyendo sesudos documentos en Córdoba de consultoría costeada a los que llamamos planes estratégicos. Una especie de común acuerdo entre analistas y colectivos de postín sobre las necesidades reales y las apuestas solventes para el futuro inmediato de Córdoba. En una empresa seria y solvente, este tipo de 'hojas de ruta' se mantienen y más tarde o más temprano se cumplen, aunque su entorno no sea el más propicio y las crisis económicas zarandeen un guión con el que remar en una misma dirección.
Durante décadas, esos planes se han ido superponiendo sin más esfuerzo que un corta y pega de las mismas recetas puesto que la llegada de esos grandes proyectos transformadores no se producía. Y lo que es peor, nunca ha habido voluntad política de continuidad en el empeño. Cuando sí se daba a nivel local, el bloqueo venía de instancias superiores frenando infraestructuras que aún hoy retumban de vergüenza.
Cuando no la ha habido desde Capitulares, de manera muy frecuente, sí parecía despertarse del letargo la consideración hacia una ciudad anclada en el furgón de cola de los grandes presupuestos y las componendas políticas.
'La Mirada Económica de ABC' ha acogido esta semana las claves del plan a diez años que el actual equipo de gobierno está perfilando. Mismas recetas en muchos aspectos, por inconclusas, y nuevos objetivos amplificados como el caso del sector logístico gracias al logro de la Base Logística del Ejército de Tierra, la verdadera piedra de toque para el horizonte de la ciudad. También la biomedicina y la industria 4.0, aunque ésta en un incipiente tejido de jóvenes emprendedores digitales a los que por lo menos ya se les ha reconcodio y se les sigue con más cariño.
Luego están los sectores tradicionales como el turismo, que necesita más proyección o más eficaz lanzamiento, pues los esfuerzos no parecen lucirnos tanto como debieran. Y la agroindustria, que no termina de abrochar una centralidad complementaria a la vitalidad que presenta en la provincia.
Pero la Base, sin duda, ha sido la gran raya en el agua de esa mezquindad reinante cada cuatro años, al estilo del mito de Penélope: políticos tejiendo y destejiendo en una eterna espera de la nada. Y hay que felicitarse, y sobre todo, animar encarecidamente a que, teoremas aparte, las corporaciones venideras sean capaces de seguir tirando de esta apuesta determinante que lleva parejos efectos colaterales desde la gastronomía a la formación, desde las carreteras al sector residencial, desde el empleo, al consumo o la cultura. Sólo si se respeta esta guía y no se ponen palos en las ruedas de este camino (u otros) de fondo, algún día podremos reunirnos otra vez a contar un caso de éxito que fue capaz de transformar el anquilosado mecanismo de una ciudad que no sabe (o no quiere) escapar del bucle melancólico en el que a veces se esconde. El plan de Córdoba sería entonces tan simple y tan utópico a la vez.