CORONAVIRUS ANDALUCÍA

Una mujer de Ronda de 106 años del convoy apedreado en La Línea supera el coronavirus

La anciana ha dado negativo en el tercer test que le han realizado y ya se considera que ha superado la pandemia

Última hora coronavirus Andalucía: sigue las últimas noticias

Ana tras salir de cuidado críticos y hacerle el test en el que dio negativo en coronavirus Cedida por la familia

J.J. Madueño

Ana del Valle (Ronda, 20 de octubre de 1913) es una dulce anciana que se ha convertido en un símbolo de supervivencia contra el coronavirus en Andalucía. A sus 106 años, ha dado negativo en su tercer test para detectar el covid-19, tras estar crítica por la pandemia. «Lo ha superado» , le dijo la doctora que la atiende en la Residencia de Tiempo Libre de La Línea de la Concepción a sus familiares durante la llamada con el parte médico que reciben a diario. En el último mes no todo fueron buenas noticias, h asta en dos ocasiones dio positivo .

Primero fue uno que los llenó a todos de incertidumbre, luego otro en el que le dijeron que le ponían tratamiento. La enfermedad se cebaba con los más mayores y la dejaron en observación por su edad, hasta que se curó. Esa ha sido l a última guerra ganada de esta anciana de Ronda , aquejada de demencia, pero con unas analíticas impolutas.

Ella fue una de los ancianos insultados y apedreados por un grupo de energúmenos al llegar a esta localidad gaditana desde la residencia de Alcalá de Valle, donde se habían reportado varias muertes por coronavirus y se tuvo que trasladar al resto de internos para preservar su salud. «No sé cómo el ser humano puede ser tan mezquino. Lloramos todos, porque fue tremendo ver a esas personas desprotegidas sufrir eso », afirma Francisca Sánchez, quien explica que su suegra iba en uno de esos autobuses y que, tras el incidente, lo que ha primado entre los vecinos son las muestras de solidaridad hacia este grupo.

Ha salvado una longeva vida llena de experiencias . Su familia la defiende como una trabajadora incansable en el campo, junto a su marido, que murió hace 24 años y con el que vivió en el cortijo de «El Quejigal». Allí formaron una numerosa familia con el recuerdo de cuando al abuelo lo hirieron durante la Guerra Civil en Peñarroya (Córdoba), donde estaba luchando en el frente, después de que le prorrogaran la mili que debía acabar para volver a su lado.

«A los80 años se apuntó al hogar del jubilado para aprender a leer y a escribir»

El percance de su marido en la Guerra Civil fue un susto al que siguieron años de hambre en la postguerra trabajando para poder salir adelante. Labrar, sembrar, segar, cuidar ganado… Su vida se manejó entre faenas laboriosas , a la que después de mudarse a Ronda sumó otras como modista. Siempre fue coqueta y le gustaba arreglase para salir. «Se ponía sus joyas, se pintaba los labios y salía cuando había fiesta en la ciudad. Ella siempre se ha reinventado, como cuando con 80 años se apuntó al hogar del jubilado para aprender a leer y a escribir», recuerda su nuera.

A lo largo de su vida, tuvo cuatro hijos, cuatro nietos y cuatro bisnietos en una extensa familia que la colma de cariño. «Sus hijos le decían que no pusiera todos los oros, que con la edad que tenía le iban a dar un tirón por ahí y le iban a hacer daño, pero siempre que podía se arreglaba y salía a calle », reseña Francisca Sánchez, que narra cómo siempre se ha sobrepuesto a todas las adversidades.

Su vida no ha sido fácil, desde aquella época de niñez trabajando en el cortijo «Las Mimbres» en la Serranía de Ronda. Fue allí donde encaró la primera epidemia, que segó la vida de su hermana . La abuela siempre contó que su madre la halló en el campo muerta, cuando iba por leche a otro cortijo. Estaba enferma y aquella gripe se la llevó por delante en medio del esfuerzo en aquel camino. «Ana también sobrevivió al tifus y ahora dicen que no va morir de coronavirus», explica su nuera.

«Sobrevivió a la gripe española, al tifus y ahora se ha curado del coronavirus»

La tragedia de su hermana no fue la única que ha tenido que soportar. Uno de los golpes más duros fue cuando perdió a su primogénito cuando este tenía 49 años . Siguió luchando, siendo un pilar para los que la rodean, que se vieron obligados a internarla en aquella residencia por culpa de esa enfermedad que le hace no reconocer a los suyos en muchas ocasiones. Ahora viven preocupados, puesto que no pueden visitarla . Sólo tienen de ella un reporte médico. «Nos llaman una vez al día. Cuando estuvo más enferma, lo hacían dos o tres veces para decirnos la evolución», recuerda su nuera.

La comunicación actual ya no se hace por videollamada, como cuando la residencia cortó las visitas. «Se pone muy nerviosa», asevera su nuera, quien señala que explica que estos momentos saben de ella por la llamada de los médicos, así como por las fotos y los videos que reciben diariamente. «Nosotros también le mandamos fotos y videos para que se los enseñen cuando esté más tranquila », remarca.

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