SOCIEDAD

Las miserias que el lujo de Marbella no puede esconder

Cruz Roja atiende con una red de 15 voluntarios a unas cuarenta personas que están en la calle, aunque hay más que no están registrados. Son las principales víctimas de la ola de frío

Helmut vive en la Estación de Autobuses de Marbella J. J. M.

J.J. MADUEÑO

Antonio, Kyllian y Juan viven en un chalet en la zona de Guadalpín Banús, una de las áreas residenciales de Puerto Banús, el centro de la pompa marbellí, el lugar con más firmas de lujo por metro cuadrado del mundo. Al final de la calle está el mar. Un emplazamiento privilegiado. Es una de las zonas más caras de Marbella, pero ellos son «okupas». La vivienda que habitan está abandonada, ruinosa y tiene partes derrumbadas . Mal lugar para aguantar la ola de frío  que estos días ha asolado España sólo con las mantas y abrigos que la caridad de los vecinos y Cruz Roja es capaz de proporcionar. Al otro lado de la estrecha calle se erige uno de los complejos de apartamentos residenciales que dan renombre al glamour marbellí. Dentro del recinto, vallado y con seguridad privada, una residencia puede llegar a costar 400.000 euros. «Ahí dentro puede haber apartamentos hasta de dos millones de euros», matiza Joaquín Velázquez, coordinador del programa Intemperie de Cruz Roja en Marbella. Los moradores del interior suelen ser conocidos organizadores o colaboradores del más del centenar de galas benéficas, aglutinadoras de ricos y famosos, que se producen en la ciudad anualmente.

La ambulancia para cerca de la salida de vehículos de la lujosa urbanización. Una vecina pasa, mira a Antonio y dice buenas noches al entrevistador, tira la basura, se sube en el coche y se marcha. Ester García apunta lo que les dejan: comida, una manta, agua, material de aseo y ropa interior limpia . «Los vecinos sólo se han preocupado de nosotros una vez. Nos sentamos en la calle y pusimos música. Llamaron a la policía para que nos echaran», señala Antonio, que vive allí con una pensión de 400 euros. Los voluntarios de Cruz Roja se interesan por Juan, en silla de ruedas por sus problemas de cadera. En el patio del chalet está sentado con la radio como compañía. Da la bienvenida y pregunta por «su niña» Maribel –otra de las voluntarias–. Nos abre las puertas de su hogar y asegura que se encuentra «bien», mientras alza el pulgar.

A dos minutos allí, en una chabola en un descampado vive Francisco, que está contento porque a su hermano Antonio le ha salido un «chapú» y está trabajando en ese momento. «Llevo siete años en la calle. Tengo nietos, hijos, familia y una ex mujer, pero están enfadados conmigo», señala Francisco, que nos invita a ver su casa. Dice haber estado en la cárcel y «picotear» con la droga. Sobre una mesa hay dos rebanadas de pan y tres lonchas de salami para cenar. «No estoy muy enganchado. Quiero salir, pero aquí al final acabas yendo al camello. La droga sirve para dormir los sentimientos », lamenta Francisco.

La ruta sigue. Al final de la calle vive Bodmer en una obra abandonada. Tiene los dos pies vendados por unas úlceras. Los voluntarios le preguntan si ha ido al médico, le dan lo que necesita y se interesan por la zona donde duerme. Les preocupa que esté húmeda tras las lluvias y su estado empeore. «Todo está bien», dice el alemán, que asegura que va todos los días andando, pese al estado de sus pies, al médico para que lo curen. Situación parecida a la de Helmut, otro alemán en las calles de Marbella. A sus 61 años padece una enfermedad en el hígado que le genera líquido interno. Cada 15 días llama a la ambulancia y lo llevan al hospital. «Le sacan más de 20 litros del vientre», remarca Joaquín. Los voluntarios preguntan por el seguimiento médico de sus dolencias. «No tengo dinero para ir en autobús a las citas en el hospital. Cuando estoy muy mal, llamo, voy por urgencias en la ambulancia y cuando me quitan el líquido me traen aquí otra vez », narra Helmut.

En Marbella no existe un sistema de atención y traslado sanitario a las personas sin hogar. En la ciudad, que tuvo una planta del hospital comarcal reservada para el Rey Fahd de Arabia Saudí y sus dolencias cardíacas durante años, el único servicio sanitario a la gente en la calle lo da Cruz Roja , que sólo tiene recursos para cubrir algunas necesidades básicas. Según los datos de Luxury Spain, Marbella fue la segunda ciudad de España que más facturó en el sector de lujo en 2016. Las empresas dedicadas a este segmento de clientes, que representan el cinco por ciento de la población mundial, superaron los 1.480 millones de euros. Es el principal destino de gasto nacional de productos de alta gama, tras Barcelona. Contra esto, Cruz Roja tiene un registro de atención de unas 40 personas cada martes y jueves –ampliado con la ola de frío a todos los días de esta semana hasta el domingo–.

Es noche de un nuevo registro. María Jesús y Andrés, son dos jóvenes que se vieron atrapados en las calles de Marbella. Su coche se rompió mientras buscaban trabajo y compraron una pequeña caravana que quedó varada en el aparcamiento, que servía como parte del mercadillo en Las Albarizas. Ahora parte de las obras de un nuevo boulevard. «Andrés era jefe de mantenimiento de la escuela de equitación de Estepona. Lo despidieron y nos vemos en la calle con tres niños, que están con familiares nuestros», asegura María Jesús, que pide compresas, ya que sufre un cáncer de útero que le genera fuertes hemorragias. «Me tengo que operar, pero cuándo me echen del hospital dónde voy», lamentaba la joven que sólo pedía que les arreglaran el coche para poder seguir buscando trabajo. Meses después, Cáritas de Marbella, defenestrado del erario municipal, los ha acomodado en un piso social y les ha arreglado el coche para que puedan salir de las calles.

Es la realidad de Marbella: familias desamparadas al lado de los máximos niveles de ostentación . Historias que sólo socorren un grupo de 15 voluntarios, dos veces por semana en turnos de dos. Hasta el Consistorio ha mirado en 2016 para otro lado. Las noches son largas. Dos parejas residen en la Playa del Cable y un usuario en las cuadras de los coches de caballos, que los turistas risueños usan para pasear por el centro. Otro en el polígono cerca de los camiones de basura. También una historia feliz, como la de un antiguo usuario, que vivía en un cajero de Ricardo Soriano –vía principal de Marbella– y se ha marchado para rehabilitarse de sus adicciones.

Las experiencias se suceden entre portales y cartones, hasta llegar a la puerta de las duchas públicas que gestionaba Ser Humano y que han estado cerradas más de dos meses por los recortes municipales. « El Ayuntamiento no las limpiaba y el voluntario encargado las cerró . Era como un pueblo bombardeado», asegura Joaquín, sobre el lugar donde el gobierno municipal pretende hacer el centro para atender a las personas sin recursos de la ciudad. Personas sólo amparadas por la solidaridad de unos cuantos ciudadanos , que se organizan en mitad de la noche para combatir la desigualdad, más patente cuando se ve envuelta por una ola de frío como la actual y el Ayuntamiento reacciona tarde por no tener diseñados protocolos de actuación.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación