Periodismo

«Manuel Alcántara sabía que el insulto era la derrota del ingenio»

Los columnistas Ignacio Camacho, Rosa Belmonte y Jorge Bustos homenajean al maestro en el primer congreso que se celebra tras su fallecimiento

Pablo Aranda, Jorge Bustos, Teodoro León Gross, Rosa Belmonte e Ignacio Camacho en el encuentro ABC

Pablo Marinetto

Han pasado ya seis meses desde que las teclas de la máquina de escribir de Manuel Alcántara se quedaron huérfanas. Con su marcha no solo despedimos a uno de los poetas y articulistas más brillantes que ha dado la historia del periodismo en España, sino que además se adormecía ese columnismo literario que durante años deleitó a los lectores con su brillante derroche de irónica inteligencia . Hoy sus 30.000 artículos son el legado de una nueva generación de periodistas que tienen en la figura de Alcántara el espejo en el que mirarse.

«Si hay alguien que era capaz de influir en lo que escribimos, ese era él», señaló ayer en Málaga Rosa Belmonte. La columnista de Vocento participó junto a Ignacio Camacho, Jorge Bustos y Teodoro León Gross en el particular homenaje al maestro con motivo de la VII edición del Congreso Internacional de Periodismo que lleva su nombre y que se celebra por primera vez en su ausencia. Si hay algo en lo que estuvieron de acuerdo los ponentes fue en la audacia con la que el decano del columnismo español criticaba desde la cordialidad.

«Manolo nunca insultó. Sabía que el insulto era la derrota del ingenio o el triunfo de la pereza mental» , dijo Camacho, que lo recordó como «un maestro de la ironía, que no del sarcasmo. Porque el sarcasmo no es humanitario». Y es que, según el columnista de ABC, si Alcántara se caracterizaba por algo, era por su calidad humana, que siempre supo trasladar a sus textos. «Nunca fue ácido, y los que lo conocíamos sabemos que podía serlo». Una cualidad -aseguró- que los columnistas del momento deben poner de relieve en un ambiente en el que impera el «alineamiento banderizo» y el «columnismo dogmático».

Para Jorge Bustos, jefe de Opinión de El Mundo, el maestro representaba la «alquimia perfecta» entre dos versiones de columnistas. Los de ideas y los que derrochan opinión. Una tarea que desempeñó siempre con una maestría prodigiosa, dando a luz columnas en las que los ojos del lector discurren en un alarde de «concreción, precisión, brevedad, ironía e incluso retranca» , aseguró Belmonte, que confesó su envidia sana por la forma con la que Alcántara era capaz, en sus crónicas deportivas, de llamar a Maradona «genio y botarate en una misma frase».

Sin lugar a dudas, el Alcántara que quedará para la posteridad será el que resurgió de sus cenizas tras unos años 50 en los que estuvo muy cercano a la retórica de la época y una Transición que fue «caótica» para el maestro, recordó León Gross. Los últimos directores del periódico «lo despreciaron y lo fueron marginando en el espacio gráfico con columnas menores», señaló, pero volvió a ser reconocido a principios de los 90 convirtiéndose en el Alcántara más reconocible, el que «encontró en la columna un género perfecto para transmitir su poesía» .

«Envidié siempre su capacidad para hacer una columna filosófica sin que fuera densa. Sin parecer cursi», subrayó Bustos, que ahondó en las posibilidades de supervivencia de un oficio que es «un servicio leal y de pura entrega al lector» . En este sentido, ansió que los jóvenes «millennials» se sigan interesando en el columnismo, aunque los rastros de tinta en las yemas sucumban al brillo de las pantallas.

Un emocionado Ignacio Camacho destacó «las dos cualidades que forman parte de su legado» y que no son otras que la persistencia y la piedad. «Escribió todos los días del año durante más de tres décadas y hasta el último de sus días» , señaló, al tiempo que evidenció su fidelidad al lector recordando una de sus frases habituales cuando llegaba la hora de darle a la tecla: «me voy, que no estoy escrito».

Su tenacidad estuvo siempre acompañada de la piedad que, según Camacho, nacía de su humilde personalidad. «Tenía la propiedad de dudar y, por lo tanto, estar abierto a otras verdades. Esto no quiere decir que no fuese crítico. Pero sabía endulzar la critica a través del humor, con una chispa suave y casi con ternura» , alabó. Su firma ya no volverá a aparecer en las contraportadas de los periódicos, pero su obra queda para la posteridad. Como un recuerdo de la sencillez y honestidad que la edad confirió a Manuel Alcántara. Al eterno maestro.

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