MÚSICA

Tom Jones resuena en la cantera de Marbella

El tigre de Gales dejó en Starlite Marbella un recital basado en la calidez de su rugido y en su historia discográfica

El cantante Tom Jones, durante su recital en Starlite Marbella @StarliteFest

J.J. MADUEÑO

A Ortega y Gasset se le atribuye aquello de que «el tigre no puede dejar de ser tigre» cuando hablaba de la deshumanización del ser humano. Y Tom Jones viene a darle la razón a aquella sentencia sobre el fiero felino. El «tigre de Gales» emergió en la cantera de Starlite entre la penumbra impuesta a los flashes por su equipo. En la oscuridad de un escenario sobrio y con tan sólo media banda. Dejó «Burning hell» y «Run on» en un alarde vocal que levantó los aplausos y gritos de un graderío veterano y bailón. Era sólo el comienzo de una noche diseñada para el lucimiento de la voz , para que el «oh, yeah» se repitiera hasta la saciedad y para que los presentes recordaran viejos amores de juventud.

Es la potencia de un artista antiguo que no necesita grandes añadidos para brillar con luz propia. Recuerda a la gente que le ha acompañado durante su vida. El anecdotario se llena de nombres como Elvis Presley y de ciudades como Las Vegas. La banda es sólo un potenciador del hombre de pelo blanco, barba recortada, vestimenta oscura y que expone su voz cálida y profunda. No es hasta la tercera canción que el escenario se llena de músicos. En «Hit or miss» sonaron todos los instrumentos y sobre todo la voz, base sobre la que todo el «show» pivota.

Hubo palabras de cariño a su madre en «Mama» como antesala de «Sex bomb». Se levantó el respetable , aparecieron las banderas de Gales en la grada, los quiebros de cadera imposibles y hasta una señora lanzó ropa interior al acabar la canción. Se había desatado la furia. «Tomorrow night», «Ruckus» y «Take my love», donde evocó amores perdidos, dieron paso a los coros, la agitación de brazos y a la voz. Siempre esa voz como un eterno rugido cariñoso. Un puñal desgarró en «Dalilah» los recuerdos de antiguos desamores . Parecía el cenit de una noche mágica en el lugar donde al aparecer las estrellas las rocas se vuelven de colores.

Desmoronó el alma en «Soul of a man» y clamó que el rey del rock es eterno en «Elvis blues» . Paseó por la conciencia de Leonard Cohen en «Tower of songs» y recorrió el prado de su infancia en «Green grass» hasta que «unusual» transportó a todos a 1940 con aquel «It's not unusual to be loved by anyone...» . El concierto comenzaba a cerrarse con «Hat» y «If I only knew» para rematar con ««If wish you would». Amagó con marcharse en ese teatro de peticiones para la vuelta deseada. No duró mucho entre bambalinas. Había ganas de más.

«Thunderball» con James Bond en la pantalla y la grada bailando el inicio de la despedida arrancó el «bis». Volvió a rendir t ributo a uno de los grandes: Prince . Del que dijo que era «un gran genio» antes de los besos musicales de «Kiss» y finalizó con «Strange things» su segundo paso por el festival de Marbella en medio de una sonora ovación y de la eterna petición de más por parte de aquellos que se concentran entre las rocas para evadirse del calor del verano sureño.

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