Sucesos
Guerra a la pesca de inmaduros por el uso de químicos cancerígenos y poner en riesgo la seguridad marítima
La Guardia Civil, tras la inoperancia de las multas, comienza a imputar delitos de desobediencia y contra la salud —con pena de cárcel— a los furtivos
Durante años fue un referente de la gastronomía malagueña. Un manjar para el paladar en todas sus vertientes. Simplemente enharinado y frito o acompañando una ensaladilla de pimientos. Los chanquetes , una especie autóctona sobre la que pesa una veda permanente, son un lucrativo negocio para clanes organizados como auténticas redes delictivas capaces de controlar su captura en todo el litoral andaluz y ante los que la Guardia Civil intenta luchar abriendo novedosas vías penales que suplan la inoperancia de las administrativas . Según ha podido saber ABC, estos pescadores furtivos están siendo apercibidos por faenar en las bocanas de los puertos y poner en riesgo la seguridad marítima; además de ser investigados por un posible delito contra la salud pública al emplear de forma descontrolada formol, una sustancia altamente cancerígena que vierten sobre el pescado para conservarlo.
Las sanciones administrativas no han logrado mitigar una actividad tan ilegal como antigua, ya que hay «bolicheros» —como se conoce a estos pescadores furtivos— que «acumulan varios millones de euros de multa», explica Carlos Plajas, sargento jefe del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil de Málaga.
Las sanciones impuestas rondan los 120.000 euros, aunque «la mayoría se declara insolvente» y reanuda su actividad ilegal cuando pueden reponer las redes, embarcaciones y motores que les son intervenidos.
Estos pescadores tienen dos formas de actuación: desde la orilla arrastrando una especie de copo o, la más extendida, con características embarcaciones que facilitan la huída por tierra al carecer de quilla y desde la que lanzan redes que «sólo deja pasa el agua». Estos barcos suele ser pintados de negro para camuflarse en la noche y a su lado sitúan unos focos apuntados al agua con los que atraen a los peces. La iluminación es alimentada por generadores que flotan sobre balsas habitualmente improvisadas con palés de obra y alguna botella a modo de flotador.
A pesar de que el chanquete es una especie, lo que normalmente se pesca furtivamente y se vende en algunos restaurantes y mercados suelen ser alevines de multitud de especies, por lo que el daño biológico de esta práctica es mayúsculo . «Habitualmente son inmaduros de sardina y boquerón, aunque también pescan besugo, salmonete, boga, salema…», explica el mando del Instituto Armado quien considera que, curiosamente, el paladar del consumidor habitual encuentra raro la textura del chanquete, «de color rosáceo, que alcanza los cuatro centímetros y que tiene una buena hilera de dientes».
La zona de actuación de los «bolicheros» se sitúa en puntos muy concretos de las provincias de Málaga y Granada. Las barriadas de El Palo y El Bulto, en la capital malagueña, son sus principales reductos, al igual que el núcleo de Torre del Mar (Vélez-Málaga) y el municipio granadino de Motril, después de que en localidades como Fuengirola, Nerja o Marbella los pescadores furtivos se acogiesen a las ayudas para abandonar esta actividad.
Su zona de actuación más importante es el puerto malagueño , donde los alevines se protegen de las corrientes y los depredadores marinos. Una circunstancia que está provocando un serio riesgo para la seguridad marítima, ya que, al operar habitualmente a oscuras y desplegar redes, pueden dañar a otras embarcaciones y provocar colisiones .
Este peligro latente ha abierto una vía penal para que la Guardia Civil pueda actuar con mayor contundencia contra los «bolicheros».
«Cuando son interceptados en el recinto portuario, además de incautárseles los inmaduros y las artes de pesca, se les entrega un acta de apercibimiento con el que se les advierte de que están poniendo en peligro la seguridad marítima y de que, en el caso de ser atrapados de nuevo, estarían incurriendo en un delito de desobediencia», explica el sargento jefe del Seprona.
De la orina al formol
El otro resorte que exploran estos investigadores para cercar definitivamente la pesca de inmaduros es la utilización de formol, un producto altamente cancerígeno, como conservante de la mercancía.
«Es un avance potente, porque estamos hablando de una figura delictiva grave como es la del delito contra la salud pública», explica la citada fuente, que hace hincapié en que el pescado precisa de un protocolo de traslado que estas personas «no respetan».
Antiguamente, los «bolicheros» orinaban en los chanquetes porque «la urea que contiene la orina retrasa la putrefacción» , aunque el rechazo que —«obviamente»— generaba esta práctica les llevó a emplear formol. «El 98 por ciento del pescado inmaduro que se vende lleva esta sustancia», que es muy dañina para la salud, porque «una captura de las ocho de la mañana está para tirarla a las doce si no se emplea ningún conservante».
Carlos Plajas manifiesta que se está trabajando en la elaboración de unos kits de reactivos —similares a los «narcotest» de los aeropuertos— para detectar en el momento si se ha vertido formol en el pescado, lo que posibilitaría la detención por un delito contra la salud pública.
Los apercibimientos por desobediencia parece que están surtiendo efecto a corto plazo, aunque los investigadores son conscientes de que se trata de una actividad muy lucrativa y que, «más temprano que tarde», estos pescadores furtivos se echarán de nuevo a la mar.
¿Qué hay detrás de un planto de chanquetes? Miles y miles de euros y pescadores furtivos que se estructuran como grupos delictivos para actuar a lo largo del litoral andaluz.
La Guardia Civil explica que cada vez que estos furtivos se hacen a la mar movilizan a cerca de una decena de personas, que está en permanente contacto a través se servicios de mensajería de móviles. En la embarcación suelen ir habitualmente cuatro personas, mientras que otro grupo actúa de «aguadores» estratégicamente ubicados para avisar si se aproximan agentes. «Incluso llegan a enviar a una persona al puerto de Benalmádena para que avise si sale la lancha del Servicio Marítimo» , apuntan las citadas fuentes.
Los últimos estratos lo conforman los transportistas, los intermediarios —que suelen ser los que manejan los hilos- y los compradores: restauradores —«algunos, muy conocidos»—, pescaderos que «sólo venden a gente de su confianza» y ambulantes.
Aunque el precio de este producto se ha reducido — «en los 80, en algunos restaurantes de Madrid, se llegaba a pagar como las angulas» —, cada noche faenando puede llegar a generar ganancias que pueden alcanzar los 6.000 euros, afirma el sargento Plajas, que precisa que el dinero es repartido por los cabecillas entre el resto del grupo según el rol desempeñado.
Barcos arrastreros
Pero los tentáculos de estas estructuras se extienden más allá de la provincia malagueña. El mando del Instituto Armado explicó que los ciclos biológicos de las especies empujan a los «bolicheros» a faenar en otros caladeros, aunque sin mancharse las manos. Éstos han contactado con patrones de barcos arrastreros que pescan en las costas de Cádiz y Huelva y les adquieren los inmaduros que caen en sus redes.
«Es un destrozo para el mar», señalan los investigadores del Seprona, que precisan que «el margen de beneficios que obtienen es menor, pero tienen una cartera de clientes que satisfacer ».
Meses atrás fue interceptado un vehículo que transportaba, en tres cubas de plástico puestas en los asientos traseros y tapadas con una manta, en torno a 300 kilos de inmaduros que habían sido capturados en la costa onubense. Parte de la mercancía, según la citada fuente, iba a ser enviada a Madrid, donde los furtivos malagueños también tienen compradores.
Los expertos de la Guardia Civil se muestran confiados en que los nuevos «medios» que están poniendo en práctica sean más efectivos que las infracciones administrativas. El tiempo —y los jueces— dirán.