Misterios

Fantasmas en el cementerio de San Miguel de Málaga

El cementerio de San Miguel de Málaga, ubicado en la plaza del Patrocinio, se clausuró en 1987 y fue reconvertido en columbario

José Manuel García Bautista

Inaugurado en el año 1810, el cementerio de San Miguel de Málaga es uno de los cementerios monumentales de Andalucía del siglo XIX. Las familias de la burguesía malagueña eligieron aquel lugar para erigir sus panteones. El primer obelisco fue levantado en 1844, además de un paseo en el que se puede contemplar las esculturas de Adrián Risueño, Frapolli, y Gutiérrez de León, hermosas rejas de hierro de las ferrerías malagueñas de la época.

Fue en 1987 cuando el cementerio de San Miguel se clausuró y fue reconvertido en columbario, sólo manteniéndose dos patios monumentales. Sin embargo, en su interior también alberga fenómenos inquietantes : apariciones fantasmales, voces en mitad de la noche, interferencias telefónicas desde el «más allá», movimiento de objetos, luces y golpes sin origen y la presencia de supuestas «ánimas negras».

El encargado de la capilla, José Fernández, cuenta su experiencia en vivida en noviembre de 1985. Durante unas noches que durmió en la capilla del cementerio , ya que hacían obras en su casa, sobre las dos de la madrugada se encontraba «rezando vísperas». En mitad de la oración, algo le impulsó a rezar en el exterior, estando allí escuchó el lamento desconsolado de un niño: «¡Mamá, mamá!». Pensó que algún crío se había metido dentro del cementerio y se encontraba en problemas.

El «Hermano Pepe», como le conocen, siguió aquella voz y la localizó en un nicho. No tardó en comprobar los registros llegando a un nombre : Antoñito, fallecido con dos años de edad de leucemia y larga agonía.

A partir de ese momento, el Hermano Pepe comenzó sentir el llanto del niño de forma habitual , también lo veía jugar entre las tumbas. Vislumbraba una silueta en movimiento cuya descripción se ajustaba bastante a la de Antoñito.

Varios testigos pudieron ver al niño por diferentes lugares del camposanto, usaba vestimentas blancas y vaporosas y flotaba por el suelo.

La experiencia del Hermano Pepe se conoció en Málaga y toda la comarca y no pocas personas comenzaron a acudir a la tumba del niño para dejar en su nicho caramelos o juguetes como un presente para el pequeño. Curiosamente, y con el cementerio cerrado , muchos de estos caramelos desaparecían o tenían el envoltorio quitado, e incluso estaban mordisqueados por dientes muy pequeños.

Había otra tumba que llamaba la atención. La de la pequeña María Marta, fallecida en accidente de coche, y que muchos dices haber visto su cuerpo semitransparente.

El párroco antiguo del cementerio, el padre Eliseo , murió en enero de 1946. Se le relaciona con la visión de un hombre mayor con hábitos monacales caminando entre los panteones.

No son los únicos. « Jane Bowles, Nueva York, 1917. Málaga, 1973 », así reza la tumba de una mujer que también ha sido vista por el cementerio. Suele ir vestida de negro y desaparece tras la esquina de un panteón que conduce a la zona de enterramiento de los escritores y artistas malagueños. Sobre su aparición, mucha gente dice: «No os preocupéis. Jane suele venir en el aniversario de su muerte, apareciendo entre nosotros con la misma espontaneidad con que desaparece».

Son los cementerios, habitualmente, lugares tranquilos, aunque en el de San Miguel la vida fluye tras la muerte.

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