Cultura
Cuando Fraga Iribarne se declaró «picassiano» y «celiano»
Una muestra exhibe en Málaga el fruto de la relación entre Picasso y Cela, la última permitida por el ministro franquista
A Camilo José Cela le costó poder trabar el contacto que ansiaba con Pablo Picasso . Aconsejado por Joan Miró , quería proponerle un número especial de homenaje en «Papeles de Son Armadans» , la revista que había fundado en Mallorca.
Pero Picasso cuando no estaba encerrado en su estudio, dormía . O no estaba. «No sé si veré o no a Picasso. Lo que sí sé es que habrá número extraordinario de 'Papeles' dedicado a Picasso», escribe desde su habitación del hotel Mont-Fleury de Cannes (sin «cagatorio»), donde aguardaba a ser recibido en «La Californie», la villa en la que moraba el genio malagueño. Desmoralizado, remite a su mujer cuatro «cartas-noticiario» redactadas en un solo día, en las que le relata los avatares de su aventura.
Su tesón hizo posible la entrevista. Y los dos titanes se miraron por primera vez a los ojos en agosto de 1958 . «Al encontrarme ante él, me di cuenta de su profunda humanidad», narró después Cela. Fue ése el primero de siete encuentros en los que ambos generaron amistad, un gran número de complicidades pero también de colaboraciones mutuas.
El resultado de esta peculiar creación se exhibe desde ayer en la Fundación Picasso de Málaga en la muestra «Trozo de piel. Cela-Picasso, pasiones compartidas» . Son 101 piezas y documentos variados, pertenecientes a la Fundación Gabarrón , entre las que se encuentran esas cartas de Cela a su mujer y las que el escritor dirigió al pintor informándole de sus avances.
También 40 obras de Picasso «poco vistas» , según el comisario de la muestra, Javier Pérez Segura . Y por supuesto, el fruto de esa amistad, de ese peculiar maridaje entre palabra y forma que incluso devino en un «Picasso haciendo de Cela y al revés».
Hablamos del número especial de «Papeles de Son Armadans», editado en el mismo 1958, pero también del libro «Trozo de piel» (1960) con poemas de Picasso; el volumen «Picasso. Dibujos y escritos» (1961) y la obra «Gavilla de fábulas sin amor» (1962) en la que el malagueño colaboraría por última vez con el Nobel gallego.
No sin dificultades, en este último caso. El compendio de relatos firmados por don Camilo reinterpretando el mito clásico e incluyendo historias fantásticas de todo tipo no estaba exento de textos que la censura consideraba procaces . Un relato de una rata especializada en la masturbación de damas cautivas o el de una monja que se entretenía con un alguacial.
Era lo que faltaba. La relación de Cela con la censura no era sencilla de por sí. «La familia de Pascual Duarte» y «La Colmena» seguían prohibidas en España . Y qué decir de la opinión que el régimen tenía de Picasso, afiliado al Partido Comunista. Así que el ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias-Salgado , se opuso frontalmente a la publicación del volumen.
Pero quiso la suerte que en el verano de 1962 Arias-Salgado cayera en desgracia y fuera sustituido por Manuel Fraga Iribarne . Ni corto ni perezoso, el gallego escritor se presentó en el despacho del gallego político. Y consiguió el plácet para la edición. En una carta a Jaqueline Roque de Picasso , le cuenta los «elogios» que ha recibido de Fraga sobre la edición y e incluso que el ministro «se declaró picassiano y celiano (…) y que se sentía orgulloso de que el libro se hubiera realizado en España».
«Gavilla de fábulas sin amor» fue el colofón de una relación entre dos artistas que compartían un sentimiento peculiar de lo español . Un vínculo «entre dos gallos del mismo corral, que se suelen manejar de manera difícil», tal y como afirma el hijo del escritor, Camilo José Cela Conde, en el prólogo del catálogo de la muestra.
Pero que, como concluye, se basó en la coincidencia en unos gustos «que en estos tiempos malditos se considerarían incorrectos en términos políticos». Y cita directamente al tabaco, a los toros y a las mujeres . Y Fraga, por medio. Quizás este artículo no supere la censura (actual).