Coronavirus Andalucía
Los niños toman las playas de la Costa del Sol
Las familias buscaron la orilla del mar por ser un espacio amplio en el que se puede guardar la distancia social de dos metros
Con mascarilla, los pies y las manos manchados de arena, junto a su hermano de ocho meses dormido en su carrito, Alberto de cinco años levanta la mirada y dice: «El virus está en las cosas plateadas» . Es la razón por la que sus padres le han explicado que los parques infantiles de la playa de la Misericordia en Málaga capital siguen precintados, aunque los niños sí pueden ir a la playa. «Da un poco de miedo, pero es bueno para ellos saber que podemos estar donde están otras personas », asegura Elena Labella, quien apelaba a la responsabilidad de cada padre cuando salgan los niños a jugar. En su caso, están equipados y lleva gel para desinfectar las manos cuando toque algo.
Es una de los cientos de familias en la Costa del Sol que llevaban mes y medio confinadas , sin salir, y que este domingo, ante la posibilidad de poder bajar a jugar, han tomado las playas de la Costa del Sol. Una c onquista que comenzó siendo tímida , gradual, poco a poco. No fue una avalancha de menores, sino que fueron llegando conforme se iba acercando el medio día. Los patinetes y las bicicletas comenzaron a adueñarse de la calle sobre las 11.00 horas, pese a que en muchas zonas del litoral aún estaba nublado.
Sobre esa hora salió de su casa Andrea Gallo con sus dos hijos, Mia de cuatro años y Logan de dos. Había medido la noche anterior la distancia con la playa. Comprobó que eran sólo 950 metros y, tras el desayuno, cogieron la mochila, algunos juguetes y se marcharon a la playa de El Bombo en La Cala de Mijas, un vigilante municipal se aseguraba de que nadie hiciera deporte por la senda litoral a media mañana, mientras contaba la afluencia de pequeños. «Aún no hay muchos niños, pero van llegando familias. Conforme se vaya levantando el día, y saliendo el sol, serán más », aseguraba.
A sus espaldas, junto a la orilla, Andrea jugaba con sus hijos. «Estaban desesperados. Ahora están muy emocionados de poder haber salido. Lo que no entienden es por qué nos cambiamos de acera cuando vemos a alguien », explicaba Gallo, mientras Mia se afanaba en mover la mayor cantidad posible de arena con un pequeño rastrillo junto a la inmensa orilla, que empezaba a ocuparse por varias familias, guardando bien la distancia. Fuera de la arena, la Policía Local aseguraba que no se estaban dando problemas y que la salida se estaba haciendo con responsabilidad .
Era igual en Benalmádena, donde en uno de los accesos la Policía Local tenía montado un control en el que revisaban las razones de todos los que pasaban para estar en la calle . «Están comenzando a bajar a la playa ahora», afirmaba uno de los agentes de este operativo cerca de las 12.00 horas. Y era cierto, la afluencia de progenitores con sus hijos iba en incremento.
Una de ellas era Gloria Jiménez, que estaba jugando con Marco de dos años. «Está muy contento. Al principio le costó mucho no salir . Lloraba porque quería ir a la calle, pero luego se acostumbró», decía mientras el pequeño se rebozaba en arena. «Es bueno que puedan salir, por lo menos una hora, con la edad que tiene es un momento para experimentar y estar encerrado le afecta. En la calle d esfoga mejor toda la energía que tiene », señalaba esta madre, que mira el reloj para pasar la hora prescrita por el Gobierno.
Es la tónica habitual, salvo excepciones. Sobre el medio día, se reportaron fotos de algunas aglomeraciones en Marbella, que el Ayuntamiento dijo que eran «puntuales», alegando que hasta ese momento sólo había tres actas levantadas a personas que estaban haciendo deport e y que se estaba respetando el confinamiento con una salida responsable.
Al mismo tiempo se podía observar cierta aglomeración en la playa de Sacaba en Málaga capital, grupos de personas que se encontraban después de mes y medio encerrados, aunque primaba la responsabilidad. En dirección a este punto iba la Policía Local de Málaga en un coche patrulla alertando por la megafonía que se debía guardar la distancia de dos metros y que sólo debía salir uno de los padres con los pequeños.
En la anexa playa de la Misericordia, entre las letras jugaba Jaime de cinco años, cuando se acercó otro niño, al que su padre raudo le dijo que no podían jugar juntos y que se iban a otro lugar. Carlos Herrera es el padre de Jaime, que tiene una hermana melliza llamada Laura, y que decía que el pequeño no se quitaba la mascarilla y al principio no quería tocar nada. « Salir es seguro, si somos responsables y no nos saltamos las normas. No bajaremos todos los días, pero sí t enemos pensado unos tres a la semana », relata este padre, quien dice que sus hijos, al principio, eran reticentes a abandonar el hogar, pero que optaron por hacer lo que muchas familias e ir a la playa en busca de un espacio amplio donde guardar con seguridad el distanciamiento social .
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