Caminito del Rey en Málaga: cien años de una visita real de vértigo

La mañana del 21 de mayo de 1921 las nubes cubrían el cielo de la provincia de Málaga, pero todo estaba dispuesto para que el día brillara con luz propia. Las páginas de este periódico recogían hace cien años una visita real que marcó un antes y un después en la historia de los pueblos de Ardales, Álora y también Peñarrubia, cuyas ruinas yacen hoy bajo las aguas del pantano del Guadalhorce.Las gentes de estos tres pueblos malagueños de la España seca del XIX no estaban acostumbrados a recibir invitados de honor de la talla de Alfonso XIII, al que muchos ni siquiera podían poner cara más allá de las monedas que le reconocían como rey «por la gracias de Dios». Aquella visita del monarca dio nombre al que hoy es el principal orgullo de la comarca: el Caminito del Rey. Una pasarela de vértigo en medio de la inmensidad del Desfiladero de los Gaitanes que se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la provincia desde su rehabilitación y posterior apertura al público en 2015.«Las obras de la presa permitieron abrir a Málaga las puertas del siglo XX»Aquel paseo por las alturas dio a conocer el caminito hasta en el último rincón de España, pero fue algo accesorio al verdadero objetivo de la visita, que era pasar revista a la culminación de las obras de las distintas zonas del proyecto hidroeléctrico del Chorro, señala Pedro Cantalejo. El director del Área de Patrimonio Natural e Histórico del Ayuntamiento de Ardales conoce al detalle los entresijos de la visita real y ha acompañado a ABC, un siglo después, por el mismo recorrido que hicieron en su día el Rey y su séquito.Asomado sobre un mirador con vistas al pantano, Cantalejo explica el verdadero propósito de aquella jornada. «El monarca no vino porque las obras fuesen grandes o bonitas, sino porque habían permitido abrir a Málaga las puertas del siglo XX». El ingeniero Rafael Benjumea y Burín había diseñado un complejo hidroeléctrico que permitió algo impensable en la época: llevar a la capital 10.000 litros de agua por segundo y electricidad de día y de noche. «El Rey quiere trasladar ese modelo al resto de cuencas hidrográficas y en ese sentido hay que leer su visita», subraya.Alfonso XIII coloca junto al ingeniero Rafael Benjumea la última piedra de la presa del Chorro - Confederación Hidrográfica del SurDesde la localización de la presa, donde Alfonso XIII presenció la colocación de la última piedra, hasta la Estación del Chorro, donde desemboca el desfiladero hay una diferencia de altura de 160 metros. Benjumea es la gran figura no política de esta historia. Diseño y dirigió unas obras que arrancaron en 1901, con la construcción de la primera central, y se prolongaron durante veinte años, hasta que se levantó la presa del Chorro. El monumental proyecto, en el que no hubo que lamentar ninguna pérdida personal, fue una sucesión de soluciones ideadas por el ingeniero para salvar su principal problema, las sequías. «Algo que le martirizó en los primeros años de gestión, porque estaba a merced de los ciclos de lluvia, hasta que en 1907 se dio cuenta de que necesitaba un depósito para mantener el agua embalsada, que es el pantano que hoy disfrutamos».Levantar muros pantalla en el curso del río permitía precipitar el agua y generar electricidad en hasta tres centrales eléctricas. «Fue algo trascendental para Málaga», apunta Pedro Cantalejo, quien define a Benjumea no sólo como un potenciado ingeniero, sino también como un gran estratega empresarial. Convenció al Estado para que financiara al 50 por ciento las obras de la presa, valoradas en 12 millones de pesetas, y consiguió su parte persuadiendo a los burgueses malagueños para crear una sociedad anónima.«En la visita, una banda tocó el himno de España y se sirvió un gran banqueta a numerosas personalidades»Años después, por voluntad de Franco, la presa del Chorro pasó a llamarse presa del Conde de Guadalhorce, un título que Alfonso XIII le otorgó a Benjumea apenas cuatro meses después de una visita regia que no estuvo exenta de pompa y boato. «El alcalde Ardales le entregó el bastón de mando al rey, hubo discursos, se tocó el himno de España por una banda y se sirvió un gran banquete en una carpa con numerosas personalidades».Un sendero paralelo al río lleva desde el embalse hasta la entrada de la garganta, trayecto que el Rey hizo a bordo de una lancha para visitar la otra presa del proyecto de Benjumea, la de Gaitanejo. Aunque contemporáneas, las obras de esta última concluyeron antes por su tamaño y enseguida comenzó a funcionar generando una electricidad que el ingeniero aprovechó para autoabastecerse.Pedro Cantalejo, en las pasarelas que cruzan el primer cañón del Desfiladero de los Gaitanes - Francis Silva«Cuando hablamos de la construcción del Chorro casi nunca la situamos en un contexto europeo en el que acababa de estallar la Primera Guerra Mundial. Que España fuera neutral le valió a Benjumea para poder construir, pero no tuvo abastecimiento de hierro de ningún tipo y por eso la rediseñó para hacerla de piedra», sostiene Cantalejo, «a nivel constructivo fue un retroceso a la época de los romanos y, sin embargo, sigue funcionando perfectamente».Las sobrecogedoras paredes de roca del Desfiladero de los Gaitanes, donde precipitan las aguas desde Gaitanejo, asombraron tanto al monarca como hoy lo hacen a los miles de visitantes que llegan para recorrerlo. Lo que conocemos como Caminito del Rey es el resultado de una pasarela que se utiliza para la obra del canal a lo largo de las paredes del desfiladero; «simple y llanamente un lugar de acceso para los trabajadores construido con hierros y tablones». Más tarde, Benjumea la sustituiría por otra de cemento a más altura para el mantenimiento del canal. Una vía de servicio que es la que recorrió el Rey.La pasarela fue abandonada por la compañía hidroeléctrica en la década de los 70El sonido del agua ensordece hasta llegar al Valle del Hoyo, punto intermedio entre el segundo y tercer y más alto cañón del desfiladero, que Alfonso XIII no recorrió porque tomó el tren en el apeadero tras cruzar el puente frente a la Cueva del Toro. Y es que los fastos se vieron ensombrecidos por «varios chaparrones que le cayeron directamente al rey y a sus acompañantes».Abandonada por la compañía hidroeléctrica en la década de los 70, la pasarela comenzó su periodo más amargo, cayéndose a pedazos con el consiguiente riesgo para los vecinos de las barriadas del Pantano, al norte del desfiladero, y la Estación del Chorro, al sur. Aunque en el ADN de todos ellos siempre estará ese recorrido a más de 100 metros de altura que hoy eriza el bello de los turistas.Las nuevas pasarelas fueron instaladas en 2014 sobre la originales que utilizó el monarca - Francis Silva«El gran salto que ha tenido Caminito del Rey ha sido la restauración de año 2014», apunta Cantalejo, «nos ha colocado en los mapas mundiales y volverá a ser dentro de muy poco -cuando acabe la pandemia- el destino internacional que ha sido durante los cinco años que lleva abierto». Los datos lo avalan. En febrero de 2020, antes de la crisis sanitaria, la Diputación de Málaga cifró el impacto directo de este enclave sobre la economía de la provincia en 23,27 millones de euros anuales.

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