Educación
José Francisco, el joven que ha abierto la universidad al último barrio chabolista de Málaga
A sus 27 años es el primer vecino que ha logrado un título como graduado en Educación Social, regalando esperanza a las nuevas generaciones de Los Asperones

Futuro. Es una palabra que se diluye cuando uno cruz por primera vez la calles de Los Asperones. Basura, chatarra, escombros y restos de hogueras se acumulan a un lado y otro de la carretera. Es la estampa maltrecha de este núcleo chabolista a escasos 8 kilómetros del centro de Málaga en el que la extrema pobreza ciega cualquier horizonte de mejora, pero en el que sus vecinos se resisten a que una vida digna sea sólo una quimera.
Este martes el barrio está de fiesta gracias a uno de ellos, José Francisco Gómez, un joven de 27 años que ya es un referente para los pequeños que aún juegan en el patio del Colegio María de O. Es el primer vecino que ha logrado pisar la universidad y hacerse con un título como graduado en Educación Social. Una tarea titánica en medio de la precariedad, la marginación y, sobre todo, el estigma que pesan sobre esta barriada.
«Solo tengo ganas de seguir estudiando, formándome, porque en esta profesión nunca se acaba el estudio», confiesa Gómez en el patio del centro donde estudio algunos cursos de Educación Primaria antes de salir de Los Asperones para perseguir nuevas metas. Hoy allí, en el pequeño auditorio con vistas a un desguace y a los camiones de basura municipales, ha recibido el aplauso de los pequeños que aspiran a seguir sus pasos y algunos de los maestros y educadores que le han acompañado en el camino.
«En el proceso ha habido momentos difíciles, pero he disfrutado mucho», explica el joven. Se le ilumina el rostro cuando rememora este viaje que ha acabado con final feliz, llevando la estola y el diploma de la Universidad de Málaga a casa. Y apenas puede contener la emoción cuando se le pregunta por el papel de sus padres.
«Tengo con ellos una relación súper especial y me siento orgulloso de que siempre me hayan animado a que estudie», sostiene. Aunque su caso es una raya en el agua. De hecho, el propio José Francisco reconoce que dentro de su propia familia había quienes cuestionaban que persiguiera el sueño universitario.
«Creo que nuestra cultura, la gitana, se ha unido históricamente a la cultura de lo marginal; parece que ser gitano y estudiar es incompatible», explica, «nosotros mismos hemos asimilado esa construcción social con la que es muy difícil acabar».
Recién salido de la facultad, Gómez ya tiene planes en mente. El primero, mejorar un inglés que todavía se le resiste. Será el primer paso antes de estudiar un máster para seguir profundizando en una vocación que le apasiona y a la que sucumbió en parte por su trayectoria personal. «Veía las necesidades que hay en el barrio, con gente muy pobre y sin acceso a determinadas cosas...Es algo que me llamó».
En Los Asperones, que surgió hace más de tres décadas, no hay espacio para parques, tiendas o bancos en los que sentarse. Tampoco papeleras ni farolas en las calles, donde se suceden las pequeñas casas, chabolas y corrales con alambradas en los que habitan sus vecinos, el 90 por ciento de ellos en paro y sobreviviendo a través de subsidios o de la economía sumergida.
«Su familia era muy pobre, pero con mucha voluntad», cuenta a ABC Patxi Velasco tras entregar el reconocimiento a José Francisco. Es el director del María de O y ya estaba allí cuando el joven pasó por sus aulas. «Que saliera del barrio para estudiar es importante, porque permite conocer otras realidades y ver las cosas con perspectiva», asegura.

Según Velasco, el logro de Gómez es un «hito» para la escuela y se ha convertido en una meta para resto del alumnado. Aunque el proceso -reconoce- es lento y difícil, ya hay otras dos chicas del barrio estudiando en la universidad. Una de ellas ha seguido los pasos de su vecino, matriculándose en Educación Social. La otra, estudia Magisterio en la modalidad de Educación Infantil.
«Yo siempre digo que Asperones es un agujero y el que vive en un agujero no tiene horizonte. José no solo ha abierto las puertas de la universidad, sino que ampliado ese horizonte para nosotros», relata el director, «hace años solo teníamos ocho graduados en Secundaria en el barrio y hoy ya son 93».
Esa misma cifra es la que cuelga ya en el mural de las estrellas del centro. Una iniciativa que inauguraron en 2015 para «reconocer el esfuerzo de adultos y jóvenes en la obtención del graduado de la ESO», señala a este periódico Manuel Moreno. Este educador social estuvo trabajando con los chicos del barrio hasta 2020 y conoce al dedillo la trayectoria de José Francisco.
«Cuando salió de aquí fue al Colegio Luis Braille. Después pasó por el Sagrado Corazón para sacarse la ESO y más tarde por el Politécnico Jesús Marín para el Bachillerato», explica. De ahí, dio el salto a centro Ben Gabirol para hacer un grado superior de animación sociocultural antes de acceder a la Universidad de Málaga, donde llegó trasladando su expediente desde la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
«Es complicado que su caso se replique, porque hay muchas familias que ese extra de apoyo no lo pueden dar. Ya sea por su forma de vida o porque tienen otras prioridades», apunta Moreno, que aun así apuesta por proyectar en los chicos «el nivel máximo» al que pueden llegar.
La realidad es que el hecho de que los jóvenes superen la ESO y accedan a Formación Profesional «ya es mucho más de lo que se lograba en Los Asperones hace 15 años». En este sentido, para Patxi Velasco, la universidad «no tiene por qué ser la meta perfecta; lo importante es que persigan y tengan una vida digna y honrada».