Fallo del Supremo
José Antonio Griñán, abocado a la prisión por el caso ERE
El expresidente andaluz siempre creyó en su inocencia y calificó de «golpe bajo» la condena a 6 años de cárcel que confirma el Tribunal Supremo

Si hay un hombre en el mundo convencido de su inocencia, ése es José Antonio Griñán (Madrid, 1946). Ni en la peor de sus pesadillas se imaginaba tener que entrar en la prisión a cumplir la pena de 6 años y dos días de cárcel por delitos continuado de malversación y prevaricación por sus responsabilidades como ex consejero de Hacienda y presidente de la Junta de Andalucía en el caso ERE, condena que confirmó en julio el Alto Tribunal, cuya sentencia se ha conocido este miércoles.
«Yo tengo plena confianza en el Tribunal Supremo, no solamente porque sé que soy inocente, es que lo sé y los que me conocen lo saben, sino porque desde el punto de vista jurídico me asiste la razón. Tengo plena confianza». Así de categórico se expresaba el pasado 24 de marzo en una entrevista concedida a ABC coincidiendo con la publicación de su libro 'Cuando ya nada se espera' (Galaxia Gutenberg).
En los inicios de la instrucción del caso ERE por parte de la juez Mercedes Alaya, allá por 2011, el expresidente de la Junta de Andalucía –y antes consejero de Economía y Hacienda– actuó como si la imputación fuera una hipótesis improbable y no hubiera condena posible. Tampoco se le había pasado nunca por la cabeza suceder a Manuel Chaves al frente de la Junta. «Yo no estaba llamado a eso», admite. Aunque lo consideró una «temeridad» cuando éste se lo planteó, fue incapaz de llevarle la contraria a su amigo cuando José Luis Rodríguez Zapatero resolvió precipitar el recambio de Chaves al atisbar el desgaste de la marca del PSOE en Andalucía.
Griñán empezó a rumiar la idea de su marcha en la primavera de 2013, cuando la magistrada iba escalando puestos en su metafórica pirámide delictiva, convencida de que el «sistema ilegal» de ayudas a empresas en crisis del caso ERE había sido creado, autorizado y mantenido desde la cúpula del poder de la autonomía, tesis que suscribió luego la Audiencia de Sevilla.
Cada vez más cercado por los autos de la incansable juez, el presidente andaluz dimitió en agosto de 2013, cuando las evidencias judiciales le convencieron de que tenía que dar un paso atrás para que su partido no saliera dañado y refugiarse en el Senado confiando en que la tormenta escampase. Pero no sucedió ni lo uno ni lo otro.
En febrero de 2015, el Tribunal Supremo lo cita como investigado y en junio, después de declarar, renuncia también al asiento en la Cámara Alta. Lo secunda Chaves, que era diputado en el Congreso, con el que había roto su amistad a raíz de la decisión de Griñán de asumir las riendas del partido en un congreso extraordinario. Su común sacrificio fue el precio que pagaron a cambio de que Susana Díaz fuera investida como presidenta de la Junta con los votos de Ciudadanos.
Dos cadáveres políticos
En su libro, una defensa de la Transición política que comienza y termina con una conversación apasionada con su hijo Manolo, el exministro de Trabajo de Felipe González recuerda que el día que su sucesora en la Presidencia autonómica nombraba a su gobierno en septiembre de 2015, «se nos imputaban a Manolo Chaves y a mí» unos presuntos delitos de prevaricación y malversación después de que Alaya elevara la causa al Supremo. «Desde ese momento, el caso de los ERE fue el 'caso del socialismo' y nosotros dos, Chaves y yo, unos cadáveres políticos que nadie querría tener en su armario». El instructor del Alto Tribunal, Alberto Jorge Barreiro, por cierto, no le atribuyó el supuesto de malversación penado con la prisión que sí le imputó el juez de Sevilla Álvaro Martín.
El juicio, que duró un año, lo sumió en un profundo desconsuelo que revive en el epílogo de su libro, donde se abre en canal. Griñán lideraba, junto a Chaves un banquillo con 21 ex altos cargos acusados en el que se jugaba no sólo su honra personal sino, sobre todo, su legado político. Fue un proceso doloroso para él, que no entendía que no pudiera intercambiar impresiones con su abogado durante la vista, José María Mohedano, y aprovechaba los recesos para hacerle observaciones e incluso discrepar abiertamente de alguna de sus decisiones. Alejado de los focos por completo, buscó consuelo en su mujer Mariate y sus hijos. El domicilio familiar en la localidad sevillana de Mairena del Aljarafe se convirtió en su refugio. Y escribir el libro funcionó como una terapia para distraer la mente de los demonios judiciales, poner en orden lo vivido, e hilar sus pensamientos y emociones más profundas con palabras a la espera de que su recurso prosperara en el Supremo.
«Seis años de cárcel era mucho más que un golpe bajo», confesó en su relato histórico. La sentencia, notificada el 19 de noviembre de 2019, causó el mismo efecto que un torpedo en la línea de flotación: «El dolor que sufrí al abrir el sobre y leer el fallo fue de una intensidad distinta a cuantos había recibido a lo largo de mi vida». La condena de la Audiencia fue el prólogo y faltaba el epílogo del Supremo, un final inimaginable para Griñán, quien siempre creyó a pies juntillas en su inocencia.
Rechazado su recurso por el Tribunal Supremo, el exministro, ex consejero, ex presidente de la Junta de Andalucía y ex presidente federal del PSOE (2012-2014) está abocado a entrar en prisión por su responsabilidad en el caso ERE. Para evitarlo su familia presentó el pasado 1 de septiembre la petición de indulto al Gobierno.