Memoria democrática
Tren de la muerte de Jaén: 85 años de una de las peores matanzas de la Guerra Civil
Casi dos centenares de personas procedentes de Jaén, entre ellas el obispo, fueron asesinadas en Vallecas
«No mataron a más porque se cansaron de matar». Lo cuenta María Fe , hermana de Félix Pérez Portela , vicario del obispo de Jaén, Manuel Basulto , dos de las 185 víctimas de la matanza perpetrada en Vallecas por milicianos ... al inicio de la Guerra Civil. En concreto, el 13 de agosto del 1936, cuando gran parte de los viajeros del tren de la muerte fueron fusilados de 25 en 25 junto a la parada del Pozo del tío Raimundo. Hasta que alguien, hastiado, mandó parar.
Al obispo le mataron el último a petición propia. Basulto confortó espiritualmente y animó a dar su vida por Dios y por España a quienes le precedieron, que fueron muchos. Solamente unas decenas de viajeros sobrevivieron a la matanza. Algunos escaparon y otros, la mayoría, fueron conducidos hasta la cárcel de Alcalá de Henares, que era el destino fijado para todos los ocupantes del tren cuando fueron embarcados en Jaén un día antes de los asesinatos.
Estos hechos de hace 85 años se recogen en la positio del beato Manuel Basulto y compañeros mártires, cuyo postulador es Rafael Higueras , canónigo magistral de la seo. En el documento se relata cómo los presos católicos fueron sacados de madrugada de la puerta del Sagrario de la Catedral de Jaén, utilizada como cárcel. El obispo, tras bendecir a quienes quedaban en el templo, subió un camión lleno de presos que precedía a otro repleto de milicianos.
El transbordo tuvo lugar en la estación ferroviaria, convertida en inicio del vía crucis de Basulto, Pérez Portela y el resto de mártires. Durante el trayecto la Guardia Civil cambió de vagón varias veces al obispo para evitar su linchamiento. Así, en la estación de Espelúy, a escasos kilómetros de la capital jiennense, el gentío pidió que ataran al obispo «a la cola del tren» . Los agentes lo impidieron hasta que en Vallecas la milicia cortó el paso del convoy.
Una vez en el andén, el obispo pidió agua para calmar la sed de los presos. Un miliciano les acercó un cubo para que bebieran de bruces, pero otros soldados les quitaron el recipiente y amenazaron con matar a quienes les dieran agua . Lo contó después sor Ducelnombre, superiora de las Siervas de María de Jesús , cuyo testimonio se funda en el relato de la escena de uno los guardias civiles que vigilaban a los viajeros del tren de la muerte.
El fusilamiento tuvo lugar en el repecho de un paraje muy próximo al cerro de Santa Catalina, donde acribillaron a los presos con tres ametralladoras apostadas a escasos metros de las víctimas. Una mujer se prestó voluntaria para matar a la hermana del obispo , mientras que Basulto, tras dar la absolución a los asesinados, murió arrodillado, con los brazos en cruz mientras daba vivas a Cristo Rey . Fueron testigos de su asesinato dos presos que se habían escondido debajo del tren.
La matanza, una de las peores de la Guerra Civil, tuvo vísperas. Un día antes, el 12 de agosto, otras 11 personas procedentes del primer tren de la muerte de Jaén fueron asesinadas en Madrid. Entre ellas el Siervo de Dios José María Marín Acuña . En el desenlace no fue cosa menor la miopía de los que se apearon, ya que durante el cambio de agujas alguien gritó: « Abajo todos los que tengan gafas ». Como si las dioptrías fueran de derechas.
Traslado de los mártires a Jaén
El día 12 de marzo de 1940 tuvo lugar el traslado de los restos de los 246 mártires , asesinados unos en el tren de muerte y otros ante el paredón del cementerio de Mancha Real. Así se relata la llegada a Jaén en el documento: «Momentos después de las once hizo entrada en esta estación férrea el tren, majestuoso y lento, como agobiado por el peso de su sagrada carga , que conducía desde Madrid tan preciados despojos. El convoy estaba formado por cuatro furgones, recubiertos con paños negros y con una gran cruz».
La entrada del tren, añade la positio, «fue de una emoción enternecedora , ya que los deudos y familiares que ocupaban en casi su totalidad la estación lanzaban desgarradoras quejas». Inmediatamente se comenzó a sacar los ataúdes. El primero que salió fue el del obispo, sobre el que se pusieron las insignias de su jerarquía eclesiástica.
Después, el clero parroquial y la Real Universidad de Curas Párrocos entonaron unos responsos ante la presencia de las autoridades. Acto seguido, los 42 féretros, a hombros de jóvenes voluntarios , fueron conducidos ante el monumento de la Batalla de Bailén y las Navas, donde se había improvisado un altar. Allí esperaban los 27 ataúdes de los mártires asesinados en Mancha Real.
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