Sociedad
Recuerdos del servicio militar en Jaén: ¡Qué verde era mi traje!
Nostalgia de la mili cuando se cumplen casi dos décadas de la supresión del servicio
Hay hechos que contradicen la ideología: el PSOE incluyó a España en la OTAN, el divorcio lo aprobó la UCD y el servicio militar dejó de ser obligatorio por decisión del PP. El próximo mes se cumplen 19 años de la supresión de la mili . Las nuevas generaciones de Jaén desconocen los términos retreta, guardia e imaginaria, pero otras muchas los recuerdan, si no con cariño, con nostalgia. La misma que sienten hacia los lugares relacionados con su experiencia militar.
El palacio del capitán Quesada, ubicado en el casco histórico de Jaén, fue caja de reclutas durante décadas en la provincia . Antes ofició de colegio de carmelitas y maristas y ahora es la sede de la gerencia de urbanismo del Ayuntamiento. El cuartel estaba situado en el recinto de Vaciacostales, que después sirvió para acoger varias ediciones de la feria internacional del aceite de oliva y hoy es sede del servicio municipal de mantenimiento urbano.
Por la caja de reclutas de Jaén pasó en 1982 Francisco José López Herreros para conocer destino y en el 83 para recoger el petate y los chuscos de pan con fiambre. Recaló en la base aérea valenciana de Bétera, donde tuvo que descender 40 metros por una cuerda desde un helicóptero: «Cuando se abrió la puerta ninguno de los reclutas queríamos hacer descenso. Nos pegábamos por ser los últimos. No he pasado más miedo en mi vida ».
Trino Martínez no tuvo que pasarlo: se libró de la mili, como otros de su quinta de Higueral-Tíjola, su aldea de Almería. No obstante, este empresario afincado en Jaén desde hace 42 años echa de menos un servicio que sirvió para cimentar valores en la primera juventud, la más importante y frágil, a su juicio, de las edades del hombre. « Los valores de la disciplina y el respeto, si se adquieren en esa época, los defiendes siempre », asegura.
Y se adquirían en toda España, aunque con diversos grados de rigor. Para un recluta de Jaén el cuartel de Melilla era una mala opción y el foro un buen destino porque, dado que era la sede de la principal Capitanía General y del principal Gobierno Militar, abundaban más los legajos que las maniobras . El problema estribaba en que para llegar a Madrid había que recalar antes en Extremadura para realizar los tres meses de duro campamento en Cáceres.
«A mí me aconsejaron que en Cáceres dijera que daba 500 pulsaciones en la máquina de escribir y que me inventara que había trabajado como administrativo. Lo hice y me destinaron al Gobierno Militar», recuerda Jaime , que apenas llegaba a las 200 pulsaciones y solamente había trabajado en la obra . «Cuando llegué junto a otros reclutas un teniente descubrió el pastel, pero como la trola era común, se tuvo que conformar con nosotros».
Las anécdotas castrenses han dejado de ser tema de conversación recurrente, pero aún no están en el desván: todavía surgen en las charlas de los egresados de la mili , unidas casi siempre a historias de amistades que permanecen. Lo asegura el ubetense Francisco Gámez de la Blanca , licenciado en el 70, que conserva amigos con los que sirvió en el regimiento de regulares Tetuán, de Ceuta, donde, según asegura, «reforcé mis virtudes humanas».
Por una razón similar, Ramón Calatayud , que fue alférez de complemento en la base cordobesa de Cerro Muriano en el 76, considera que un servicio militar corto redundaría ahora en beneficio de los jóvenes. Puntualiza, como lo hace Francisco José López, que no todo lo que vio le gustó, pero apostilla que el balance es favorable, si bien no tanto como el de Fernando Gámez de la Blanca: « Soy un enamorado de aquella época ».
«La prestación social fue una pérdida de tiempo»
La ley de objeción de conciencia constituyó el soporte jurídico de quienes evitaban cuadrarse ante un cabo segundo , pelarse al cero y usar el color verde por imperativo militar. Uno de ellos fue José , que optó por la vía de la prestación social sustitutoria, de la que no guarda un buen recuerdo: «Fue una pérdida de tiempo».
José llevó a cabo la prestación en los noventa en una asociación de vecinos, a la que acudía de lunes a jueves durante un par de horas. ¿Qué hacía?: «Fotocopias, muchas fotocopias, toda clase de fotocopias. Me saqué un máster en fotocopiadoras ». En otras palabras: «No me sirvió para nada».