CULTURA

Las dos muertes del general Saro

La estatua del militar, fusilada durante la Guerra Civil, esquiva en Úbeda la ley de memoria histórica

Huella de las balas en la estatua del general Saro Javier López

Javier López

Al general Saro lo fusilaron en Madrid el 19 de agosto de 1936. A su estatua, meses después en Úbeda . Fue su segunda y última muerte. La efigie de este militar africanista, héroe en el Rif, ha esquivado la purga de la ley de memoria histórica tras ser ejecutada simbólicamente durante la Guerra Civil y arrumbada en democracia en la cárcel vieja de la ciudad durante un mandato socialista. Un alcalde popular la restituyó en la plaza donde hoy permanece, tiroteada, cercada por la herrumbre e ignorada por jóvenes que saben de Saro lo mismo que de Quincoces.

Otra cosa son las personas de edad. Para quienes nacieron durante el franquismo la estatua del general Saro es una referencia de la ciudad. No tanto en términos artísticos, ámbito en el que prevalece el esplendor renacentista de la plaza Vázquez de Molina o del hospital de Santiago , como históricos. Si bien como obra escultórica no es desdeñable (su autor es Jacinto Higueras ), tiene más valor como testimonio de una época biliosa en la que valía todo. Incluso que un grupo de milicianos ejecutara sumariamente a una pieza de bronce, tal vez con el fondo musicial de Ay, Carmela.

¿Qué hizo Leopoldo Saro para merecer esto?: «En realidad, nada, aunque no hay que juzgar aquellos hechos con ojos de hoy». Lo dice Rafael Bellón , cronista oficial de Úbeda, quien destaca que frente a los proyectos llevados a cabo por el general para beneficiar a su ciudad contraponía una parte de la población la inquina amamantada por una miseria achacable a políticas injustas. Para unos, fue un mecenas, para otros, un señorito. Para Bellón su figura está más de cerca de la de un cacique pródigo en favores .

En el haber del general, que no nació en Úbeda, sino en Cuba, destaca la construcción de varias escuelas públicas, de la biblioteca, del archivo , del parador nacional, del teatro y del ferrocarril, si bien este en grado de tentativa. Saro se empeñó en que la línea entre Baeza y Utiel discurriera por su ciudad en lugar de hacerlo por la comarca de El Condado, de orografía más idónea para el trazado. Primo de Rivera lo inició y Franco prosiguió el proyecto, pero tras la inversión de una ingente cantidad de dinero en desmontes y raíles el tren nunca a llegó a rodar.

En respuesta al mecenazgo una cuestación popular costeó la estatua durante el régimen de Primo de Rivera, quien apuntaló su dictadura en cuatro generales, entre los que se incluía Saro. Fusilado apenas un mes después del alzamiento, no consta su adscripción a la causa insurgente . Tampoco que rondara las bambalinas tras las que se urdió el golpe militar. Sin embargo, parte de la izquierda incluye su nombre en el catálogo de generales rebeldes a la república, junto a Queipo de Llano, Valera o Yagü e.

¿Sabe su pueblo que no fue franquista? ¿Sabe que visitó dos veces el paredón? Un grupo de ubetenses de mediana edad toma café en la una plaza próxima a lugar donde se alza la efigie de Saro. «¿Conocen lo que le pasó a la estatua?»: “Sí, creo que la fusilaron durante la Guerra Civil”. “¿No fue después?”: «Pues no lo sé. Yo tenía entendido que la tirotearon los milicianos en el cortijo del propio general . Todavía se le ven los balazos». «Dicen que luego la metieron en la cárcel vieja»: “Eso es cierto. Yo la he visto en ella cuando la utilizaban como almacén».

El alcalde socialista que encarceló a la estatua aprovechó la construcción de un aparcamiento para justificar la retirada de la efigie, que estuvo en prisión preventiva sin fianza hasta que un alcalde del PP, Juan Pizarro , ordenó que fuera instalada de nuevo en la plaza, por la que ahora transita, ajena al ideológico vaivén, una nueva hornada de ubetenses que no parece percibir el desgaste en el que sí repara un vecino septuagenario. “Está muy deteriorada”, dice.

Más que a la estatua, el agua de una fuente ornamental próxima afecta sobre todo a las figuras de mármol del grupo escultórico que la rodea, alusivo a las batallas que dieron prestigio al militar , cuyo nombre llevó la plaza hasta que a principios de este siglo una corporación municipal lo sustituyo por el de Andalucía. Entre los mayores, empero, no ha calado ni la denominación ni el olvido: la llaman del general Saro y recuerdan su fusilamiento.

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