SOCIEDAD
Cómo afrontar una guerra después de una pandemia
Seis expertos analizan desde diversos ámbitos el impacto en los andaluces de la invasión de Ucrania

Tras la pandemia llegó la guerra. Una prueba para el cerebro. El de Ucrania es un conflicto poliédrico que requiere la mirada poliédrica de una sociedad diversa, como la andaluza, seis de cuyos expertos diseccionan el efecto en la comunidad autónoma de la invasión rusa a Ucrania desde los ámbitos filosófico, geográfico, sociológico y psicológico, así como desde la perspectiva de la fe.
José Carlos Isla (sacerdote)
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«La oración es un arma de destrucción masiva contra la guerra», expone José Carlos Isla , párroco del municipio de Huétor Tajar, quien asegura que en Andalucía se sabe rezar por la paz. Pedirla a Dios, añade, lleva a trabajar por ella. Lo demuestra, explica, la propuesta de arzobispo de Granada, Javier Martínez, a los fieles para que pongan a disposición de las víctimas de la invasión rusa a Ucrania todos los recursos humanos y materiales.
«Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios». La frase de San Ignacio de Loyola evidencia para este sacerdote que es preciso conjugar acción y fe al objeto de que los católicos se conviertan en artesanos de la paz desde el movimiento y la oración. Para sentir cerca al pueblo ucraniano es preciso acercarse a él. La prueba de que los andaluces lo hacen, resalta, es su apuesta por la solidaridad con los que sufren.
Isla admite que ante situaciones como la guerra de Ucrania es fácil perder la esperanza, pero contrapone a esta opción la de apuntalar la confianza en Dios mediante rezos y obras porque, expone, pedirle la paz «nos lleva a trabajar por ella» . El resultado, señala, es una sociedad más fraterna porque la oración, combinada con los actos, conduce al hermano. «No nos cansemos nunca de hacer el bien», concluye este sacerdote con palabras del Papa Francisco .
Antonio David Cámara Hueso (sociólogo)

«La percepción general de Andalucía sobre la guerra es errónea porque se sustenta en la creencia falsa de que ocurre lejos », asegura el sociólogo de la Universidad de Jaén Antonio David Cámara , para quien la invasión a Ucrania altera la naturaleza de las relaciones sociales, afianza el concepto de fragilidad en el imaginario de Occidente y recupera el rol bélico como una constante histórica en Europa.
La psicología social se ocupa de las pulsiones colectivas determinadas por estados psicológicos compartidos, aclara Cámara, que asegura que el impacto de la sociología de las emociones depende de la adscripción generacional: en Andalucía hay personas que han vivido una guerra, otras que saben de ella por la tradición oral y una gran masa de jóvenes convencida de que no existía , por lo que el conflicto del Este es su puesta de largo en el ámbito del exterminio.
«Como el reemplazo generacional todavía no se ha producido, la psicología colectiva no está preparada para esto, no entra en nuestra mente que pueda ocurrir, cuando lo lógico es que ocurra», resalta este experto, que adjetiva a la historia de tozuda para recordar que desde hace 200 años la paz es en el continente un intervalo entre dos guerras . Por lo que no es adecuado, advierte, entrever el mundo con los contornos amables del pueblo de Heidi.
Francisco García Moreno (filósofo)
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«No hay ninguna justificación filosófica para la guerra», razona el presidente de la Asociación Andaluza de Filosofía, Francisco García Moreno , que aclara que fue una malinterpretación, la de Heidegger respecto a Nietzsche (respecto a su hermana más bien), la que vinculó al pensador alemán novecentista con el nazismo. Como Hitler , Putin carece de soporte reflexivo porque el pensamiento es una estructura que no se apuntala sobre misiles.
García Moreno apunta la posibilidad de que la textura epicúrea de Andalucía troque en estoica si persiste la guerra. El estoicismo, por cuanto aconseja limitar las pasiones, parece en efecto el sistema adecuado para afrontar una realidad marcada por la violencia. « Hay que elevarse por encima de las emociones y pensar más », propone el filósofo sevillano. «Si se pensara más habría menos guerras. Platón llamaba a sus obras Diálogos», recalca.
Para encontrar elementos que diriman el conflicto es necesario primero que los criterios racionales se impongan al orgullo , la mano izquierda a los carros de combate. En este sentido, García Moreno apuesta por descartar la discusión frontal como eje y centrarse en el rastreo de puntos de encuentro que propicien un acercamiento apuntalado en la diplomacia.
Casilda Jaspez Diéguez (psicóloga)
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La guerra de Ucrania repercutirá psicológicamente en los andaluces, aunque es pronto para determinar de qué modo. La psicóloga Calsilda Jaspez expone al respecto que la contienda que se libra en el Este de Europa no es percibida todavía como una amenaza real, por lo que no incide en la mente de la mayoría, aunque sí influye en las personalidades más débiles , atemorizadas por la posibilidad de que se libre una contienda a escala mundial.
Para explicar la razón por la que la situación de Ucrania afecta solamente a una parte de la población esta experta señala que el miedo es intransferible. Jaspez admite que la difusión del escenario del horror a través de internet juega en contra del equilibrio emocional, si bien asegura que por ahora es un factor de riesgo sin incidencia grave aún en la salud psicológica.
«Ni ha habido tiempo para que incida ni es el problema mayor de la gente», aclara esta psicóloga, que sitúa como referente del riesgo a la pandemia, que sí ha tenido un efecto mental devastador. «El coronavirus ha sido como una guerra» , asegura al respecto Casilda Jaspez, que admite la posibilidad de que a partir de ahora coexistan dos grandes preocupaciones, el Covid-19 y la invasión rusa a Ucrania, en la psique de los andaluces.
Emilio Molero López-Barajas (geógrafo)
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La geografía de la percepción tiene que ver con el modo en que las personas observan el mundo y se relacionan con él. Esto explica que los andaluces se sientan más sensibilizados con la guerra de Ucrania que con conflictos que se dirimen en latitudes más próximas, expone el geógrafo Emilio Molero López-Barajas , quien aclara que esta sintonía alimenta la sensación de vulnerabilidad, derivada de los vínculos culturales europeos con los ucranianos, «que nos hacen sentirnos más afines a ellos que a personas y territorios de otras culturas y etnias no europeas, sin que existan razones objetivas para ello».
«Si nos sentimos más vulnerables no es solamente porque temamos que pueden llegar a Andalucía la radiación o el misil de crucero, sino porque los objetivos geoestratégicos imperantes nos hacen creer que en esta guerra se ponen en solfa unos principios que nos son propios», señala Molero, que en este sentido alude a la «intencionada desinformación» de determinados poderes para que la población empatice con una Ucrania aparentemente amable y una Rusia hostil.
No todo es lo que parece, aclara este geógrafo, contrario a la invasión, que alude a la construcción mental de un territorio de la inmediatez en las relaciones topológicas -en su acepción geométrica y espacial-, máxime es una era globalizada, para explicar la percepción que el europeo tiene del conflicto. En su opinión, es la difusión de un modelo geoestratégico interesado, que silencia intencionadamente, y simplifica, la realidad, la que oculta los conflictos previos en la región del Donbass y los nacionalismos , y promueve una empatía desinformada y explicada a medias hacia Ucrania.
Esther Pérez Sánchez (psicóloga)
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«La sobreinformación sobre la guerra de Ucrania es torturadora y genera problemas de salud», asegura la psicóloga Esther Pérez , quien, de hecho, ya ha tratado en su consulta a un paciente afectado psicológicamente por la contienda . Asegura que la extralimitación en el consumo de noticias afecta al ánimo y modifica el comportamiento: «Te vuelves más miedoso y más cauteloso a la hora de gastar, de salir, de normalizar tu vida».
Aunque el problema es global, aclara, no afecta de igual modo a todos los andaluces . Su incidencia está determinada por variables como el patrón de personalidad, las creencias, las estrategias personales para afrontarlo, y las experiencias previas: no afectará lo mismo, arguye, a un adolescente que se informe por las redes sociales, que a una persona mayor que ya haya vividos más guerras, que a otra de mediana edad con hijos pequeños y vulnerables.
Para evitar la devastación psicológica derivada del conflicto, Esther Pérez propone a los andaluces ayudar de manera activa al pueblo ucraniano , mediante donaciones o a través del voluntariado. El objetivo es sentirse útil como individuo, expone esta psicóloga, que resalta que, aunque la mente humana está preparada para la supervivencia, la hipervigilancia mental derivada de la guerra genera reacciones adversas que es preciso atajar ahora.