Matan «por diversión» a un anciano de Huelva: cuando la vida vale 20 euros y tabaco

José Ranchón Ferrera (78 años), guardés de la finca Calero del municipio onubense de El Campillo, llegó a arrastrarse por el suelo y a suplicar por su vida en la primera madrugada de septiembre de 2016

Los cuatro acusados, de espaldas, durante el juicio ABC

M. R. Font

Fue molido a golpes durante horas , torturado casi hasta la muerte a fuerza de palos al tiempo que azuzaban a una cobaya a que le mordiera cuando yacía en el suelo mientras le arrancaban la vida. Después lo rociaron con salmuera (y algún producto más) en la creencia de que aquella mezcla podría borrar las huellas que hubieran podido dejar en su cuerpo destrozado .

José Ranchón Ferrera (78 años), guardés de la finca Calero del municipio onubense de El Campillo , llegó a arrastrarse por el suelo y a suplicar por su vida en la primera madrugada de septiembre de 2016, cuando cinco desconocidos (uno menor de edad) irrumpieron en la vivienda porque corría el rumor de que guardaba algunos miles de euros en algún rincón de la casa.

Cuando, con las primeras luces del día, los jóvenes se fueron de la finca dejando al anciano muerto (según el testimonio del menor de edad), se llevaron como botín del asalto una televisión de plasma , 20 euros en metálico, algunas cajetillas de tabaco y una motosierra. José Ranchón murió de forma lenta. Su cadáver mostró en la autopsia la brutalidad del crimen: los forenses contabilizaron hasta 44 heridas en distintas partes de su cuerpo , la mayoría golpes aunque también encontraron algunas lesiones incisivas.

Camino de los cuatro años de la paliza que costó la vida al guardés, los ejecutores esperan ahora la sentencia de la Audiencia Provincial de Huelva después de que un jurado popular los haya declarado culpables de asesinato tras el juicio celebrado la pasada semana.

Los condenados J.A.R., D.L.O.P., H.M.S.M. y A.R.A eran compañeros de fechorías, viejos conocidos de las fuerzas policiales de la Cuenca minera de Huelva por sus fechorías, y se iba tras su pista hasta que fueron detenidos cinco meses después del asesinato.

Un vídeo del hospital de Riotinto los recogió juntos la noche del crimen, otra grabación - recuperada del móvil de uno de ellos - los delataba porque aparecía la televisión robada a la víctima y alguna cajetilla del tabaco que fumaba, y la declaración de la novia del cabecilla fue decisiva para cerrar la investigación , al dar detalles concretos y el relato en tono «triunfalista» con el que narraron los hechos.

En el juicio, ha sido crucial el testimonio del menor ya condenado -así lo ha recogido el jurado en el objeto del veredicto -, que llegó a afirmar que, tras cometer el crimen y de vuelta, el cabecilla llegó a afirmar «por lo menos nos hemos divertido», percepción que han tenido los mismos investigadores, cuestionado en sala que «el maltrato» al que fue sometido no tiene otras explicación que «disfrutar».

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