PEREGRINACIÓN AL ROCÍO

Dos décadas de libertad rociera

La asociación rociera de la Prisión Provincial de Huelva cumple 20 años de un camino que emociona, crea vínculos indisolubles y contribuye a la reinserción de los internos

Los presos de Huelva a pocos metros de alcanzar El Rocío Miguel A. Jiménez

Miguel A. Jiménez / M. Humanes

Gardel se equivocaba al afirmar en Volver aquello de que «20 años no es nada». Dos décadas, dependiendo de en qué contexto, dan para mucho y cuando hablamos del camino hacia El Rocío , más aún. Es algo que cualquiera que haya hecho el camino alguna vez en condiciones normales sabe bien. Si a esto sumamos que la peregrinación hasta las plantas de la Blanca Paloma puede suponer el primer contacto con la libertad en mucho tiempo, entonces la experiencia espiritual y festiva del camino alcanza una trascendencia extraordinaria.

Es lo que han vivido, a lo largo de los últimos 20 años, los internos de la Prisión Provincial de Huelva , que ya están plenamente consolidados como Asociación Rociera La Libertad con la Hermandad del Rocío de Moguer como madrina. Como cada primavera, un grupo de internos ha tenido la oportunidad de peregrinar al Rocío y tras dos días de camino, encontrarse en la aldea almonteña con la Virgen y con sus familiares, con los que antes de celebrarse la misa en el Santuario ya por la tarde, han podido compartir un almuerzo muy especial que supone la culminación de una experiencia que todos sin excepción califican de «inolvidable».

Este año han sido 16 internos, cuatro mujeres y 12 hombres, tal y como ha explicado a ABC Pablo Sánchez , vicepresidente de la asociación y organizador de la peregrinación desde sus inicios quien afirma que en este 20 aniversario han acudido al Rocío «con un poco más de ilusión que otros años». «Todos los años venimos con mucha ilusión, pero son 20 años y es especial, aunque también es verdad que los años pesan», confiesa, advirtiendo que en estas dos décadas los organizadores se han hecho «mayores».

El camino no ha variado con respecto a las experiencias anteriores. La comitiva, formada por 58 personas entre internos, funcionarios y personas colaboradoras , abandonaba la cárcel el martes, momento en el que «no hay distinción entre presos y funcionarios, somos todos peregrinos y vamos todos de la mano y todos al mismo sitio», describe Sánchez.

Dos tamborileros precedían a los peregrinos a su llegada a la aldea Miguel A. Jiménez

Antes de llegar al lugar de pernocta, se realizaron las tradicionales ofrendas –de alimentos no perecederos en lugar de flores- en San Juan del Puerto y en Moguer , en la ermita de la Virgen de Montemayor . Una vez en Villarejo, llega uno de los momentos más especiales e inolvidables, ya que la noche se pasa disfrutando mucho y durmiendo poco o nada. «¡Qué noche hemos pasado!», afirmaba Pablo Sánchez que le decían los internos ya por la mañana: «Hay alguno que viene diciendo que le duelen más las manos de tocar las palmas que los pies de andar».

A mediodía del 8 de mayo, al llegar al arroyo de la Rocina , se celebró un bautismo y sobre las dos de la tarde la comitiva hizo su entrada en la aldea para disfrutar del almuerzo y de la compañía familiar. A las 18 horas tuvo lugar la eucaristía tras la cual se produce el regreso en autobús a prisión. Todos vuelven con el sello de la experiencia rociera en el alma.

Por ello, estos dos «intensos días de convivencia» son muy esperados por los internos, que solicitan de forma masiva participar en la peregrinación. Este año han sido más de 300 las solicitudes recibidas de presos que querían hacer el camino, y para poder optar a esta experiencia deben cumplir con los requisitos que establece el reglamento penitenciario para cualquier salida programada o permiso: tener la cuarta parte de la condena cumplida , estar en segundo grado y no acumular sanciones.

Los preparativos comienzan en febrero y para muchos, además de convertirse en una vivencia espiritual y humana de un gran valor, supone una ayuda para conseguir nuevos permisos penitenciarios.

Tanto marca este camino de libertad hacia la Blanca Paloma que más de uno, muchos años después, ya plenamente reinsertado y normalizada su vida tras su paso por prisión, acude al encuentro con la Virgen del Rocío y con quienes conforman la Asociación Rociera Libertad para volver a experimentar «esa vivencia que no se les olvida».

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