Fiesta ilegal en Granada
De 'rave' en 'rave', la vida de los nuevos nómadas
Unas 5.000 personas han estado en La Peza seis días de fiestas para celebrar el año nuevo
La fiesta se ha saldado con cuatro detenidos y un joven ha necesitado asistencia sanitaria
La 'rave' se acabó cuando no quedó gasoil con el que alimentar el generador que daba electricidad
Orgullosos y confiados. Los hijos de la autonomía

Una pequeña hoguera entre dos tiendas de campaña calienta a Juanma y a Dolsa mientras fuman marihuana. Dentro dos amigos duermen. Ella está sentada en una silla de camping y él sobre un saco de dormir. Se conocieron en Tomelloso (Ciudad Real) en una 'rave' ... para celebrar Halloween. Se han vuelto a ver en La Peza (Granada) este fin de año, donde ha llegado a haber en su momento más álgido casi 5.000 personas. «Hubieran llegado a 10.000 o más si no hubieran cortado el acceso», añade Juanma, que trabaja en marketing digital. «Empecé a salir hace dos años. Iba a clubs, discotecas, afters, fiestas de 24 horas… Hasta que hace seis meses fui a la primera 'rave'», añade.
Es uno de los nuevos en este mundo, pero dice que le gustaría ser «un nómada y vivir yendo de 'rave' en 'rave'». «Mi madre puede pensar que soy una persona horrible, pero aquí soy libre», señala este joven horas después de aquel encuentro en la hoguera de madrugada, en una segunda conversación, cuando el gasoil del generador se ha acabado y el 'muro' de altavoces que quedaba en pie ha parado tras seis días palpitando a casi 200 beats por minuto.
Su anhelo es la vida de otros muchos, enrolados la mayoría en el movimiento 'tecno-rave'. Una cultura 'underground' que promulga la construcción de Espacios Temporalmente Autónomos (TAZ). Eso es una 'rave'. Una 'ciudad fantasma' de camiones vivienda cuyo corazón es el 'muro' emitiendo música electrónica. El pálpito dura mientras hay suministros. «Cada uno aporta lo que tiene, su propia creatividad. Pones lo que tienes para el conjunto. Hago circo, clown y mapping. No es algo que se pueda hacer en los clubs, pero sí aquí», afirma Sara, canaria con sangre serbia que ha estado este año en fiestas de este estilo en Europa del Este.
«Mi madre puede pensar que soy una persona horrible, pero aquí soy libre»
La 'rave' no es sólo música y drogas. En La Peza el fin de año se despidió con fuegos artificiales. Había varios 'muros' de altavoces, pero también un grupo de italianos que montó un pequeño horno de barro y han estado dando pizzas a todos. Ha habido asambleas, discusiones sobre esta forma de vida, sobre el consumo de sustancias, espectáculos de circo, talleres y puestos de comida.
Es evidente la falta de unas duchas, algunos se bañan en un río cercano, y la mayoría hace sus necesidades entre los pinos que flanquean las explanada. La 'rave' es un lugar donde vivir hasta agotar existencias, pero de respeto a la naturaleza.
Nadie se va sin limpiar, los que salen a pie lo hacen con bolsas de basura para quitar los residuos de las cunetas y los propios asistentes encargaron un camión contenedor para retirar sus residuos, aglutinados en puntos de recogida antes de partir. «Siento que puedo ser libre y disfrutar del espacio natural sin un sistema con cámaras y datafonos controlándolo todo», remarca Puma, una cubana estudiante de audiovisuales en Málaga.
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Esta joven reconoce haber pertenecido a un 'colectivo' que organizan estas fiestas y dice que dentro del TAZ todo está regulado. «Esto es un movimiento anárquico, que ocupa un espacio en desuso durante un período de tiempo sin autoridad, pero con unas reglas no escritas de respeto y convivencia», añade Puma, que está acompañada de un grupo de amigos con evidentes síntomas de estar bajo los efectos de las drogas cuando el sol ya ha salido y el campamento empieza a despertarse.
La Autoridad no es bien recibida. En estos seis días ha habido dos detenidos por atentados contra agentes en los controles y otro dos por tráfico de drogas. «El 90% de los que bajan dan positivo», remarcaba la Guardia Civil. Es la otra cara. La que ha llevado también a un chico al hospital por una insuficiencia respiratoria. Algunos testigos dicen que bebió ketamina al confundirla con agua en una botella.
Esta vez no acabó en tragedia. La muerte sí ha visitado otras 'raves', como en el embalse de La Almendra en Zamora, donde una mujer murió por causas naturales. Había llegado a la fiesta desde Suiza y tenía problemas cardiacos. Más graves fueron los sucesos en agosto de 2021 en el Lago Mezzano en Lacio (Italia). Los buzos rescataron un cadáver del agua, hubo cinco hospitalizados por consumo de alcohol y drogas, se denunciaron tres violaciones y murieron perros por el excesivo calor.
En La Peza, sin embargo, el mayor problema ha sido la ocupación de los márgenes de caminos y carreteras por los asistentes que no pudieron llegar con sus vehículos al punto reseñado. Por lo demás, los vecinos –el pueblo tiene 1.200 habitantes– hasta subieron a celebrar y curiosear con ellos.
«Las drogas están como en cualquier fiesta. Aquí
se toman para experimentar y para aguantar
»
La 'rave' se desmonta de forma progresiva. Tarda varios días. Al sexto día muchos de los asistentes vieron el final con una caravana de camiones que atascó los caminos. «Nos hacen controles. Si se ponen así, nos paramos aquí y pasamos la noche», afirmaba uno de los conductores.
Antes de todo eso, ajenos a la presencia policial, las hogueras calentaban a los que estaban aletargados a la intemperie bajo toallas, mantas y ropa de abrigo. De una caravana salía corriendo un chico rubio. Acababa de despertar, iba en pantalón corto y con un albornoz negro. Su desayuno es saltar frente al 'muro', que todavía escupía tecno sin tregua. La música sólo paró el martes sobre las 14.00 horas para limpiar el espacio.
Cerca del 'muro', por la mañana, una chica bailaba sola en una explanada entre las caravanas y los camiones de Holanda, Portugal, Francia, Italia… Una torre de babel entorno a la música. Al lado de ella unos italianos comían junto a la hoguera y uno de ellos declinaba hablar respetuosamente. «Muchas drogas, me va a estallar la cabeza. Ahora no», apuntaba.
«Las drogas están como en cualquier fiesta. Aquí se toman para experimentar y para aguantar tantos días, depende de lo que tomes y de lo que quieras», afirma Sara. A muchos las sustancias les ayudan a evadirse, a centrarse sólo en el ritmo y a mimetizarse con el entorno.
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En uno de los camiones había un cartel revelador en el que se hace un llamamiento a «estar unidos» y ser conscientes de que organizados nada puede detenerlos. «No tenemos tiempo de frenar, tenemos nuestro propio sistema», rezaba la carta en francés, italiano, inglés y español, que llama a compartir el conocimiento y «difundir la libertad».
«Despierta. El futuro es ahora. Continuemos haciéndolo real por los que se han ido», concluye la proclama 'cyberpunk', que vertebra una tribu que mantiene en secreto la forma en la que se convoca. Nadie habla de eso ni de cómo se financian. «Un día antes te mandan una ubicación», afirma Dolsa. Fuentes de la Guardia Civil aseguran que han localizado mensajes privados en Telegram y en Instagram para la fiesta de La Peza.
Las ideas de esa carta fijadas con esparadrapo a aquel camión son las que abrazó Claudia, una jubilada francesa que abomina las drogas y que estuvo mucho tiempo yendo de 'rave' en 'rave'. Ahora vive en Francia, va a las fiestas y se vuelve a casa. «Estoy aquí por la música y por la libertad de pensamiento», remarca la mujer con pelo blanco rapado y una rasta bajo un gorro polar, mientras pasea a su perro a primera hora de la mañana por el campamento con una tos que desvela una buena cantidad de humo en sus pulmones.
Lo hace antes de sentarse a comer con un grupo de amigos. Ahora su hijo ha tomado el testigo de esta vida. En el campamento hay hijos de estos nómadas, que van con sus padres persiguiendo la libertad con el tecno y la naturaleza como telón de fondo.
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Goro es uno de estos viajeros, pero sin familia. Un suizo que habla francés, italiano y español que se sorprende cuando conoce que lleva ya seis días de fiesta. Habla mientras su perro juguetea acompañado de una guapa jienense que ha llegado a la 'rave' con su hermana y unas amigas. Es un espacio donde encontrar el amor o donde perderlo, como aquella chica que lloraba porque su novio se había marchado con una holandesa.
Con las pupilas dilatadas y las mandíbulas apretadas, este 'ravero' suizo asegura que este año ha estado en fiestas en Bulgaria, Rumania, Suiza o España. «Es una forma de conocer lugares a los que no irías, como un bosque en Transilvania», apunta Goro, mientras explica que es temporero en Suiza, «porque allí se gana más dinero», y que emplea lo que gana trabajando en esta forma de vida.
El próximo destino es Marruecos, en el desierto. Cuando llegue la ubicación exacta a los móviles, allí volverá a emerger esta ciudad de nómadas y se oirá el latido que emanan de los 'muros' de altavoces.
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