Cultura

La redención de Lagartija Nick: el punk en son de paz de los hermanos Arias

La banda de Granada reivindica al periodista, músico y poeta fallecido Jesús Arias con «Los cielos cabizbajos», un disco para purgar el «sentimiento de culpa», saldar deudas familiares y pasar «un luto de colores»

Ángel y Antonio, de Lagartija Nick, posan frente al mural en homenje a su hermano Jesús Arias, obra de El Niño de las Pinturas, en el barrio de La Chana, en Granada. Leo Rama

Leo Rama

Jesús Arias Solana (1963-2015) aguanta la mirada , boquiabierto; sigue cantando y sangrando su guitarra. Hace casi un lustro que se marchó, pero permanece en el mural que ocupa toda la fachada de uno de los edificios de La Chana, su barrio, en Granada . Ángel espera bajo su propio reflejo —cuando niño— mientras Antonio se retrasa —pasa el tiempo y ahora es él quien cocina albóndigas para sus padres— en su llegada a un encuentro familiar. Más bien, un reencuentro de leyenda viva: la de los hermanos Arias . Una leyenda que comenzó a pocos metros de ahí, cuando estabas los tres juntos en el rellano de su bloque cuando una amiga les preguntó qué estaban haciendo. «Estamos jugando al circo… Es que de mayores vamos a ser artistas» , contestó Jesús, como reza el grafiti que le dedicó El Niño de las Pinturas.

Los hermanos Arias Solana: Jesús, Ángel y Antonio. Archivo familiar

Vivió como artista y como tal murió; como los genios que se olvidan y únicamente pueden ser recordados al tiempo. Después de haber estado exilido en su propia tierra, de fallecer en el ostracismo del sofá de su casa. De aguileño semblante y verbo pausado, carácter taciturno y espírito nocturno, ejerció como músico, poeta, periodista y hermano mayor. «Ya todos somos más viejos que él, ahora es el hermano chico, así es que también sabemos más», bromea Antonio, líder de la banda granadina Lagartija Nick ; el menor de los tres: una mezcla entre «la cabecica de Jesús» y «la sinvergonzonería del Ángel actoral y provocador». «Nosotros somos los Panero del rock granadino, a cuál más loco» , comenta Ángel entre risas. «Panero con final feliz», pero lejos ya de su precocidad iniciática en un barrio de clase trabajadora, y todo lo que vino después.

Desde su adolescencia, Jesús Arias escribía poemarios y tocaba con varios grupos en La Chana

Ángel y Antonio describen a Jesús como «un extraordinario estudiante» que les arrebató ese rol. A sus hermanos no les quedó más remedio que «dedicarse a la mala vida, el golfeterío». «Jesús siempre fue el director de orquesta de nuestras carreras» , subraya Ángel. Antonio recuerda que, ya desde muy joven, con apenas 15 años, «escribía y editaba sus poemarios con ediciones privadas»: «Hacía una o dos copias, ganaba premios, y al mismo tiempo que tenía ya su grupo encarrilado». El Chana Jazz Trío, apunta Ángel, para sorpresa de Antonio, que desconocía el nombre de aquella banda del imberbe Jesús Arias, que adelantado se atrevía con versiones del «Simpathy for the devil» de los Rolling en una España aún en blanco y negro que algunos como él empezaban a colorear.

El conector

«Tenía un sexto sentido, un olfato para oler los movimientos artísticos y una capacidad de anticipación a los estilos, a lo que iba a molar», reseña Antonio, que incide en el talento de Jesús para «unir y conectar personas» . No en vano, si Antonio Arias comenzó a tocar en los 091, «antes de que fueran los Cero», fue gracias a Jesús, que rechazó sumarse a la banda de los jovencísimos Pitos, Tacho y Lapido tras una intentona que no cuajó. «Él estaba luchando por su grupo, TNT, y me ofreció a mí… Hice una prueba y entré, aunque tampoco sé a cuántos probaron», añade jocoso.

La movida granadina era reducida. Todos —los pocos, suficientes— frecuentaban los mismos ambientes en los que Jesús Arias ejercía de piedra angular. Pese a su discreción, era un auténtico relaciones públicas, como también demostró en aquella primera y mítica visita a Granada del vocalista de The Clash, Joe Strummer , con quien estableció un fuerte y perdurable vínculo de amistad que le permitió pronunciar su apellido sin pretensiones: tal y como suena en castellano. Su relación empapó a todo el círculo punk de Granada y, a su vez, fue una gota más de las tantas que han nutrido al caudal de los Arias, del que han bebido las incesantes bandas afloradas en Granada.

Joe Strummer y Jesús Arias, en el mirador de San Nicolás. Juan Jesús García
El periodista Juan Jesús García, Jesús Arias y Joe Strummer. Juan Jesús García
Joe Strummer y Jesús Arias, de paseo por el Sacromonte. Juan Jesús García
Portada de «El testamento del Sol», de Lagartija Nick.

Aquella anécdota que ya forma parte de la enciclopedia musical —y tiene forma de vinilo: el EP «El testamento del Sol» (2018), ilustrado con las fotos que realizó el periodista de Ideal, Juan Jesús García, y en el que se recoge el audio de la entrevista que realizó sibilinamente a Strummer, de resaca, junto con Arias, de traductor— sólo fue posible gracias al inglés macarrónico con el que Jesús le habló esa noche en El Silbar, el bar donde Joe Strummer recaló solitario. La conexión estaba servida. Apoyado en la barra, el británico aguardaba la compañía para ir a desenterrar con un pico y una pala al mismísimo Federico García Lorca, a quien Jesús seguiría buscando durante el resto de su vida, como atestigua la hemeroteca periodística y su obra artística.

Jesús Arias, pese a su timidez, conectó a multitud de jóvenes granadinos en la época de la movida

Arias, ensayando de TNT, en 1981, en las Cuevas del Cristóbal. Ideal

TNT, 091, Magic, Jonny Roll y Los Traviesos… Aquellas bandas primigenias coincidieron y crecieron en las ya desaparecidas Cuevas del Cristóbal, donde ensayaban junto a orquestas de la capital en salas excavadas. Bajo tierra, se encontraba con la tradición mística y el telurismo granadino que Lagartija siempre ha defendido, apoyándose en el «Tratado de la Alhambra hermética», de Antonio Enrique. «En las Cuevas del Cristóbal se establece una conexión con la Granada mágica» , rememora Antonio Arias, adoptando un tono despreciativo para hablara «del Cristóbal» como «el guardián del calabozo»: «Ese falangista, ese delator que presumía de que conoció y ocultó a los hermanos Quero [Lagartija Nick dedicó una canción a su leyenda en el disco ‘Crimen, Sabotaje y Creación»] y después de investigar, vimos que no tuvieron ninguna relación con él, incluso estuvieron en riesgo por su culpa».

Jesús Arias, durante una actuación de TNT. J. J. García

El imaginario dibujado por Lagartija Nick es un eterno retorno a unas mismas referencias o temáticas, revisadas con perspectiva, cuando no anticipadas. En lo que respecta a Jesús, se repite una frustración casi constante que los hermanos Arias comparan con otra figura clave en la cultura granadina, en la trayectoria de Lagartija Nick —con disco inclusive— y en sus propias vidas: José Val del Omar , «que siempre achacó la falta de estudio de sus creaciones por su complejidad». Hablan de la exigencia de Jesús en sus composiciones . «Era muy brillante en muchos aspectos, pero no llegaba al gran público, ni siquiera a su entorno. Decían: “Éste sabe de to’, no sabrá de na’, no es normal. ¿Cómo vamos a meter ahora poesía”. La gente desconfiaba de alguien con tantos talentos», asevera Antonio: «Jesús veía la música con una importante formalidad estética. “Más es más”, era su lema» .

Sus hermanos comparan a Jesús con Val del Omar, «que siempre achacó la falta de estudio de sus creaciones por su complejidad»

A menudo, la odiosas comparaciones estuvieron presentes en la relación de Jesús con sus hermanos. «Él tenia un cierto dolor porque su carrera musical no había triunfado , y él veía en mí algo cercano al éxito», reconoce Antonio, que aún le reprocha que Jesús se quedara «sin dar los pasos» para ir más allá. También se quedó alejado de la gloria literaria, pese a ser pionero de la poesía de la experiencia, junto a sus coetáneos Javier Egea o Mariano Maresca . Una vocación palpable desde «Rimado de ciudad», aquel disco de TNT con letras de Luis García Montero en el que Jesús Arias «ya mete estructuras clásicas». Antonio asume que «necesitaba mucho tiempo para desarrollar sus pasiones y profesión», y quizás por eso «se quedaba en lo teórico» : «Yo viví la posibilidad de tocar mucho en directo con los Cero, fueron mi universidad… Y yo siempre eché de menos que pusiera su voz en las canciones, siempre me pareció un error gravísimo que le alejaba del público».

La redención

Portada de «Los cielos cabizbajos».

La relación de Jesús Arias con el público y su entorno también fue compleja. Para Ángel, su hermano «era una persona muy frágil, no aguantaba la presión social» . «Él se entregaba a corazón abierto, y cuando veía que no había una correspondencia honesta y sincera, se sentía muy herido y se retraía». Tal vez por eso, por esa «vulnerabilidad», no pudo «luchar por sus ideas»: «Prefería compartirlas con los demás». Como agrega Antonio, «Jesús siempre sugería deberes, encargaba proyectos». «Lo sigue haciendo incluso después de muerto» , insiste, antes de hablar del ingente material que conservan de su hermano y que ha dado lugar a «Los cielos cabizbajos», el último disco de Lagartija Nick , fruto del estudio profundo de cientos de libretas, más diarios y grabaciones encontradas en variopintos formatos, incluso desperdigadas en su correo electrónico.

«Los cielos cabizbajos» es fruto del estudio profundo de cientos de libretas, diarios y grabaciones perdidas de Jesús Arias

«Tenía la intuición de que ese material no iba a salir» , pero al mismo tiempo procuró su pervivencia. Sólo para «Los Cielos Cabizbajos», han necesitado sumergirse en una veintena de libretas de los últimos dos años, en las que plasmó «algunas canciones puramente insinuadas, otras terminadas y un mundo por descubrir» . «A nosotros nos ha costado cinco años sacar este disco para llegar al fondo de las referencias», asegura Antonio. Por eso, dice, la experiencia de grabar este disco ha sido «tremenda» para todos los participantes, que han redimido así las generosas aportaciones de Jesús a la órbita de Lagartija Nick, grupo del que comenzó formando parte y al que más tarde seguiría contribuyendo con, por ejemplo, las oscuras letras de su álbum más sombrío: «Su».

Jesús Arias, en segundo plano, durante un ensayo de «Omega», con Enrique Morente. Documental «Omega»

Jesús, como ya hizo —siempre en un segundo plano— con el ya histórico «Omega» que grabaron Enrique Morente y Lagartija Nick, desarrolló conceptualmente todas aquellas canciones que han acabado componiendo «Los cielos cabizbajos». Pensadas hasta el más mínimo detalle, con instrumentación japonesa, introducciones de Tchaikovsky o coros de «senegaleses por un tubo». Finalmente, sus hermanos han tratado de respetar al máximo su legado, aunque adaptándolo de una forma práctica y realista, y añadiendo otro tipo de elementos sonoros, como la voz del Che Guevara en «La ola equivocada» o los cortes originales de reportajes del periodista Jon Sistiaga en «Sarajevo» y «Somalia», el corte que pone broche al disco con con un proverbio somalí: «Yo y mi clan, contra el mundo; yo y mi familia, contra el clan; yo y mi hermano, contra la familia; yo, contra mi hermano. Así es el caos».

Más allá y más acá

«Son esos puntos de ruptura que te sacan cuando creías que estabas transitando el mundo de Jesús», comenta Antonio: «Hemos trabajado el disco con una libertad que no habríamos tenido si él hubiera estado vivo, porque nos hubiera dicho a todo que no, habría querido fundir las voces de Franco, Hitler y Mussolini con el sonido de las bombas… ¡Lo primero que diría es que hemos empezado el disco como no es!». En la búsqueda de ese equilibrio, se encontraron con «un disco trabajoso, pero nunca conflictivo» , si bien a veces se enfrentaban al problema de «no saber de qué hablaba Jesús»: «Eso también ha pasado... Jesús, qué estás diciendo...». A vueltas con la mística, él les ayudó a recomponer el puzzle: «Nos sigue empujando desde el más allá» .

Jesús y Antonio Arias, sobre el escenario. Juan Jesús García

Más acá, todavía en vida, a la extrema sensibilidad de Jesús se sumó un hecho trascendental en su carrera: su despido del diario Granada Hoy , donde trabajó hasta septiembre de 2012, cuando un ERE puso fin a su carrera periodística y marcó su final. «Eso le hundió emocionalmente» , afirma Antonio. «Tenemos la carta de despido y no hay cosa más dura para un ser tan vulnerable» , lamenta Ángel con tristeza: «Él hubiera preferido algo más visceral, que le dijeran que no le soportaban, en lugar de alegar razones económicas para su despido… Él esperaba un reconocimiento, y cuando vuelve de vacaciones lo que se encuentra es un adiós frío», después de haber sido miembro fundador del periódico, tras su paso por Granada 2000 y El País, que le fichó antes de que acabara la carrera en la Universidad Complutense de Madrid.

El despido de Jesús Arias en 2012 marcó su final: «Él hubiera preferido que le dijeran que no le soportaban, en lugar de alegar razones económicas»

En sus últimos meses de vida, en las puestas en escena de su obra «Mater lux», cuando Jesús Arias «comenzaba a recibir el reconocimiento» que tanto había anhelado, ya era «inmune al éxito». «Él estaba tan dolido, tan deprimido, que no podía verlo», señala Antonio. «Le daba exactamente igual», prosigue Ángel Arias: «Después de la presentación, con la gente en pie, los músicos le dijeron de tomarse algo y él sólo decía “vámonos, vámonos, que me cierran el estanco” , porque ya su única obsesión era volver a Granada, comprarse un paquete de tabaco y encerrarse en casa».

Hasta su última noche, Jesús Arias estuvo trabajando en las canciones que han acabado componiendo «Los cielos cabizbajos»

A costa de su cada vez más delicada salud, dedicaba las noches enteras a componer canciones como «Nagasaki» , el tema que abre el disco y en el que estuvo trabajando hasta su última noche, antes de fallecer acurrucado en el sofá de su casa. Aquella misma mañana, cuando Jesús ya había fallecido, sin saberlo aún, Ángel, Antonio y su padre estuvieron reunidos, «hablando de cómo sacarlo de ese pozo, barajando todas las opciones». No fue necesario. Sin saberlo, el grito había sido sofocado y su voz no callaría más, ni se repetirían las escenas domésticas que nunca pueden ser comprendidas: «Venga, levántate, si yo puedo, tú puedes, mírame, mírame, mírame a mí, yo lo hago porque me da la gana…».

Un luto de colores

El disco les ha servido, remarca Antonio, para saldar «el sentimiento de culpa, el sentimiento de deuda» : «¿Está pagado? Aún, no. Pues ya se irá pagando». «Tenemos el dilema de si hicimos lo suficiente… ¿Estuve con mi hermano? Evidentemente, no, pero yo creo que le dejé el espacio suficiente para que él saliera, porque hay que esperar a que la otra persona pida ayuda», sostiene Angel: «Yo el duelo no lo he pasado… Cuando murió, tuve que leer en redes sociales cosas muy salvajes de gente que no sabe de lo que está hablando». Al margen del dolor, la experiencia de la muerte del hermano mayor ha supuesto también que Ángel Arias —quien comenzó siendo manager de Lagartija— haya vuelto a la música , como tantas veces le dijo Jesús: «Era su obsesión y al final lo ha conseguido».

Las aportaciones a «Los cielos cabizbajos» de Ángel, que comenzó tocando en una rondalla y se apartó del rock por obvios motivos familiares para dedicarse al teatro, aglutinan todo su bagaje actoral, su afán provocador y su pasión por la técnica, por la programación, con la que ha experimentado para crear texturas musicales que acompañan al grupo. «Ángel crea un espacio sonoro antes de entrar, que es que parece que están cayendo bombas en el pueblo de al lado y se están acercando», explica Antonio: «Es un ambiente ansioso en el que da la sensación de que algo va a pasar». Entonces, pasa.

Los hermanos Arias coinciden en «el cariño que se ha puesto» en la recuperación de la obra de Jesús

Los hermanos Arias sienten que por fin la obra de Jesús comienza a ser valorada como se merece . Ellos corresponden «el cariño que se ha puesto» en la publicación tanto de «Los cielos cabizbajos» como de «Diarios de un artista» (2018) y «Un jardín contra tu nombre» (2019), el poemario póstumo —desgranado por Isabel Daza— que escribió en los años 90, y que desde entonces había sido custodiado por Juan de Loxa, «que lo quería con locura». «Le hemos quitado los peros, le hemos quitado las tijeras a ese pero, a esa manzana alfa que era… Y todavía no hemos abordado su faceta periodística», advierte Antonio, orgulloso de que el trabajo de su hermano esté siendo objeto de una tesis y satisfecho con la acogida del disco entre el público y la crítica: «Cuando vamos a cualquier lado, vamos a canales de noticias, llegando a espacios a los que no habríamos llegado en la vida… La gente empatiza, llora de emoción».

Puesta en escena de «Los cielos cabizbajos», con Lagartija Nick junto al pianista David Montañés, el coro Manuel de Falla y un ensemble de la Orquesta de la Universidad de Granada. J. J. García

«Los cielos cabizbajos» les ha servido, en fin, para pasar un «luto de colores» . Antonio Arias coincide en que se trata de «un álbum de punk en son de paz», le digo, y no sólo por la paloma que ilustra la portada, albergando en su interior la desolación absoluta tras la caída de una bomba atómica: «Es una buena definición, porque además de ser un disco accionario, está hecho desde ese conocimiento de que el amor es posible en un mundo imposible , como dejó escrito Jesús en algún poema, y esa cierta sensación de paz, porque habla de muros y también de puentes. […] Ahora puedo confiar en que la muerte es sólo una palabra que se queda atrás cuando se ama , como decía Val del Omar, porque él ha cambiado mi concepto de la muerte, y ya sé que ese fundido en negro no es tal».

«No admite pausas vivir». «Hasta que el flujo eléctrico se corta».

[En la presentación del disco en Granada, el padre de los Arias, Antonio, el veterano del lugar, desde una silla al lado de la mesa de sonido, asiste atento al réquiem y aplaude —el que más— tanto como todo el público en conjunto: por él y por los demás].

«Y es que ya sé

qué clase de soledad

es la que me ha estado acechando» .

Poema extraído de «Un jardín contra tu nombre».

Un pequeño Jesús Arias, al otro lado del teléfono. Archivo familiar

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