Misterios de Granada: el fantasma de la Cruz Roja
Una serie de fenómenos inexplicables se produjo tras una sesión de ouija en un solar sin edificar
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La ouija no suele ser buen compañera de viaje para aquellos que, poco temerosos, se acercan a este particular «método» de contactar con el «otro lado». Precisamente las sesiones se ouija encierran muchos peligros y algún que otro disgusto para aquellos que, psicológicamente, no están preparados para ello.
Era la década de los 80 del pasado siglo XX, y unos miembros de la Cruz Roja , voluntarios, comenzaron una sesión en un apartado lugar. Todo discurría con normalidad hasta que una entidad comenzó a manifestarse en aquel mismo sitio donde años atrás, siglos atrás, ya se tenía constancia de experiencias con seres evanescentes y sombras errantes.
Incluso siendo un solar sin edificar , este registraba hechos desconcertantes tales como misteriosas voces surgidas de la nada, esferas de luz, siluetas de nadie...
Un compañero de voluntariado había fallecido en un reciente accidente de tráfico, se llamaba Miguel Ruiz, y en la taquilla que ocupaba comenzaron a producirse hechos misteriosos como ‘raps’ (ruidos, porrazos rítmicos) desde su interior, así como que los objetos que contenía aparecían fuera de la misma todas las mañanas, pese a estar bajo llave.
A mitad de la noche se escuchaban ruidos de piedras que caían por las escaleras o que travesaban las cristaleras superiores. Pero al comprobar la rotura o desperfectos no había ninguno. También se sentían pasos de la nada o una máquina de escribir que funcionaba sola.
Así, con estos incidentes, se improvisó aquel juego, aquella sesión. Y comenzaron los sucesos: llamadas que se producían a los teléfonos de centralita y al ir a la habitación solicitante no había nadie, descensos de temperatura , respiraciones, luces que se encendían y se apagaban como si unas manos invisibles jugaran con ellas, etc.
Los hechos comenzaron a conocerse y los altos mandos de la Cruz Roja ordenaron que no se hablara de aquellos incidentes sin explicación. Como no podía ser de otra forma se prohibieron las sesiones de ouija en el interior del edificio y otras prácticas espiritistas.
Pese a la prohibición, había voluntarios que seguían tales prácticas y, estando en una de esas sesiones, se apareció un ‘ente’ con ropas verdosas o de apariencia de ese color. Los chicos se sobresaltaron pero aquel personaje les llamó a la calma diciéndoles que era un antiguo mando que sólo quería visitar las instalaciones. Viéndolo como se ve a alguien normal, «de carne y hueso», dejaron que aquel hombre siguiera visitando el edificio. Al cabo de poco tiempo pensaron que aquel señor no se había identificado y que podía tratarse de cualquier intruso que «se había colado en las instalaciones», así que se pusieron a buscarlo pero sin encontrarlo.
A los pocos días consultaron una lista de los antiguos mandos del cuartel viendo la foto del comandante Ballesteros que se ajustaba a lo que ellos habían visto. El problema es que el comandante llevaba muerto años.
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