Toma de Granada

Granada conmemora su Toma entre la tensión y la solemnidad

Partidarios y detractores se encararon en una fiesta celebrada por una mayoría sin complejos

El concejal socialista Jacobo Calvo ha tremolado el estandarte real en el Ayuntamiento de Granada. L.R.

Leo Rama

Granada volvió a celebrar ayer el día de la Toma . Otro 2 de enero más, la capital conmemoró el aniversario de la conquista de la capital nazarí por parte de los Reyes Católicos y el fin de la dominación musulmana en España. Una fiesta que se remonta cinco siglos atrás y es cuestión de fronteras, como la que separa los gritos a favor y en contra , o la que une la tensión con la solemnidad que caracteriza a este acto, que cada año tiene lugar entre la vergüenza de unos pocos y el clamor de la mayoría que acude sin complejos y disfruta del engalanado desfile y las marchas militares .

La Legión participó en el acto con sus marchas militares. L.R.

La comitiva se desplazó a la Capilla Real, donde se ofició una misa en honor a los Reyes Católicos. L.R.

Miles de granadinos asistieron desde las 11 de la mañana a una nueva conmemoración, no exenta de la vieja polémica que arrastra la fiesta por los habituales enfrentamientos verbales entre partidarios y detractores , que este año han pasado al plano físico. En uno de los laterales de la plaza del Carmen, donde tradicionalmente se colocan el pequeño grupo de personas contrarias a la celebración, éstas protagonizaron un choque a gritos y a empujones con asistentes favorables ubicados en ese extremo; entre el Cara el Sol y el himno de Andalucía con banderas estrelladas.

Varios individuos se enzarzaron en un incidente que fue rápidamente sofocado por los agentes del fuerte dispositivo policial que veló por la seguridad durante el acto y que contó con cerca de un centenar de efectivos locales, nacionales y militares en el día de la Toma más tenso de los últimos años , esta vez sin las comparsas de moros y cristianos se introdujeron hace dos años. Como siempre, fueron constantes los pitos y cánticos de los críticos con la fiesta en un intento de reventar el acto: «Gastos militares para escuela y hospitales», «no eran moras, eran granaínas» o «fuera fascistas de nuestras calles».

«Asquerosos, desertores, ratas, rojos», les espetaban los otros, que rompían en aplausos al son del himno nacional y silbaban el andaluz mientras la veintena de díscolos entonaban, puño en alto, la letra. Y los «periodistas, terroristas». Y los nervios a flor de piel en un cuadrilátero repleto de banderas de España —y cada vez más enseñas por la autonomía de Granada— donde todo el mundo quiere conservar su sitio, que nadie se cuele. Inclusive el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith , que participó en la procesión cívica junto a representantes locales del resto de formaciones políticas, a excepción de Unidas Podemos-IU, que apoyó el evento alternativo de la asociación Granada Abierta .

El concejal popular Luis González ha sido el encargado de tremolar el estandarte en la Capilla Real, junto a la cripta de los Reyes Católicos. L.R.

Por lo demás, el acto transcurrió con normalidad. El concejal popular Luis González fue el encargado de tremolar el pendón en la Capilla Real tras la misa y el socialista Jacobo Calv o hizo lo propio en el balcón del Ayuntamiento, desde donde entonó la clásica fórmula que año tras año sirve de colofón. «¡Granada!». «¿¡Qué!?», le respondieron los granadinos antes de exclamar: «Por los ínclitos Reyes de España, don Fernando V de Aragón y doña Isabel I de Castilla, ¡viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva Andalucía! ¡Viva Granada!» . Una tradición cuyo origen fue voluntad del propio monarca quien, entre sus últimas voluntades, manifestó su deseo de que Granada rememorara anualmente la efeméride.

Así, el día de la Toma se conmemora desde 1518 y se mantiene prácticamente invariable desde entonces. Las reliquias que se emplean en la actualidad son las mismas que se usaban originariamente. Durante el franquismo, fueron restauradas las antiguas piezas que encabezan la marcha y se revitalizó la fiesta tras la pérdida de popularidad –de la que goza actualmente– que había sufrido en los años previos, como atestiguan las crónicas de la época, que en el periodo republicano daban cuenta del desprecio que todavía hoy muestran una parte de los asistentes y las veneración que produce entre los más acólitos.

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