GRANADA
Muere Melchor Sáiz-Pardo, exdirector del Ideal de Granada: un periodista hasta el cierre
Fichó por la cabecera de Vocento con solo 28 años y permaneció en la dirección más de tres décadas
El histórico exdirector de Ideal de Granada , Melchor Sáiz-Pardo , ha fallecido a los 76 años de edad este lunes después de medio siglo dedicado en cuerpo –enjuto– y alma –elevada– al periodismo . Licenciado en Letras por la Universidad de Granada, comenzó su andadura profesional con apenas 18 años como colaborador del diario Patria, donde demostró sus dotes. Reportero, cronista, columnista e incluso dibujante humorístico , su talento no tardó en llevarle a ser redactor en la agencia de noticias Pyresa, trabajo que compaginó con sus estudios en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid . Egresó como el primero de su promoción.
Opositó a Televisón Española e ingresó en la plantilla de los informativos de la segunda cadena. Más tarde, fue nombrado corresponsal jefe de la delegación de la agencia Efe en Roma , ciudad que le atrapó –casi tanto como la del Vaticano , que tan en profundidad conoció–y la que regresaba con asiduidad después de fichar con solo 28 años por el diario Ideal de Granada, cabecera entonces de Editorial Católica y ahora del grupo Vocento , convirtiéndose así en 1971 en el director de periódico más joven de España y permaneció en el cargo más de tres décadas, hasta 2002, si es que alguna vez lo dejó.
Ligero de equipaje, volvió a su Granada natal con la mirada democrática que arrojaba el espejo italiano y supo hacerse con el poder de una redacción anquilosada y todavía controlada por la dictadura. Esquivó la censura y apostó por la renovación técnica y humana en el diario Ideal, transformándolo en un periódico moderno y libre. Brilló por sí mismo y dejó brillar, solo después de haber revisado rigurosamente el periódico que había encarrilado por la mañana. Jamás llegaba a la redacción antes de las 7 de la tarde , pero siempre era el último en irse; hasta el cierre.
Nunca llegaba antes de las 7 de la tarde, pero siempre era el último en irse; fue director hasta el cierre
Su pérdida ha consternado a quienes trabajaron con él y presenciaron ese giro de cuello de casi 180 grados que, lento y exagerado, hacía antes de argumentar la defensa de un redactor ante las quejas de cualquiera por cualquier noticia veraz publicada. «Si me censuró alguna vez, llevaba razón», apunta un antiguo redactor de la que fue la casa de Sáiz-Pardo, donde le describen como un hombre sereno, moderado, empático, cariñoso, generoso, justo, honesto, consecuente e incluso progresista al tiempo que conservador. Experto en el Mesozoico y en el antiguo Egipto, la religión siempre fue un tema de especial interés para él.
Sus profundas reflexiones teológicas le hicieron vivir una crisis de fe a partir de los 50 , pese que no renunció a los valores católicos con los que creció ni tampoco llevó a gala su agnosticismo. «Era un cristiano sin Dios» , comenta uno de sus más próximos subordinados. Los dulces –era diabético y a veces pecaba con los postres de sus acompañantes– y los libros fueron sus mayores vicios. Frecuentaba las librerías de Granada y tenía la necesidad de acudir a las de otras ciudades cuando viajaba. Compró –preferentemente en El Corte Inglés– y leyó de forma compulsiva , y la falta de espacio le obligó a vender al peso la mayor parte de su biblioteca personal.
El resto será para sus hijos, herederos de una saga periodística que completa la familia de Mariem, su querida mujer, a la que adoraba y que influyó de forma determinante en su vida y también en su muerte, que finalmente le ha llegado: su último cierre como el periodista que fue siempre.