TEATRO
Bernarda Alba apareció en un Corpus
El dramaturgo José Carlos Plaza, ha llevado de nuevo a escena «La Casa de Bernarda Alba», el texto que convirtió su montaje en un hito teatral de los ochenta
Atravesada por la pandemia, este año ha sido el plato fuerte de la programación de teatro de este Corpus y que ha cerrado la temporada más dura que se recuerda en los escenarios granadinos
Bernarda madre, Bernarda autoritaria, Bernarda mujer, Bernarda hombre, Bernarda animal, Bernarda en un sillón, Bernarda esperpento, Bernarda costumbrista... Hay tantas Bernardas Alba como montajes, cientos, se han imaginado y llevado a escena en los últimos 76 años.
La primera vez ni siquiera se representó en España, sino en Buenos Aires, en 1945, nueve años después del asesinato de su autor. En, Granada tardó 30 años más hasta que el dramaturgo granadino Manuel Pinedo rompió el hielo , con el franquismo dando los últimos coletazos.
De aquellos años, el montaje más icónico, quizás por el estreno posterior de la película de Mario Camus, fue la del dramaturgo Jose Carlos Plaza. Estrenada en 1984, no fue en Granada precisamente donde se llevó a cabo, sino en el Teatro Español, frente a la estatua de Lorca en la plaza de Santa Ana. Si hubiera deuda, quedó paliada hace poco más de una semana en el Teatro Isabel La Católica, en el centro de la capital granadina. Sin estatua enfrente, en este caso.
Un martes de Corpus, pandemia mediante, el montaje de Plaza en 2021 es otro, el elenco es otro, el decorado es otro. El espíritu, eso sí, es el mismo. El texto es el mismo.
«La palabra de Lorca es inamovible. Es como la biblia. Lorca es intocable. Eso es lo que ha hecho Juan Carlos» , avisa minutos antes de que empiece el espectáculo la actriz Luisa Gavasa . La veterana actriz zaragozana sabe bien de lo que habla. No en vano, ganó un Goya precisamente por su interpretación en la lorquiana «La Novia» como madre del novio de Bodas de Sangre , y ahora, casualidades de la vida, interpreta a otra madre, esta vez, la de Bernarda.
Y sí. Plaza, por una causa o por otra, guste o no guste, acertó en aquella dramaturgia naturalista estrenada en el Teatro Español en el año 1984 en buena parte lo que hoy entendemos por lorquiano. De hecho, así lo cuenta el investigador teatral granadino Antonio Sánchez Trigueros , quien mejor conoce el recorrido histórico y escénico de esta obra a lo largo de los años: «ese montaje minuciosamente construido sólo lo podía hacer un director como Plaza» .
En él, además de la tragedia, se conjugaba una posibilidad cómica, que acentuaba el drama y «no sólo el evidente lado trágico» comenta el investigador. Si a eso le sumamos la popularidad de Ana Belén, que hacía de Adela , y la citada película estrenada más tarde, ahí se construyó el icono.
Cuando el dramaturgo Miguel Narros, director del Teatro Español produjo la dirección de Plaza en el 84, el montaje fue de hecho, un alarde de recursos. Un escenario cuidado, un vestuario minucioso, una arquitectura muy concreta. Cada rincón representado de la típica casa rural andaluza y acomodada, que se aplicaba con destreza casi puntillosa a la idea de realismo que Lorca señalaba en el texto. .
En 2021, con una gira por todo el país , la propuesta aunque de nuevo con una factura escénica impecable , no tiene en escena los recursos de entonces. «Es muy distinta, a veces los autores tienden con la experiencia a dejar más desnudo el escenario. Aunque la pandemia influye, claro», explica su productor, Celestino Aranda de Producciones Faraute , la productora que precisamente fundó con Narros y que él gestiona íntegramente tras su fallecimiento en 2013.
Con más o menos atrezzo, sobre las tablas, lo fundamental: sus siete actrices. Su discurso, casi religioso. «Nuestro trabajo es creer en el relato transformador de la palabra», explica la Bernarda de esta pieza, la actriz Consuelo Trujillo , quien al igual que Gavasa, defiende la importancia de seguir llevando a escena "sin quitar ni una coma". «Hay algo que nos vincula muy rápido con el texto» explica Marina Salas, la más joven y que ejerce el papel de Adela. «Esta obra está conectada con el imaginario universal, con lo sagrado, con la cultura de este país».
Un teatro de luto
Con todo, a pesar de la pertinencia que puede tener llevar a escena de nuevo una obra como esta, las dificultades para sacar adelante las cuentas de una producción de estas características son evidentes . La parada en Granada, «la tierra del Chavico» que diría Federico, es un buen ejemplo de ello.
Yendo a taquilla y teniendo en cuenta las limitaciones de aforo, a duras penas llegan los ingresos necesarios para cubrir la inversión . En esas condiciones, estandarizadas en casi la totalidad de los teatros en Andalucía , tal y como describe Aranda, se vive más como «un gusto» y la posibilidad de seguir trabajando, que como un negocio, ahora mismo, difícilmente rentable.
«El sector está destrozado. Va a costar mucho remontar. Mucho. Hay muchas compañías que han cerrado. Nosotros somos unos privilegiados» , comenta la actriz Rosario Pardo antes de comenzar el ensayo técnico. «La Poncia» en escena, insiste desde la trastienda en la realidad de un sector laboral cuyos datos, sin la romantización del arte, serían todo un escándalo político.
Según el último informe de la Fundación AISGE, el 97% de las personas dedicadas a la interpretación y la danza declaran no tener ingresos para subsistir mediante su trabajo. El paro de intérpretes ha llegado hasta sus límites históricos, con 69% en el último año .
Mientras tanto, el encuentro con el espectador es cada vez más complejo, pero no por eso menos celebrado por quienes siguen apostando por pagar su butaca. Solo hace falta asistir al teatro, aún con el inmerso mar de mascarillas, para percibir esa catársis. «El aplauso del público no es tanto por la obra, sino por estar aquí» incide Ana Fernández, que hace el papel de Angustias.
Una opinión en la que se suma Montse Irazo, Amelia , quien además relaciona con intensidad lo sufrido en este año con la asfixia y el desasoiego que el texto transmite. «Traer esta obra a Granada, que desde un comienzo habla de un confinamiento... Cuando se escucha aquello de »los ocho años« se observa casi un suspiro en el público. Si sólo fueron unos meses... Representar esta Bernarda aquí en un momento en que el país, el mundo, y en concreto la profesión lo está pasando tan mal es un regalo» .
Granada, justamente, ha sido una de las ciudades que más ha sufrido la crisis del Covid en España. Ola tras ola, las restricciones en la provincia y el número de contagios la convertían en noticia. El teatro, la cultura en general, santo y seña de una ciudad que se postula como Ciudad Europea de la Cultura para 2031, ha dado pocas señales de vida, al menos institucionales.
Como si del luto se tratase, el Teatro Isabel La Católica, donde se representó la obra, ha estado cerrado durante meses, con apenas alguna tímida programación en días sueltos . Con una gestión del Ayuntamiento criticada por el sector cultural desde tiempos inmemoriales, al contrario que el Teatro Alhambra gestionado por la Junta, ha seguido el confinamiento a rajatabla, incluso cuando no tocaba.
«Aquí en esta ciudad empezó todo, su poesía, su conocimiento, sus ganas de volar, su arte..» insistía la actriz Ruth Gabriel, que interpreta papel de Magdalena, a su llegada al teatro al inicio de la tarde. Ya de noche, cuando se baja el telón, el público, tal y como anticipaban Irazo y Fernández, aplaude durante minutos y propicia la vuelta de las actrices al escenario para recibirlo. Granada es ciudad de teatro, cuando le dejan.
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