El principal laboratorio del sexo en España es andaluz
La Universidad de Granada trabaja por destruir los mitos relacionados con las relaciones sexuales, el orgasmo o la excitación en base a evidencias científicas
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«El sexo ya no es un tabú, pero estamos muy mal informados». Juan Carlos Sierra, catedrático de Evaluación Psicológica y Sexualidad Humana, resume así el escenario al que se enfrentan cada día los investigadores del proyecto LabSex de la Universidad de Granada. Un ... laboratorio donde la masturbación, las relaciones sexuales, el orgasmo o la excitación sexual son sólo algunos de los temas a tratar científicamente.
Son herederos de los pioneros Bill Masters y Virginia Johnson, padres de la Sexología. Aquello sucedió a mediados los 50, en Estados Unidos, con parejas teniendo relaciones sexuales llenos de cables pegados al cuerpo para medir qué ocurría en ellos durante el acto, mientras los investigadores observaban.
En el LabSex de Granada, el método tiene dos líneas de investigación. Por una parte, hacen un estudio poblacional, con preguntas a los voluntarios y estableciendo patrones. Por otro, y en esto es el único en España, estudian el comportamiento fisiológico de los sujetos.
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El laboratorio tiene dos salas. En una hay ocho ordenadores, en la segunda sólo uno. En la primera, los investigadores recaban datos, contrastan, sacan conclusiones. En la segunda, los voluntarios se sientan en la silla frente al ordenador y, tras haberse incorporado unas herramientas específicas para medir la excitación sexual en sus genitales, observan en la pantalla estímulos sexuales explícitos. En los hombres se mide entonces el grado de erección y en el caso de las mujeres, el pulso vaginal.
Las conclusiones, cruzando los resultados de ambos métodos de estudio, son asombrosas. «Lo que se ha demostrado es una disociación. Yo diría que no hay ninguna relación entre la excitación que se mide y lo que dice la gente excitarse. Sobre todo, en el caso de las mujeres, muchas dicen, por ejemplo, no sentirse excitadas cuando se va comprobando a nivel genital que lo están. También pasa al revés».
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La explicación, apunta Sierra, está en que hombres y mujeres perciben la excitación en parámetros diferentes. En el centro de la cuestión está el orgasmo. «Cuando el hombre llega al orgasmo, finaliza el encuentro. Sin embargo, vemos que las mujeres valoran otros aspectos: comunicativos, emocionales, afectivos… Una erótica, digamos, tipo paseo. Que no focaliza en el objetivo, sino en el recorrido de ese encuentro. Las mujeres nunca destacan el orgasmo como lo principal», destaca Pablo Mangas y Laura Muñoz, dos de los cinco jóvenes investigadores del laboratorio.
En ello no tienen nada que ver la orientación sexual, aseguran. Los patrones apuntan al género, a los roles que cada uno toma y su conducta frente a la experiencia sexual. «Los hombres hemos sido socializados para presumir y tener mucha excitación sexual, mientras la mujer tiene una socialización muchas veces basada en la inhibición o la sumisión. Si en una pareja hombre y mujer se entienden como iguales y con la misma libertad sexual, relacionan mayoritariamente lo objetivo con lo subjetivo. Si no, ocurre lo contrario», resume el director del laboratorio.
Desequilibrio
Ana Álvarez, investigadora de LabSex especializada en esta cuestión, señala el peligro de ese desequilibrio. «Parece que estos roles tradicionales sólo afectan a la mujer, pero lo que sacamos en claro, de modo significativo, es que la satisfacción sexual para el hombre en ese contexto tradicional de la pareja era muy menor», apunta. La tendencia actual va más en otro sentido, eso sí.
«El hombre está más inhibido y hay una mayor predominancia de la mujer en la relación sexual. Se relaciona con el empoderamiento, pero en sociedades menos igualitarias, también sucede». La razón podría deberse a una responsabilidad asumida por el hombre para la satisfacción sexual de la mujer, con la consecuente presión, estrés e insatisfacción.
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Si hay una práctica sexual que ha llevado consigo el estigma, a pesar de ser la más practicada, esa es la masturbación. «Partimos de la idea de que la masturbación es una conducta de segundo orden, siempre detrás de las relaciones sexuales», explica Óscar Cervilla, investigador especializado en la actitud negativa y el orgasmo en ese contexto. Es paradójico, cuenta, porque, al menos en la población heterosexual, se ha comprobado que «quien tiene una actitud más negativa frente a la masturbación manifiesta un peor funcionamiento sexual».
Se trata de un ejemplo de los muchos que comentan acerca de la desinformación que existe sobre el sexo. La educación sexual, por el momento, brilla por su ausencia, insisten los miembros del laboratorio. De darse, que no siempre es el caso, «está enfocada a la prevención de riesgos y a un enfoque negativo», señalan. «La educación sexual que tenemos es negligente. Enseñarnos a poner el condón, a cómo se utiliza un DIU... A los jóvenes se les queda como algo que hay que temer, cuando tendríamos que educar en el placer», lamenta Mangas.
El tabú, aunque no sea vea en la calle, si se ve en las instituciones y empresas. «Sólo el 30% de los grados en Psicología tienen una asignatura de sexualidad, la mayoría de veces optativa. La educación sexual nunca aparece en los programas políticos, hasta se evita la palabra sexo. Pasa lo mismo a la hora de pedir voluntarios en redes sociales, Facebook nos borra las publicaciones solo por tener el lexema 'sex'. Está claro que ahí hay un problema», concluye.
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