Soy cordobita
Los futuribles
¿Cómo exigir cambios en la gobernanza de la ciudad si no nos interesamos por su estado?

Resignación. Esa es la palabra que se me viene a la cabeza cuando, año tras año, leo en titulares el anuncio de la ejecución de alguna de las ciento y una mil obras con sus correspondientes noches, que esperan pacientes en el inconsciente colectivo de los cordobeses. Ilusión. Esa es la palabra para el sentimiento que me embarga al oír el anuncio político de que este proyecto guardado en el arcón, o que aquella nueva inversión, van a tener lugar creando cientos de puestos de trabajo y dinamizando a la sosegada ciudad de provincias cuyo débil pulso alerta de unos preocupantes síntomas.
Impotencia, es lo que me entra apretando los puños fuertemente, cuando después de leer el titular veo que tras el estelar anuncio, luego no hay fondos para ejecutarlo ni fecha cierta de inicio, o que se produce un salto diferido y futurible en el tiempo , un « going to» que pospone una vez más , como en cada mandato, la tan necesaria obra o ejecución de proyecto. Hartazgo de ver cómo a Córdoba se le pasa el arroz y duerme el sueño de las provincias que no están unidas a una causa independentista que mama dinero y competencias a cambio de tal o cual apoyo presupuestario o voto, parte de esa España leal que como no da problemas al Gobierno central, sus políticos no son mediáticos y no tiene partidos localistas, no consiguen nada más que largas cambiadas, qué pena de dejadez comodona.
Miedo , por el presente de los cordobeses que ven cómo la crisis sanitaria amplificada por la pésima no gestión de la misma por el desgobierno no central, ya que solo gobierna para vascos y catalanes, va minando una a una , a cada vez más familias , quitándoles su sustento y los deja en el furgón cada vez más grande del paro, que como un gran incendio devora los brotes verdes de los nuevos negocios y las pesadas cargas laborales y de impuestos, de los más antiguos. Angustia, de pasear por la judería, la perla blanca de Córdoba, y ver todo los negocios cerrados porque solo dependían del turismo y los cordobeses no la pasean ni la consumen, como una buena ración diaria de frutas y verduras, a pesar del esfuerzo de renovación estética de su restauración, huérfana de padres y sola de noche, cuando tan solo los ecos de otros siglos pasean su empedrado. Rabia, porque no reaccionamos y nos damos la vuelta para otro lado ante los ronquidos de una administración tortuosa, de triple capa, lenta, farragosa, poco transparente, que duerme el sueño de los justos consumiendo cada vez más recursos que se pierden en la mala gestión y en su seguridad jurídica de sueldo indefinido.
Tristeza ante la falta de interés de la población por las causas comunes, como si no fuera con ellos ni con el futuro de sus hijos, que se pierda otro proyecto de inversión o que no se cumpla con los programas políticos que se prometen en las elecciones, que te quiten tus señas de identidad, que no se aprovechen los recursos de esta maravillosa urbe que tiene todo y nada, desenganchándose de las noticias locales cuando son las señales de alerta del pulso de la misma.
¿Cómo vamos a exigir cambios en la gobernanza de nuestra ciudad si no nos interesamos por el estado de la misma? Seguiremos tropezando en la mísma piedra de la Ronda Norte, de la Ronda del Marrubial, de la limpieza del río y el aprovechamiento de sus márgenes, de la limpieza y adecentamiento de calles, del soterramiento del horrible cableado del casco histórico, de los materiales inapropiados para este clima, de los concursos de acreedores que fantasmagorizan nuestros polígonos industriales, de esa obra eterna que nunca se termina,de esa inversión que prepare a la ciudad para el exceso de calor y escasez de agua, de esa Córdoba que entierra sus pocas esperanzas en titulares de futuribles que nunca llegan y empujan a nuestros hijos a la emigración laboral y a nuestra población al envejecimiento que devora los recursos económicos de la ciudad condenándola a un futurible coma eterno.