Apuntes al margen
¿Y si volviesen los vecinos?
Ahora es el momento para un plan de vivienda serio para el entorno de la Mezquita-Catedral
Las escenas fantasmales de los barrios que rodean a la Mezquita-Catedra l, en las zonas que la Unesco determinó como Patrimonio de la Humanidad, se han determinado como una consecuencia lógica del hundimiento de la actividad turística y de las restricciones para viajar a España o entre provincias, mientras aún estuvo activo el estado de alerta. La realidad es que hay una segunda ausencia relevante: los vecinos. Se trata de una enorme superficie de terreno, de cientos de viviendas, donde no es posible encontrar un residente.
Los vecinos de estos barrios se han convertido en auténticos aborígenes en proceso de extinción no tanto expulsados por el turismo como por la imposibilidad de llevar a cabo una vida normal en barrios completos que no disponen de los servicios básicos que se precisan. No es posible comprar en un supermercado porque no hay supermercados, no es posible sacar dinero en un cajero porque apenas hay cajeros y la oferta de vivienda es muy reducida por razones diversas: desde el incremento de los apartamentos turísticos y los edificios de uso hotelero y hostelero , y a la difícil compatibilidad de muchas de sus fincas a las posibilidades del común de los mortales.
Resulta inútil a estas alturas plantearse qué fue primero, el huevo o la gallina . Si el turismo expulsó a los vecinos o éstos huyeron despavoridos hacia zonas de mayor confort, donde podían encontrar mejores viviendas, a mejor precio, con más opciones de servicios. Apúntenme, por si las moscas, entre los que defienden lo segundo. La llamada gentrificación ha consistido, en este caso concreto, en la ocupación del sector terciario de un espacio vacío de ciudad facilitado por la aquiescencia generalizada de que una parte concreta del Casco Histórico , la más cercana a la Mezquita-Catedral, no tenía otra que convertirse en un polígono industrial sin humo. Y, como todo el mundo sabe, nadie reside en un polígono industrial -dedicado en este caso al ocio- por poco humo que tenga porque suele ser bastante incómodo.
La verdad verdadera es que todas las aproximaciones al asunto han sido siempre teóricas, ideológicas. En el anterior mandato, con la izquierda en el poder, había mucho compromiso y tal por el Casco pero Vimcorsa -ni AVRA , la agencia de la Junta- no puso un ladrillo en vivienda alguna de esta zona. La gran correa de transmisión de las políticas públicas en la materia lleva años sin realizar una inversión en esta parte de la ciudad. Es más sencillo promover edificios de cien pisos con piscina en Poniente que rehabilitar una casona ruinosa o edificar un solar. Apostar por edificios en venta que por comunidades de alquiler, renunciando a una poderosa forma de atraer nuevas familias a una parte que necesita el afecto de los más jóvenes, el orgullo de vivir en el Casco. Nadie dijo que esto fuera sencillo aunque parece evidente que ni siquiera se ha intentado.
En tantos años de preocupación «sincera», el Ayuntamiento de Córdoba (y la Junta de Andalucía, no se me escondan) no ha tomado ni una sola decisión tributaria diferenciada para que sea «sexy» abrir un negocio en el Casco, para mudarse a esta parte de la ciudad, para dedicar a alquiler a largo plazo lo que es de temporada. Todo lo contrario, se ha apostado por una enrevesada acción burocrática que hace que, cualquier cosa, precise de autorizaciones y sellos por duplicado.
Pues, fíjense, que ahora es el momento, evacuados los turistas, de plantearse si esa política de quejarse de boquilla y no hacer nada práctico ha sido la correcta. Dado que parece evidente que los turistas no volverán solos, sin promoción y herramientos, ni regresarán nunca los vecinos por la milagrosa acción de la ciencia infusa.
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