PRIMERA PLANA

¿Y ahora qué con Medina Azahara?

De la Junta depende que el título de la Unesco nos haga cantar un triunfal «La, la, la» a lo Massiel

Arcada en Medina Azahara de Córdoba VALERIO MERINO
Baltasar López

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A Córdoba se le empiezan a dar los títulos Patrimonio de la Humanidad como a Irlanda ganar Eurovisión. Si no es usted, lector, seguidor de ese concurso -no me extraña con los disgustos que da-, le aclaro que es el país que más veces lo ha ganado. A los tres galardones que poseemos -Mezquita-Catedral, parte del Casco y Los Patios- se sumará este verano Medina Azahara. Como avanzó ABC, Icomos, órgano asesor de la Unesco, ha dado su visto bueno a que obtenga este reconocimiento de dimensión mundial, con lo que es seguro que lo logrará. Cierto es que no nos ha dado «twelve points».

Advierte de que hay elementos que se deben mejorar como que las parcelaciones ilegales del entorno del yacimiento den más el cante que nuestro representante en el certamen musical europeo del año pasado -memoria Patrimonio de la Humanidad si recuerdan su nombre-. Nuestro truco con este tipo de construcciones, hacer como si no existieran, le ha sonado desafinado a Icomos. Pone como deberes elaborar un plan específico con una cronología concreta para «mitigar» el problema de estas viviendas. Además, demanda que haya una provisión de fondos garantizados para asegurar el mantenimiento de este enclave. Suena a música celestial esta reclamación dirigida a la Junta, dueña del monumento y cuya apuesta por la ciudad palatina es tan decepcionante como el puesto de Amaia y Alfred.

¿Y qué hacemos una vez que en junio o julio logre su título en la Eurovisión de los monumentos que convoca anualmente la Unesco? Habrá llegado el momento de dar el do de pecho para aprovechar una gran oportunidad. Será el tiempo de que el Ejecutivo autonómico cambie de registro a la ciudad palatina, demasiado centrado en su vertiente arqueológica, y de que interprete una melodía, la de sacar partido económico del yacimiento. Se trata de que logre atraer más viajeros a la ciudad. El sello de Patrimonio de la Humanidad es publicidad gratuita mundial que hay que rentabilizar, sin olvidar su dimensión científica.

El turismo es uno de los sectores que llevan la voz cantante en nuestra economía local. Muchos cordobeses se ganan las habichuelas con él y podrían ser más. A lograr esto último no ayuda que Córdoba tenga enterrado físicamente -sólo el 10% de la ciudad palatina está excavada- y promocionalmente un «superhit» que, bien aprovechado, haría a la capital escalar puestos en los «40 principales» destinos culturales. Para ello, sería bueno que la Junta no perpetrara gallos como el de tener el Salón Rico cerrado desde 2009 para una remodelación que ahora empieza a ver luz al final del túnel o el de iniciar en abril las visitas nocturnas al yacimiento casi en silencio. Del Ejecutivo regional depende que este título de la Unesco dentro de unos años nos haga cantar un triunfal «La, la, la» a lo Massiel y no un catastrófico «¿quién maneja mi barca?», rollo Remedios Amaya.

¿Y ahora qué con Medina Azahara?

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