Desempleo
Voces y rostros de Córdoba golpeados por la lacra del paro y el «drama» del coronavirus
ABC acompaña a desempleados en su lucha diaria por remontar una situación tras la reactivación de las oficinas de empleo
Terminó el confinamiento y no se llenaron las oficinas del desempleo. No se llenaron porque los usuarios no pueden acceder más que en cierto número, pero las puertas y las aceras cercanas sí que están llenas. De gente que se ha quedado sin trabajo por la crisis del coronavirus y de los que ya arrastraban una mala situación anterior. Esta semana han abierto de nuevo las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal (Sepe) y del Servicio Andaluz de Empleo (SAE) y ha sido el momento para encontrar las historias de quienes tienen que enfrentarse a la realidad de no tener trabajo desde hace mucho o de haberlo perdido muy recientemente.
Las oficinas han trabajado en este tiempo por teléfono y se han facilitado muchos trámites de los demandantes de empleo, que han podido hacerlo por internet o que ni siquiera han tenido que renovar la demanda porque se ha hecho de forma automática. En previsión de que el paro suba, las historias que se relatan en los alrededores de las oficinas ponen rostro y voces al drama del paro , y ninguna historia se parece a otra.
En la oficina de Ciudad Jardín la cola se ha formado, como siempre, en la acera, y con la preceptiva distancia. Allí atiende Beatriz Despaigne , nacida en Cuba, pero residente en Andalucía desde hace años. No quiere fotografía, pero tampoco tiene inconveniente en hablar.
«Soy cocinera y tengo estudios de cocina, con título», resalta para denunciar el constante «intrusismo» que sufre en su profesión, ya que tiene que ver cómo personas que no tienen su formación pueden encontrar trabajo antes que ella. Se quedó sin empleo antes de que comenzara la crisis del coronavirus y ahora aguarda su turno mientras se queja de que no se contrate a quienes tienen cualificación. «Siempre ha estado la cosa mal», asegura, mientras recuerda que hay bastante competencia en el sector.
En casi todas las colas hay hombres, pero también en todas, y sobre todo en esta de Ciudad Jardín, abundan las mujeres entre quienes van en busca de una prestación o de un empleo. Y son mayoría los que hablan menos de la esperanza de poder trabajar, como ha podido ser el caso de Beatriz Despaigne,
En el centro de Campo Madre de Dios las historias pueden ser a veces mucho más desgarradas, como la de Ángel Carvajal , que a los 29 años busca su primer trabajo como peluquero o tatuador tras haberse formado durante algunos años en prisión, o como la de Eloy Ruiz, camarero con tanta experiencia que ahora no le dan trabajo precisamente por tener más de cincuenta años. Su historia se cuenta en otros puntos de estas páginas, pero allí va también Maribel, administrativa , que acude desde el año 2014 en que se encontró en paro y no pudo recuperar la carrera profesional que hasta entonces había tenido. «Trabajé durante casi treinta años , pero con la edad que ya tenía entonces era muy difícil», dice, mientras cuenta cómo «ahora se prefiere a gente más joven», y eso va en detrimento de los que sí tienen más experiencia.
Colas
Acude para trámites de la prestación que tiene al pasar de los 52 años y ha podido hacer trámites a través de internet en estos días. En las dependencias del Servicio Andaluz de Empleo de la plaza de Colón, entre las más concurridas de Córdoba, la espera se hace en las aceras y son bastantes los que van a hacer trámites. Soledad Benaisa es limpiadora y está acostumbrada a acudir a las oficinas de empleo, porque es fija discontinua. Es decir, trabaja para una misma empresa de forma interminente y no siempre puede tener ingresos .
Los funcionarios se asoman para llamar por su nombre a las personas que han pedido citas y en ciertos momentos hay tensión por la espera, pero se solucionan pronto. El proceso por el que pasa Soledad Benaisa , por lo tanto, es el habitual todos los veranos. Ha podido pedir la cita online , pero entre la gente que acude a las oficinas no todo el mundo tiene los medios ni el conocimiento del sistema como para hacerlo. Por eso las historias que se cuentan hablan incluso de gente que se tiene que desplazar desde localidades de la provincia para poder hacer los trámites del desempleo. Abundan las personas que peinan canas y que han cumplido los cincuenta años, quizá porque pueden intuir que en su situación el horizonte se parece más a renovar prestaciones que a volver al mercado laboral.