25-N EN CÓRDOBA

Las voces de las víctimas de la violencia machista en Córdoba | «Pasé a ser una presa y acabé en el hospital»

ABC recoge el testimonio de cuatro mujeres que han sufrido el maltrato físico y psicológico

Almudena Castillejo sufrió la violencia de género en su etapa universitaria VALERIO MERINO

Baltasar López

ABC Córdoba recoge este 25N , Día Internacional contra la violencia machista, el testimonio de cuatro mujeres de Córdoba que han sufrido el maltrato físico y psicológico de quienes fueron sus parejas. Hablan de lo que vivieron, de cómo rompieron con esa lacra y de su vida actual.

Almudena: «Tras once años, siguen los dolores»

Almudena Castillejo tiene 33 años y rompió con la violencia machista hace once , pero ésta aún le persigue en forma de secuelas físicas. Su pesadilla arrancó, cuenta, cuando se fue a vivir a Granada para estudiar en su Universidad . En su primer año, conoció a un compañero de clase que se convirtió en su pareja durante dos años. Durante su convivencia, la violencia física y psicológica fue «aumentando progresivamente» , hasta que, confiesa, « pasé a ser una presa , a estar encarcelada, porque el me controlaba cuándo salía, el contacto con la familia o el móvil». Y lo que empezaron siendo «una patada o una bofetada» acabaron tornándose en «palizas y abuso sexual ».

Almudena Castillejo VALERIO MERINO

Echa la vista atrás, al tiempo que se le quiebra la voz de la emoción , y asegura que en su afán «de continuar con una vida normal, que hacía tiempo que había dejado de serlo, de seguir estudiando, de llegar al sitio que quería llegar» n o pudo dar portazo a la violencia de género . « Creí que lo podía solucionar por mí misma », rememora Almudena.

Cuando se le pregunta por cómo logró romper con esa lacra , espeta al periodista: «La situación rompió conmigo . Yo soy el ejemplo de lo que no se debe hacer. Uno de los días, acabé en el hospital ». «En aquella última agresión, pude acceder a mi movil y llamé a mi familia. Les dije lo que pasaba y la Policía me pudo encontrar», explica. « Si no hubieran cogido el teléfono , creo que me hubiera matado . Mis padres y la Policía me salvaron ese día», asegura.

«En aquella última agresión, pude acceder a mi móvil. si mi familia no llega a coger, creo que me hubiera matado»

Tras ese brutal episodio, denunció y volvió a Córdoba . Comenzó un proceso de recuperación «durísimo» . Como ejemplo, pone sobre la mesa el hecho de que « apenas tengo recuerdos del primer año : la rehabilitación, las medicinas...». Aparte del respaldo de su familia, tuvo ayuda psicológica de la Junta y participó en un grupo de apoyo con otras víctimas :«Para mí, fueron esenciales ».

No volvió a estudiar la carrera, pero hoy tiene su trabajo como artista, con una obra que visualiza esta lacra. No es el único reflejo que tiene en ella la violencia machista Desgraciadamente en mi cuerpo sigue presente ». En aquella última paliza, su agresor le «desencajó la mandíbula». « Afectó al sistema nervioso y tengo neuralgias . Lo sucedido sigue presente en el día a día por los dolores. Seguimos luchando para que desaparezcan», comenta. A las mujeres que sufren la violencia de género les aconseja que «no callen». «El miedo es poderoso, miedo a la soledad; a perder tu casa; a que le vaya a pasar a tus hijos... Por supuesto que, rompiendo con esa situación, pierdes cosas , pero se gana la vida », concluye.

M. R.: «Denunciar cuesta, pero es la salvación»

La historia de M. R. (prefiere que sólo se publiquen sus iniciales), una cordobesa de 43 años, es la de una mujer que ha logrado dejar atrás la violencia machista , que marcó su vida durante dos años. Esta lacra irrumpió en su existencia, recuerda, cuando era una mujer divorciada, independiente, con su piso, su coche y su trabajo. Entonces, conoció a una persona y empezaron a vivir juntos. «Al año o año y medio empezaron» los problemas , explica, con «discusiones por cualquier pego».

Con el paso del tiempo la situación se fue agravando Perdí mi trabajo por la relación , porque me controlaba y faltaba los días que me había maltratado. Y sutilmente había violencia psicológica , cuando quedaba con mis amigos y mi familia, me decía: “¿Ahora, te vas a ir?”». Pero, como ya ha avanzado, también sufrió el maltrato físico : «Era doloroso. Me dejaba marcas . Me arrastraba por los pelos por el pasillo . Mi salvamento era llegar al patio de la casa. Porque allí, se me agredía, lo verían los vecinos».

Con aquella pareja, tuvo un hijo en común , que acabaría alumbrando para M. R. una nueva vida. «Antepuse la vida de mi niño. No quería que viviera en un entorno así ». Siendo todavía un bebé su pequeño, explica, «un día me agredió. Pude salir a la escalera y delante de una vecina me agredió». Denunció. Hubo juicio rápido y orden de alejamiento. La Policía Local, para la que sólo tiene palabras de agradecimiento, la tuvo vigilada , porque quien había sido pareja «manejaba armas por su profesión». Pero, ahonda M. R., «a causa del niño» volvieron a verse y convivieron de nuevo. «Empezó en plan embaucador y, como una tonta, me lo creí. Pero me volvió a agredir . Le dije que se fuera y lo denuncié», indica.

M. R., ayer sentada en un parque de Córdoba VALERIO MERINO

Y comenzó a rehacer su vida , aunque admite que al principio «sólo te apetece llorar» . Acudió al SAE, donde la incluyeron en un programa de ayuda económica, y en el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) le ofrecieron ayuda psicológica. Además, consiguió un empleoe. Hoy, su vida «no tiene nada que ver con aquella época» . Tiene un trabajo estable, ha aprobado una oposición como interina, y tiene una pareja con la que convive.

«Yo era una persona cualificada, prepara, y me daba vergüenza contarlo. Y no tiene por qué dártela. La vergüenza es la de quien maltrata»

Cuando rebobina a aquellos años negros, explica los motivos que la tuvieron atrapada en aquella lacra. «Yo era una persona cualificada, preparada , y me daba vergüenza contarlo , cuando no tiene por qué dártela. La vergüenza es la de quien maltrata», admite. Y añade que también « me daba miedo por verme sola y por pensar a ver si este hombre me va a buscar y me va a matar o viene y me quita a mi hijo». « Dar el paso de denunciar cuesta mucho, pero luego es la salvación . Llega el cambio a positivo», recomienda a las mujeres que estén sufriendo las agresiones de sus parejas.

María: «Los maltratadores no cambian»

María (así quiere aparecer en el reportaje) es una cordobesa de 54 años que habla claro al periodista. Accede a contar cómo sufrió durante tres años malos tratos físicos y psicológicos de su pareja, pero no ahondará mucho en ello. «Es complicado para mí recordar esa época », alega. De aquello hace dos «años y pico». «No me quiero acordar ni de fechas», insiste.

Entabló una relación con un hombre , que acabó mudándose a su piso y convirtiéndola en una víctima de la violencia machista. «Cuando un día te da un guantazo, y al día siguiente son dos, te vas aguantando. Hasta el día en que no puedes más », dice María a modo de resumen de aquel infierno. Esa jornada en la que se empezó a zafar de esta lacra fue «un día que me agredió y también se estaba autolesionando. Dije: “Hasta aquí, hemos llegado ”». Llamó a laPolicía y dejó aquella relación en la que revela que «llegué a temer por mi vida».

«Un día me agredió y también se estaba autolesionando. Dije: "Hasta aquí, hemos llegado"»

A las mujeres que sufren este grave problema las aconseja que «no vale la pena aguantar». «Esas personas [por los maltratadores] no cambian por muchas oportunidades que les des y lo que llega es el insulto , el guantazo , etc».

En aquel momento en que se produjo la ruptura, sí tenía trabajo haciendo lo que ha hecho toda su vida: empleada en el servicio doméstico. Pero el Covid se llevó por delante su empleo y la llamaron del SAE para que participara en el programa «Acercate» que tiene con la Cruz Roja para dar capacitación profesional a víctimas del maltrato. Recientemente acaba de firmar un contrato y trabaja en una empresa de limpieza. Pero en este programa no sólo la han ayudado a lograr empleo, sino que también, explica, «hemos hecho cursos de empoderamiento ». « Me ha cambiado tanto la vida que no me conozco ni yo », sentencia.

Asegura que su contrato «de un mes de prueba» se lo «currará». Y explica que en «Acercate» también ha hecho cursos de auxiliar administrativo; informática o la han enseñado a enfrentarse a una entrevista de trabajo , como la que tuvo que pasar para hacerse con su actual empleo.

María: «Tras la ruptura, empezó un martirio»

El relato de María (nombre ficticio que adopta esta cordobesa de 54 años) sobre el maltrato está inacabado aún . Tras un divorcio nada problemático, conoció a un hombre, con el que empezó a tener una relación «perfecta» y acabó marchándose a vivir con él, en lo que acabó convirtiéndose en «poco menos de un año de infierno».

«Un fin de semana, él me pegó y yo le pegué lo que pude. Me encerró en una habitación hasta el lunes»

La relación se fue deteriorando, con episodios como el que sucedió con una bronca en un fin de semana, en la que « él me pegó y yo le pegué lo que pude . Me encerró en una habitación hasta el lunes».

La ruptura acabó llegando -de eso hace tres años-, pero con ella, advierte María, empezó un «martirio» . «Él se pasaba por el trabajo y acosaba a mi hija, a mi familia y amigos», relata. «He denunciado, pero, según ellos, mi vida no corre peligro», lamenta.

Asegura que « llevo un tiempo que no tengo miedo ». «Estoy bien. Duermo algo mejor», añade, pero admite igualmente que, «cuando bajo la guardia» , su expareja « da alguna señal » de que sigue vigilándola . «En el buzón, deja cartas, que sé que son suyas. Vivo pegada a un espray de pimienta », resume.

A las mujeres que sufren la violencia machista les recomienda que la frenen a «las primeras de cambio» , cuando se produzcan, por ejemplo, «faltas de respeto», de forma que el maltrato no avance «hasta sentir que no eres nadie».

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