Fiestas
El día de la Virgen de la Fuensanta en Córdoba, cuando las campanitas suenan en el pasado
Miles de personas acuden a venerar a la copatrona en un día marcado por las medidas de seguridad
En el espejo deformado de las redes sociales el día ha amanecido con el sonido de las campanitas de barro . Sólo están en las pantallas, sólo se escuchan cuando se pulsa cierto botón y nadie las va a tomar en las manos para sentir, otro años, el tacto algo rugoso del barro fresco que no hará mucho era arcilla del Guadalquivir . Mucho antes de que algunos cordobeses, siempre más de lo que parece, acudan al santuario, ya hay quien ha tomado la de otros años para que suene el 8 de septiembre , el día en que se termina el verano en Córdoba y hay que mirar la luz que aunque siga calentando la siesta ya va de retirada. Las campanitas este año, como la lluvia de Borges, siempre suenan en el pasado , al menos en este 2020 que va dejando atrás el espanto del confinamiento, pero todavía tiene que salir a la calle y ver cómo las tradiciones se recortan.
Y al fin y al cabo da igual por dóde suenen las campanitas, porque las más importantes son las que suenan cuando uno se despierta y dirigen hacia donde tantos van: hacia la plaza donde está el pozo del que manó el agua que curaba y hacia el santuario que se construyó donde se había aparecido la Virgen . No se ha pronunciado apenas la palabra Velá en este año y alrededor de la iglesia no hay atracciones, barras ni asados de sardinas para quien eche de menos la Costa del Sol , pero quienes tengan una tradición para el 8 de septiembre no han tenido que renunciar a ella. En el interior no ha cambiado nada: Nuestra Señora de la Fuensanta está en el altar mayor, entronizada en el templete de su paso y con los nuevos faroles que acaba de terminar Emilio León y allí van a verla sus devotos y asisten a misa.
Los que pueden, eso sí. A las puertas del santuario, un joven voluntario tiene que cuidar del aforo. A las 10.20 ya advierte a los que llegan de que no es posible tener sitio para la misa que presidirá el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández , que departe con el alcalde, José María Bellido , unos metros más allá. Quienes quieran pueden entrar todavía, pero sólo para ver a la Virgen y rezar durante unos minutos. El aforo para la celebración ya está completo, y eso es lo que hacen muchos: ven a la Virgen y se marchan.
Muchos han debido esperar en la puerta a que salieran más personas del templo para entrar
En el interior de la iglesia este año no se pueden ver los bancos llenos y las naves abarrotadas de gente que sigue la ceremonia de pie y combate con los abanicos el calor que este día todavía no se ha marchado. Están los que pueden estar y los voluntarios no dejan de pedir distancia entre los que están.
Delante de las puertas hay una barrera para impedir el paso, porque ya se ha llegado al límite. Hasta la iglesia se asoma luego una buena parte de la familia Salamanca , abuelo, hijos y nieta, junto a Francisco Triviño . Llegan andando desde el Centro de Córdoba. «Venimos en peregrinación en este día tan bonito», dicen, y se dan por satisfechos por un día así cuando recuerdan la Semana Santa de puertas cerradas todo el día y de calles vacías.
En la cola para entrar luego al santuario están Carmen y Maribel , que no faltan ningún año. «Nacimos en el barrio, pero ahora no vivimos aquí. Y siempre venimos a ver a la Virgen. Y este año es como los demás», cuenta. Sí, no ha cambiado nada para ellas, porque si lo que se hace es rezar a la Virgen de la Fuensanta el 8 de septiembre, han podido hacerlo, aunque sea con algo de colas.
Manuel Castilla atiende en la Taberna La Abuela , un restaurante que está frente al templete del Pocito. Ha notado la diferencia con lo que ha pasado otros años. «El año pasado fueron cinco días a tope y este año no ha podido ser», cuenta mientras a esa hora sirve desayunos de gente que está a punto de dirigirse al santuario para visitar a la Virgen. Para él, la Velá de la Fuensanta , que es un sintagma que apenas se ha pronunciado este año, era «una inyección económica» que suponía tener fuerzas para una buena temporada. La plaza, en efecto, está desierta, sin las atracciones que otros años han atraído a la gente. El 8 de septiembre, explica, sí que hay más movimiento. «Hay que adaptarse», resume.
José Jiménez Capilla es uno de los voluntarios de la parroquia que se ha encargado de coordinar las entradas y salidas del santuario. Ha permitido el paso cuando ha sido posible y ha dispensado gel hidroalcohólico en las manos de quienes llegaban. «Ha ido bien y ha venido mucha gente para ver a la Virgen», cuenta mientras hace un alto en el trabajo.
La gente, explica, se toma con naturalidad que no se pueda acceder a la iglesia en ciertos momentos por motivos de aforo, pero también revela que hay quien encuentra la forma de colarse. Quizá por el patio del caimán, aunque este año no haya campanitas que comprar a la salida ni tampoco se abra la sala con los exvotos de esta devoción secular.
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