25 DE NOVIEMBRE
Violencia de Género en Córdoba: las denuncias se multiplican cada año ante una lacra sin edad
Desde 2010 los juzgados reciben un 75 por ciento más de casos sobre un problema que también crece entre la juventud
Los juzgados de Córdoba recibieron en 2017 un total de 1.803 denuncias por violencia sobre la mujer según los datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). La cifra supone un alza del 19 por ciento con respecto a las tramitadas en 2016 y hasta un 75 por ciento más de las que recibieron en el año 2010, cuando llegaron a los juzgados poco más de mil denuncia s, según los mismos datos estadísticos. La tendencia durante la primera mitad del año 2018 no invita al optimismo: hasta el mes de junio fueron 900 las denuncias relacionadas con violencia machista que llegaron a los juzgados, la mayoría interpuestas por la propia víctima (742) pero también mediante intervención policial directa (30) o a través de partes de lesiones recibidos directamente en el juzgado (109).
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El día 25 de noviembre se celebra el Día contra la Violencia de Género . La innegable sensibilización social acerca de esta lacra no ha ido acompañada en los últimos años de datos estadísticos que certifiquen un descenso de las agresiones. Sin embargo, los expertos inciden en que más denuncias no implican necesariamente más casos. Hay que tener en cuenta que, hasta hace muy poco, la violencia de género era considerada un problema de pareja que se quedaba entre las paredes de casa, y no se le reconocía el cariz estructural que se le otorga hoy. Lo que sí ponen de manifiesto es que las mujeres cada vez están más dispuestas a salir de la espiral de violencia y, a través de las denuncias, ponen los medios para hacerlo.
Preocupa el auge de la violencia por parte de jóvenes que encuentran en las redes una herramienta de control
La violencia machista no entiende de edades: se da en todos los estratos de la población y preocupa especialmente su crecimiento entre los jóvenes, para los que las redes sociales se convierten además en una herramienta para ejercer violencia de control . «Se están criando en una sociedad en la que todo vale», explica Antonio Cebrián, de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) del Cuerpo Nacional de Policía de Córdoba , que afirma que los agentes encargados de la protección de las mujeres han llegado a tener bajo su vigilancia a niñas de 12 años. También a mujeres mayores que fueron educadas a la «vieja usanza» , en tiempos en los que los asesinatos machistas se vendían como «crímenes pasionales», y a los 80 años se revuelven al fin contra toda una vida de maltrato por parte de sus maridos. Tampoco distingue de clases sociales , aunque la vertiente económica de esta violencia hace que para las mujeres de clase trabajadora sea más difícil separarse de su agresor.
Escasez de medios
La Subdelegación del Gobierno hizo esta semana público que casi mil mujeres en Córdoba tienen órdenes de protección activa de diferentes grados, entre ellas, 18 menores. Frente a estos preocupantes números hay una realidad: todos los recursos se quedan cortos para atender a esta lacra y los medios de los que disponen los distintos cuerpos de seguridad para proteger a las víctimas son, como mínimo, limitados. En el Equipo Libra de la Policía Local trabajan seis agentes divididos en tres parejas. A cada una le corresponde el seguimiento y protección de unas 30 mujeres . El ratio es más sangrante en el cuerpo de la Policía Nacional: tiene un número similar de agentes dedicados explícitamente a la protección de las víctimas de violencia machista para atender, en estos momentos, a más de 400 mujeres. No obstante, los esfuerzos de estos cuerpos de Policía no se limitan a las unidades específicas de violencia de género. Basta con dar un aviso para que patrullas enteras se vuelquen en proteger a una víctima o a buscar al agresor.
El trabajo del agente que atiende a las víctimas de violencia machista comienza en el momento en el que la mujer llega a la comisaría para interponer una denuncia . A veces, se da el caso de que la víctima se arrepiente y decide no ponerla. En determinadas situaciones, la Policía puede actuar de oficio . «Esto no es como denunciar el robo de un bolso. Vienen a denunciar una vida entera », explica Juan José Medina, del Equipo Libra de la Policía Local, que incide en que este cuerpo de seguridad ofrece asistencia psicológica desde el minuto uno a víctimas que llegan «en un estado emocional alarmante».
Empatía y formación en género
«Cuando una mujer denuncia violencia de género no quiere que metan a su pareja o expareja en la cárcel. Quiere que la dejen en paz », explica la experta en Igualdad Marian Aguilar, que hasta hace poco estaba al frente de la Unidad contra la Violencia sobre la Mujer de la Subdelegación del Gobierno de Córdoba. El vínculo sentimental que tienen con su agresor o los hijos que pueden tener ambos son factores que pesan, y mucho, a la hora de tomar la decisión de denunciar un historial de maltrato . La empatía es fundamental a la hora de tratar a estas mujeres, pero Aguilar ve prioritario incidir en la formación en genéro de los miembros de los cuerpos de seguridad y también en los jueces, a los que pide que soliciten pruebas periciales que pueden aportar una información sobre la víctima que pasa desapercibida a simple vista. La violencia machista es mucho más que una agresión física: tiene también una importante vertiente psicológica, económica y ambiental. Aguilar propone además una revisión del artículo 416 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal , que establece una dispensa a la obligación de declarar de la denunciante.
Retirada del proceso
En 2017 se produjeron 119 renuncias al proceso iniciado por las 1.803 denuncias registradas. Suponen el seis por ciento del total. También hay casos de mujeres que consienten el quebrantamiento de las órdenes de alejamiento o que vuelven con su agresor después de denunciarle. Es una espiral tóxica en la que la dependencia emocional de las víctimas -con un perfil sumiso, inseguro, de baja autoestima y con sentimiento de culpa- juega un rol fundamental. En la Policía « no las juzgamos por ello ». El agente Medina, del Equipo Libra, afirma que esta circunstancia no introduce cambios en el trato que recibirá la víctima si vuelve a la comisaría para pedir ayuda. «Y por muy consentido que sea, si él la rompe la orden le vamos a detener y a ella la vamos a proteger igual», expone.
El papel de la educación
La conclusión unánime es que el problema de fondo -y también la única solución efectiva a esta lacra- es la educación . Si la dependencia emocional es el principal rasgo que caracteriza a las víctimas de violencia de género, el de los agresores es la voluntad de posesión , que deriva en los peligrosos celos, y una incapacidad para canalizar la frustración , según expone Aguilar. Cuando un hombre es condenado por violencia machista se somete a un programa de rehabilitación o reeducación durante su estancia en prisión, pero muchos no llegan a completar esta formación antes de su salida de la cárcel. La experta en Igualdad considera necesario que los agresores machistas se sometan a una evaluación psicológica antes de volver a la calle «A veces incluso piden un recurso para continuar la terapia fuera de la cárcel», explica Aguilar, convencida de que la reinserción es posible .
El trabajo de deconstrucción de los roles de género por parte de los hombres es todavía un asunto pendiente
En la misma dirección apunta la directora de Programas de la Confederación de Mujeres en Igualdad , María García , sobre todo en el caso de los maltratadores jóvenes. «Todo el mundo piensa en los padres de la víctima, pero no en los padres de él», afirma. Las dos expertas en Igualdad consideran necesario y urgente realizar un trabajo a fondo de deconstrucción de la masculinidad hegemónica , la que establece que el hombre debe ser fuerte, poderoso y dominante y deja la emotividad y los cuidados a las mujeres. La lucha feminista sigue intentando impulsar un cambio en los roles de género, aunque se tope de frente con la reacción de algunos sectores masculinos que, erróneamente, no ven al final del túnel la igualdad buscada, sino una preponderancia de lo femenino sobre lo masculino que sólo supondría un intercambio de papeles. «Nosotras nos hemos unido y vamos logrando cosas», explica Aguilar. « Ahora tenemos que enseñarles a ellos ».