El Estilita

Vindicación del Comendador

Cuando los literatos divulgan la historia cuéntese con que será más sabida y a la par más mentida. Como dijo Menéndez Pelayo, sea en Fuenteovejuna «la ficción poética más verdadera que la historia misma»

Representación teatral de «Fuenteovejuna» en el municipio cordobés de Fuente Obejuna Archivo
Javier Tafur

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Fuente Obejuna tiene dos mitos fundacionales . El primero se refiere a su nombre, que como el propio Lope apuntara tiene que ver con la oveja y no con la abeja, por razones tan evidentes entonces como hoy. Si bien sea comprensible que un pueblo procure ahondar en su pasado hasta enraizarlo en la romana «Mellaria» e incluso en el legendario Habidis , del que se dice que inventó la apicultura. El segundo mito se fundamenta en la interpretación libre que, como corresponde al oficio, hace el dramaturgo de un suceso histórico , siglo y medio después de su hechura. Lope de Vega recoge unas fuentes, ya interesadas, y les da un sesgo erótico popular que supone habrá de agradarle a su clientela más que el asunto político en sí, tortuoso y frío. Y así insiste en el «Fuenteovejuna lo hizo» , que devendrá en el «todos a una» , cual inmejorable lema revolucionario. Pero al cabo son estas consignas las que han inducido a mantener la impunidad histórica de los verdaderos culpables , que probablemente fueran los señores de Córdoba, nobles, regidores y veinticuatros, mucho menos leales a los reyes que el infortunado comendador calatravo. Y parece apropiado, por tanto, que el criminal acto, nocturno y alevoso, se ejecutara mediante sicarios cordobeses bien armados , sin participación de los vecinos, que a lo peor no se enteraron ni quieron enterarse de nada.

Los historiadores serios -Cabrera, López Casas y otros- argumentan que Córdoba carecía de respaldo legal para la toma por las armas de la villa, por lo que la supuesta sublevación y el consecuente desgobierno justificaban su intervención. Y de tal treta hizo uso el concejo de nuestra gloriosa ciudad, encabezado por el señor de Aguilar , movedizo y peleón donde los hubiera. Parte era de ese concejo mi antepasado Pedro Tafur , el viajero, que con otros vino a Fuente Obejuna a poner paz. Y lo hizo adelantando su lealtad cordobesa a la debida a Fernán Gómez de Guzmán , con quien se había criado y a quien había dedicado su relato conocido. Lo que a mi mollera no parece una actuación muy honorable, dicho sea en desagravio familiar.

La triste imagen que la posteridad ha dado al comendador no se comprende sino en razón de la conjura de notables habida contra él, pues su nombre fue siempre respetado por sus contemporáneos , a fuer de guerrero valiente, honrado y leal. Que además fuera mujeriego, a nadie asombraría. Pero sin necesitar del abuso, según la apostura que le atribuyen los propios mellarienses, ni mucho menos del derecho de pernada, que no existía entonces ni hay noticia de que existiera alguna vez.

He de reconocer el extraordinario mérito del pueblo de Fuente Obejuna convirtiéndose en teatro de sí mismo . La espectacular representación que tuve la suerte de contemplar este miércoles lo hace digno depositario de la fama que la literatura, si no la historia, le ha proporcionado. Hasta Susana Díaz lo ha entendido y ha venido a reclamar in pectore el papel de Laurencia , pues no se nos oculta que «la voz de una mujer fuerte» pudiera ser el eslogan de su próxima campaña electoral.

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