José Javier Amoros - Pasar el rato
El vigilante de la puerta
Habrá que ir pensando en el infierno para tener un poco de sosiego con Pedro García y la celosía
Ladra un perro no muy lejos de donde escribo. Ladra sin parar, y ni él mismo sabe por qué. Porque está en su naturaleza, por acompañar a la tarde, que se apaga detrás de las montañas. Por hacer de perro, cada uno hace su trabajo. Yo escribo, pero eso no significa que yo sea un escritor. Él ladra, y él sí es un perro, inequívocamente, aunque no tenga conciencia de su «perredad» en eso tiene suerte. Parece más fácil ser perro que ser escritor. Quizá yo ladraría mejor que escribo, si me pusiera a ello, aunque no estoy seguro. Tengo que probarlo. ¿Sucede lo mismo con los políticos? ¿Todo el que se dedica a la política es un político? ¿O debería empeñarse en trabajos más asequibles a sus capacidades? Contemplando el paisaje del gobierno de los pueblos, a quien hay que admirar es a los electores. Aunque en el voto llevan la penitencia , como los cartujos.
Detrás de la celosía, / está el concejal García . Este pareado resume el ambiente administrativo de la Semana Santa cordobesa de este año. Discreto y recatado, como una madre antigua que espera la llegada de su hija, el político pertinaz vigila que no se desmanden las cofradías. ¿En qué podría ocupar mejor su tiempo un concejal en esta ciudad sin problemas y sin necesidades? Se trata de un texto sencillo, que se puede intercalar respetuosamente en las oraciones, pasándose de un cofrade a otro. Evitaríamos así que la conducta desordenada de los nazarenos, de los costaleros, de las bandas de música, de las mismas imágenes sagradas ofendiera la sensibilidad artística del celador. Lo que importa es evitar «el impacto en la Mezquita-Catedral por una mayor intensidad del uso procesional», como dice con expresión vigorosa el hombre que susurra a la sintaxis, aunque no logra seducirla. Rendido el arquitecto, obtenidos los permisos necesarios de la Unesco, la Junta y el Ayuntamiento , sólo García se mantiene en pie, poniendo obstáculos a la apertura de la segunda puerta. Firme en sus obsesiones, igual a sí mismo, que no es un elogio.
El concejal García ha trascendido la condición humana. Pertenece a la historia de los símbolos políticos en esta Córdoba de la resurrección de la carne de izquierdas. Ahora está en esa «superposición de minorías» que es la inmortalidad. Una neurosis de puertas cerradas recorre las oficinas públicas. Se oye el grito de alarma de un funcionario a otro cuando va a abrir la puerta de su despacho o la del lavabo: ¡Cierra la puerta! Nunca nos libraremos de él. Dentro de cien años, cuando los penitentes de hoy no sean más que una mancha en el tiempo de la ciudad, él seguirá allí, como en el cuento mínimo de Monterroso : «Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Los cofrades se despertarán de madrugada, entre pesadillas, gritando a su cónyuge o transeúnte: ¡Esa puerta! Nada podemos contra una fuerza superior. Es la cólera atea de Dios , el apocalipsis que se anticipa en forma de farsa. La venganza de la puerta. Las siete plagas, en Egipto . Y en Córdoba, García. Habrá que ir pensando en el infierno para tener un poco de sosiego.
A partir de este año de gracia municipal, cuando empiece en Córdoba la Semana Santa y se oiga girar la llave en la cerradura de la segunda puerta de la Mezquita-Catedral, una voz irresistible se apoderará del concejal García, para advertirle: ¡ Alerta, García, alerta , / que están abriendo la puerta.