Medio Ambiente

Viejas historias del lobo en Córdoba: «Si los ganaderos no teníamos buenos mastines, te comía la carpanta»

El proyecto Life recopila testimonios de quienes tuvieron contacto directo con el «canis lupus» en Sierra Morena

Aladino Calero, en un momento de su entrevista en el canal de Youtube del programa Life Lobo ABC

Rafael Verdú

El lobo hace ya tiempo, que prácticamente desapareció de Sierra Morena. Hoy apenas quedan algunas manadas pequeñas en rincones casi inaccesibles, de las que sólo hay testimonios indirectos. Pero no siempre fue así. Hasta hace medio siglo, los ganaderos, pastores y gente de campo de la serranía conocían de primera mano al lobo . Muchos de ellos aún viven, y el Proyecto Life Lobo , que pretende concienciar a la población de Sierra Morena sobre la importancia de proteger a esta especie, ha recopilado en un canal de Youtube sus experiencias.

Aladino Calero , de 77 años y natural de Villaviciosa, es uno de ellos. Pasó más de 40 años trabajando en una finca serrana y recuerda haber visto al lobo «unas pocas de veces». La primera de ellas cuando «yo era muy chico». El lobo estaba, recuerda con una sonrisa, «echado en un chaparro y me enseñó los dientes hasta que llegó mi madre pegando gritos y se fue».

Aladino piensa que aquel animal pudo ser el que se conocía en la comarca como el «lobo cano» porque «de viejo que era se empezó a poner cano». «Ese hacía trastadas por el día y casi siempre iba solo. Lo conocían todos los ganaderos, porque se había criado por allí. Todo el día andaba detrás de los animales, y ya estaba hecho a los ganaderos», rememora este hombre curtido en las laboras del campo.

Los ganaderos no necesitaban escopetas para defenderse del lobo. Les bastaba con mastines entrenados , una de las mejores armas para ahuyentar al «canis lupus» también en la actualidad, aunque en las cabañas de Córdoba ya apenas quedan porque tampoco hay lobos de los que defenderse. «Normalmente teníamos unos buenos mastines, si no éramos víctimas de la carpanta », asegura con sorna Aladino. Carpanta («hambre violenta» según la definición RAE) es aquí una sinécdoque para referirse al lobo que apela a la voracidad de la especie.

Varios de los pastores y ganaderos que hablan en las entrevistas recuerdan que era habitual armar a los perros («todos los ganaderos tebnían sus buenos tres o cuatro mastines, que estaban enseñados», recuerda Aladino) con carlancas , un collar erizado de púas que impedía el ataque del lobo. En contra de lo que pueda pensarse, el lobo siempre mata a sus presas asfixiándolas por el cuello, como explican algunos ganaderos de Sierra Morena.

Antonio Adán , alias «Cachaliche» y vecino de Cardeña a sus 72 años, siente nostalgia de la presencia del lobo en la comarca, pese al respeto que le impone. « Siempre buscan el sitio más oculto , donde no haya gente, para estar tranquilos», explica Antonio, aunque «en el 80 o por ahí había un lobo que todas las semanas mataba una yegua , porque tenía que comer». Para defenderse, nada mejor que los mastines, insiste este vecino de Cardeña que nunca ha conocido una ciudad: «Una noche se presentó un lobo y los perros empezaron a ladrar. Lo que tardó en saltar la pared ya estaban los mastines detrás del lobo ».

Este guardés no quiere que el lobo desaparezca del todo y apoya las medidas de conservación con un razonamiento lógico típico de la gente de campo: « Me gusta el lobo porque hay muy pocos . Pasa como con los linces o las águilas, no los vas a exterminar . Si acabas con ellos se acaban para siempre».

Aunque con más edad, Antonio Cabezas (86 años y natural de Azuel) conserva una memoria prodigiosa que le hace recordar incluso el día en que vio al lobo. «Fue sobre el 27 de septiembre y desde entonces le tengo un miedo tremendo , aunque ahora no hay por aquí», rememora. Fue un encuentro nocturno, en el que Antonio volvía de una finca a lomos de una burra , que de pronto se quedó paralizada al sentir la presencial de al menos dos lobos. «Si no acuden unos hombres se hubieran lanzado a por la burra», asegura.

El mismo miedo le tenía Antonio «a los rojos» , término con el que se refiere al maquis, los guerrilleros que al término de la Guerra Civil acamparon en los montes para sobrevivir. «Aquellas criaturas venían a robar a los cortijos porque tenían hambre ; igual que los lobos», concluye Antonio Cabezas.

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