APUNTES AL MARGEN
La vida en el patio
Casi un cuarto de siglo después, el debate de los barrios más pobres sigue estando en las mismas porque todas las determinaciones que se han adoptado han sido timoratas o ineficaces
« En un barrio como este, la cárcel es un hotel ». De esa manera tan gráfica describía esta semana un vecino de las Moreras a raíz de la reyerta multitudinaria entre miembros de dos familias, presuntamente generada por un ajuste de cuentas, en la que se produjo el homicidio de un joven de 26 años , padre de tres hijos de corta edad, y heridas graves a varias personas , uno de los cuales sigue hospitalizado. Con la mitad de la población en paro y el fracaso escolar disparado , los patios de Moreras constituyen uno de los puntos calientes que aparecen a cada rato en la crónica de sucesos . Las reyertas son la expresión violenta de esa situación económica de fondo donde la filtración tóxica que ejercen las actividades clandestinas, como el narcotráfico, empeoran, y de qué modo, la convivencia. Preferir el presidio «porque se come todos los días» es la situación más trágica de una ciudad con algunos de los barrios más pobres de España .
Las fuerzas de seguridad del Estado han incrementando la vigilancia ante posibles actos de venganza entre las familias que protagonizaron la pelea de las Moreras. Conviene mirar las cosas con cierta perspectiva también porque todo es susceptible de empeorar. Hace casi 25 años, en esas mismas calles y esos mismos patios, se produjo un tremendo incidente social cuando los vecinos tuvieron unas larguísimas jornadas de enfrentamientos contra la Policía a la que exigían que limpiase el barrio . Realizaron un listado con nombres y direcciones de narcopisos para que se produjesen detenciones. La tensión acabó entre cócteles Molotov, cargas policiales, palos e intentos de linchamiento . Sirva como advertencia de futuro aquellos hechos que parecen haberse olvidado y que contrastan el riesgo de que la puñalada de hoy se convierta en un episodio aún más trágico.
Casi un cuarto de siglo después, el debate de los barrios más pobres sigue estando en las mismas porque todas las determinaciones que se han adoptado han sido timoratas o ineficaces y las actividades que acarrean violencia no han sido puestas bajo control. Cada vez que ocurre un episodio de estas características, a la política se le ocurre un plan de obras para darle una mano de pintura a los patios, que es una tarea, como se sabe, cosmética. La última propuesta tiene carácter paliativo. Cinco millones de euros para la contratación de trabajadores sociales que van a aliviar la prestación de servicios pero no atacan la clave de la ausencia de expectativas de empleo que genera una pobreza estructural y una situación de analfabetismo desbocada que son las claves de todo esto.
Las instituciones nunca han sabido a ciencia cierta qué pito tocar en los barrios que se encuentran al margen con medidas muy a corto plazo. La propia configuración urbana de zonas como Moreras, Palmeras o determinadas zonas del distrito Sur es una invitación a que las cosas de estos barrios se queden en sus calles. Y prolifere una forma de hacer las cosas por la vía de los hechos que es la que debe preocupar cuando la sangre se seque. La peor noticia para los vecinos de estas zonas de la ciudad es dejar de salir en los telediarios para volver a la rutinaria sensación de olvido que les tiene apartados de las principales agendas políticas de la Andalucía en campaña, donde se habla de todo menos de los andaluces. Sobre todo, si no tienen un duro.