CULTURA
De viaje por la Córdoba de Cántico: tras la huella que la poesía dejó en sus calles
La Delegación de Cultura programa una ruta guiada por los lugares de Pablo García Baena, Juan Bernier o Ricardo Molina
A la Córdoba de los años 50 no hay quien la reconozca. Y no solo por las peatonalizaciones, los traspasos de negocios o la invasión de los veladores que han cambiado el paisaje urbano de la ciudad. La mayoría de los lugares que frecuentaban los cordobeses de entonces han desaparecido. Ya no se ven películas en el Palacio del Cine de las Tendillas y apenas sobreviven las tabernas que fueron entonces foros del encuentro y el saber, por las que asomaban nombres como los de los poetas del Grupo Cántico . En el segundo aniversario de la muerte de Pablo García Baena, la Delegación de Cultura ha programado una visita guiada por las casas, calles, tabernas, bibliotecas y plazas que les marcaron. Algunas de ellas ya solo existen en la memoria de los cordobeses más viejos y en los poemas de Cántico, de ahí que la ruta se plantee como una búsqueda del tesoro. Ir detrás de la huella.
Las casas donde nacieron Pablo García Baena o Juan Bernier , el barrio de Ricardo Molina , los colegios donde se fraguaron sus primeros acercamientos a las letras o sus espacios de tertulia forman parte de un recorrido que guiará para un grupo reducido de unas 35 personas el escritor Salvador Gutiérrez Solís el próximo 30 de enero. El plazo de inscripción está abierto (es necesario enviar un correo a antonio.gines@juntadeandalucia.es) y, aunque la Delegación no descarta repetir el evento si tiene acogida, por ahora no hay más fechas para este paseo sentimental por la Córdoba de Cántico . Estos son algunos de los espacios que forman parte de la ruta:
Calle Parras, la cuna de García Baena
Junto a la puerta del número 6 de la calle Parras , un azulejo recuerda que en esa casa, en el año 1923, nació un niño que estaba llamado a convertirse en uno de los grandes poetas de su tiempo. Pablo García Baena, que falleció hace ahora dos años, fue una de las voces protagonistas del Grupo Cántico y retrató la belleza de Córdoba en sus versos. También de sus patios, «foro y ágora, asamblea reducida y pública, consejo de vecinos imantado de humanidad y participante en la historia urbana de nuestro pueblo», decía.
La actual moradora de la casa de la calle Parras, Rosario, cuenta que Pablo García Baena acostumbraba a visitar el patio en épocas de menos afluencia, cuando se disipaba la marea de turistas que llenan los recintos cada mes de mayo. Se asombraba de lo poco que había cambiado aquel rincón de su infancia desde que salió de esa casa con 6 o 7 años Se lo decía a Francisco Solano Márquez con motivo del último de sus reportajes sobre el Callejero Sentimental del Casco Antiguo , que versó sobre la calle Parras y su vínculo con el poeta.
Colegio López Diéguez
También en la calle Parras se alza el colegio en el que, tal y como reza un azulejo a su entrada, «aprendió sus primeras letras el poeta Pablo García Baena». Se trata del colegio Hermanos López Diéguez , cuya biblioteca lleva también el nombre del poeta y donde ejercería años después como maestro su compañero en Grupo Cántico, el también poeta Juan Bernier (La Carlota, 1911 - Córdoba, 1989).
De Lineros al Potro, el barrio de Ricardo Molina
Aunque había nacido ocho años antes en Puente Genil, en 1925 el poeta Ricardo Molina se trasladó a Córdoba con su familia y se instalaron en el número 26 de la calle Lineros, donde, con motivo del décimo aniversario de su muerte, se colocó un cartel para recordarle en el que fue su hogar. Vivir en San Pedro supuso para el poeta una fuente de inspiración: la búsqueda de la esencia de la ciudad está presente en sus poemas, enamorado de los cantes flamencos y entregado a su labor en la enseñanza.
La calle, que discurre en paralelo a la ribera del Río, conecta San Pedro con la Plaza del Potro , otra de las paradas de esta ruta por la Córdoba de Cántico. En sus «Elegías de Sandua», Ricardo Molina dedica versos a esta emblemática plaza de la ciudad, que en la memoria del poeta luce muy diferente a como es en la actualidad: «Todo era igual. Diríase que no ha cambiado nada. En San Francisco tocan las campanas a misa. La Posada del Potro ha abierto ya sus puertas y hay en el suelo paja que cayó de los carros, y labriegos, y mulos que beben en la fuente».
La Corredera, la Espartería, las tabernas
«...bajo los portales inquietantes, en las vetustas posadas y casas de comidas (Mesones del Toro, de San Antonio, de la Paloma…), con sus denominaciones zoológicas o hagiográficas, y su fauna diversa de mercaderes, artesanos, vendedores. Plaza extrovertida , hecha para multitudes festivas, mercantiles, religiosas, patrióticas. Plaza batida para ambulantes zocos, para artísticos autos de fe, para fervorosas corridas de toros y gallardos juegos de cañas , para solemnes recibimientos reales y espectaculares procesiones. (...) La Corredera es la única plaza cordobesa no surgida al azar». Así describía esta concurrida plaza Ricardo Molina en los años 60. Y aunque desde entonces la transformación de la Plaza de la Corredera ha sido absoluta, algo de aquel espíritu queda.
La Plaza de la Corredera y sus desaparecidas tabernas serán otro de los puntos de la ciudad en los que se detendrá la ruta guiada por Gutiérrez Solís antes de encarar la Espartería (cuyo nombre real es calle Rodríguez Marín) para desembocar en Capitulares, donde ahora la Delegación Territorial de Cultura ocupa el espacio que en su día fue la Biblioteca Provincial de Córdoba.
Reencuentro con la biblioteca
La antigua Biblioteca Provincial , que se ubicaba en el llamado callejón del Galápago, juega un papel clave en la historia del Grupo Cántico porque fue allí donde se conocieron Juan Bernier y Pablo García Baena. Corría el año 1940 y un adolescente Pablo pedía prestados libros de poesía. Él le presentó a Ricardo Molina y este a Julio Aumente. La guerra civil había acabado, España entera se sumía en una dictadura que tendría aún que extenderse durante casi cuatro décadas. y, en un contexto de represión, jóvenes poetas sembraban los brotes verdes de un nuevo movimiento cultural.
Tendillas, donde ya no hay cine
La visita propuesta termina en la Plaza de las Tendillas. Allí se ubica el i nstituto Luis de Góngora , por el que pasaron Ricardo Molina, Juan Bernier y García Baena. Pero también el desaparecido Palacio del Cine , bajo el Palacio de la Colomera, reconvertido en hotel. In augurado en 1949 tras la reforma de Félix Hernández, durante décadas fue una sala de cine y teatro hasta que en los 90 se convirtió en salón de juegos. Desde inicios de los 2000 se encuentra cerrado y pertenece a El Corte Inglés como parte de la parcela del antiguo Simago. Cuando proyectaba películas, Pablo García Baena solía frecuentarlo. Y en este edificio, que como otros forma ya parte de la memoria de una Córdoba pretérita, lo inmortalizó el poeta en su « Palacio del Cinematógrafo »: «Impares. Fila 13. Butaca 3. Te espero como siempre».
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