VERSO SUELTO
Vergüenzas
Cuesta pensar que nadie reparara en el expolio de los azulejos de los Jardines de la Agricultura

La mente humana es extraordinaria. Al llegar a ella, los que eran homínidos o primates empezaron a preguntarse por el mundo en el que viven, miraron al pasado para saber lo que tenían que hacer en el futuro y llegaron a dominar la naturaleza ... y a cambiar el mundo, a veces incluso para bien. Sin circuitos eléctricos ni cables, logra incluso un sistema de alerta perfecto para que el ser humano consiga mejorarse a sí mismo y a su entorno. Las emociones , hasta la que parecen negativas, suelen funcionar como un despertador para borrar lo que no está bien. De la indignación contra la injusticia nace la fuerza de voluntad para terminar con ella, en el miedo a lo que parece poderoso está la semilla de conseguir que no lo sea, y en la tristeza la raíz de una nueva alegría. Nada que no contara con magisterio inigualable Pixar en «Del revés» .
La vergüenza y la rabia que lleva en sí también tendrían que ser el germen y la tierra para conseguir cambiar aquello de lo que nacen. Si, como dice el diccionario, la vergüenza turba el ánimo por alguna falta cometida o por algo deshonroso y humillante, quien la sienta bajar por el alma como un ácido corrosivo e infamante tendría que prometerse entonces cambiar y conseguir que se marche para no volver. Si es estima de la dignidad propia , hay que tenerla siempre a mano para evitar los sitios poco apropiados a los que pueden arrojarnos a veces las olas de la vida.
De esta última vergüenza tienen bastante quienes forman la asociación de vecinos Centro Histórico , una de las pocas que no están ni para hacer lo que diga un partido político ni tampoco para que quienes se dicen directivos atiendan necesidades particulares, en ambos casos tomando en vano el nombre de sus barrios y de la participación en vano. Nunca hablaron en nombre de Córdoba, pero tomaron en mucha estima su honra y dignidad cuando se cansaron de ver que el alminar de San Juan , una torre del siglo IX única en España, amenazaba ruina y languidecía entre desprendimientos sin que se le prestara atención. Se hartaron de trabajar para unir al Ayuntamiento, el Obispado, las Esclavas y la Universidad y dejaron como una patena a una construcción que sería el emblema de otras ciudades menos dotadas .
En España a esta demostración de orgullo se le llamó siempre vergüenza torera , y la han vuelto a tener para denunciar el expolio y el abandono de los bancos de azulejos de los Jardines de la Agricultura . La pérdida de las piezas de esta pequeña joya, obra de un prestigioso ceramista de Talavera de la Reina, es tan sangrante que cuesta pensar que hasta ahora ninguno de los políticos ni técnicos que tienen que velar por el patrimonio histórico o municipal haya reparado en los azulejos perdidos por decenas , en los lamentables grafitis con que tantos y tantas firman su estulticia y en la condena a muerte de uno de los pocos testigos de la gracia regionalista que debería reinar en el parque si no se quisiera que fuera un lugar aséptico.
La primera vergüenza del diccionario , la turbación por una falta, no se espera de quienes han destrozado los azulejos, pero sí de quienes han cometido y cometen el pecado de omisión de dejar que siga como está y no han vallado los bancos para detener una sangría tan evidente ni han empezado con una restauración urgente en los jardines más queridos por varias generaciones de cordobeses. Nada irremediable: quien sienta algo de vergüenza buena tiene la oportunidad de repararlo.
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